Colombia y su nido de ratas
Opinión

Colombia y su nido de ratas

¿En qué momento se jodió Colombia? “Recuerdos” sobre uno de los tumores que nos aqueja: la corrupción

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enero 05, 2018
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En qué momento se jodió Colombia (sin signos de interrogación) es el título de una obra publicada en 1990 que recoge once estudios sobre la materia precedidos por un ensayo de Plinio A. Mendoza con ese mismo título y vemos hoy la situación nacional en donde no hay crecimiento económico, la inequidad es notoria y triste, la corrupción arropa con su manto a las tres ramas del poder público y el narcotráfico renace con todas sus garras y siempre cabe repreguntarse: ¿En qué momento se jodió Colombia?

La pregunta resulta muy complicada de resolver cuándo lo que hay que hacer primero es definir el verbo “joder”, para analizar después cuándo en la historia de Colombia hemos tenido momentos de gloria para acto seguido ver cuándo comenzamos a caer en el abismo.

Pero bueno, aquí no pretendo siquiera ofrecer una luz a la duda, creo no hay una respuesta académica y categórica sobre el particular, por lo que me limitaré solo a traer unos “recuerdos” sobre uno de los tumores que nos aqueja: la corrupción.

Por cosas de la vida que no vienen a lugar, viví en la España franquista toda mi adolescencia y volví a Colombia a estudiar Derecho y Ciencias Políticas cuando Alfonso López Michelsen era presidente, y aún me martillea en la cabeza aquella lejana conversación que oí donde el interlocutor comentaba con supuesta sabiduría que supo de no sé qué cheque por un millón no recuerdo si de pesos o dólares que le dio la mafia de Cali o Medellín (otro olvido) al presidente de entonces durante su campaña.

 

Turbay prometió en su campaña lo de reducir la corrupción
a sus justas proporciones, sin jamás aclarar si por “justa proporción”
se quiere decir que se acepta una modesta mordida de un justo diez por ciento

 

Pasaron los años  y el siguiente presidente (Julio César Turbay) prometió en su campaña lo de reducir la corrupción a sus justas proporciones, sin jamás aclarar si por “justa proporción” se quiere decir que se acepta una modesta mordida de un justo diez por ciento o que no, que no seamos tan estrictos, que la corrupción puede perfectamente cubrir el sesenta y nueve por ciento de las contrataciones públicas.

Y han transcurridos muchos años, muchísimos, y la radiografía de la situación actual es tremenda, tan dramática que hoy en la mañana el presidente blablablá Santos ausente de todo habrá saludado con un efusivo saludo a su secretario privado (si, su secretario privado de nombre Alfonso Prada) que está manchado hasta la médula de escandalosos escándalos (perdón por la cacofonía) con el Sena, y lo abrazará y le preguntará por los niños y la señora, que cómo va el partido, camaraderías que producen risa y rabia cuando recordamos aquello de las justas proporciones en el mundo de la corrupción.

Y no, ni medio regaño, menos aun lo han puesto de patitas en la calle. No, nada de ello, esta mañana ese señor recibió un fraternal abrazo presidencial  y solo se me viene a la cabeza una frase muy madrileña: ¡¡Chorizos, es que son unos chorizos!!

¿Y qué tal el actual Contralor (sí, ¡Contralor !) de Bogotá?, otro gran señor ahora llamado Juan Carlos Granados que parece superó con creces aquellas justas proporciones y el tipo sigue ahí, de rositas por la calle,  ¿cómo no?

Siguiendo con frases españolas, es que estos chorizos tienen un morro que se lo pisan.

Y hablando de…

Y hablando de chorizos, uno entiende cómo siguen tan campantes con la justicia que tenemos.

Publicada originalmente el 1 de diciembre de 2017

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