Jamás en la historia de Colombia se había visto una lista tan larga de aspirantes a la presidencia de la república, al menos 30 precandidatos se alistan para llegar a la casa de Nariño. Adicionalmente, fuera de lo tradicional, para estas elecciones se encuentra la inscripción por firmas de la mayoría de los precandidatos, siendo otra vía que ya se puso de moda y como otra novedad, las FARC entran al panorama como partido político.
Así pues, el elegido tendrá que luchar con varios flagelos, pero uno de los más difíciles será la corrupción que carcome a nuestras instituciones, las cuales están enquistadas de un tumor maligno de mafias, intereses, carruseles, carteles, mediocridad, mermeladas y del cómo voy yo, verbigracia. De la mermelada pasamos al carrusel de los testigos y después al carrusel de la impunidad. Nuestro país parece una tragicomedia de Lope de Vega, un triste relato de Cumbres Borrascosas de Emily Brontë, llegamos al punto de que cada colombiano requiere un análisis psicológico al estilo de Sigmund Freud.
La clase política es uno de nuestros grandes problemas y males, han ordeñado al Estado con sus propias manos, se han amamantado de él. Ya estamos cansados de tantas frases de cajón, que de nada sirven como él “No fui yo”, “Fue a mis espaldas”, “Hasta ahora me entero”, “Usted no sabe quién soy yo”, “Juro por mi alma que soy inocente”, “Nunca he visto eso”, “No me robe ni un peso” y un largo etcétera… No pasa un día sin que salga un nuevo escándalo y lo más doloroso, vergonzoso y degradante es que cada uno es peor que el otro.
No podemos olvidar el proceso 8.000, Dragacol, la Yidispolítica, Agro Ingreso Seguro, Caprecom, Saludcoop, Interbolsas, el cartel de los pañales, el carrusel de la contratación, el Guavio, Foncolpuertos, Dirección Nacional de Estupefacientes, Fidupetrol, desfalco de Ecopetrol, el carrusel de las cirugías plásticas, carrusel en Colpensiones, Llanopetrol, el cartel de los abuelos, Coljuegos, el cartel de la chatarrización, el cartel de las regalías, Reficar, el cartel de la Hemofilia, el cartel del síndrome de Down, la comunidad del anillo, el escándalo en los juegos nacionales, carrusel de las alcaldías locales, caso Andrómeda, escándalo Termorio, carrusel de pensiones en el Consejo Superior de la Judicatura, escándalo DIAN, desfalco a la salud, escándalo de las chuzadas, la Farcpolitica, escándalo de falsos positivos, pirámides, la DMG política, la parapolítica, Invercolsa y escándalo de Chambacú. Solo por mencionar algunos…
Ahora lo que nos faltaba… la corrupción rampante del cartel de la toga. Colombia es un Estado fallido, sin justicia, las altas cortes se convirtieron en un negocio para engavetar, absolver y archivar casos. Recomiendo un flautista como Hamelin para que nos hipnotice a todos con su música y nos lleve a otro lado, lejos de esta nube tóxica de corrupción. Hemos sido una historia de corrupción desde tiempos coloniales, es un flagelo que está arraigado infortunadamente en nuestra cultura e historia.
Referente a esa lista enorme de precandidatos, ninguno de ellos está listo para ganar solo la presidencia y mucho menos si no tienen el respaldo de la clase política tradicional. Es así que al final cada uno de ellos aceitará sus baterías y le apostará a la política de la coalición entre candidatos con afinidad de ideales y hasta de orillas bien distintas para así poder consolidar un candidato único entre ellos a la presidencia, como también obtener una bancada en el Congreso.
Colofón:
Todo colombiano debe analizar las cortes ideológicas de cada precandidato, pues suelen aparecer falsos profetas. También, debemos analizar el impacto de las adhesiones que se den. Por su parte, el discurso del posconflicto, la paz y la corrupción serán importantes en la gestión, sin olvidar que se debe jalonar al país en todos los sectores para que ingrese al siglo XXI y no quedarse estancado en el siglo XX.
Se requiere un líder con menos discursos y más acción, no queremos politiquería e improvisación. Necesitamos un estadista, un estratega con táctica. Así mismo, se deberán crear estrategias para combatir el flagelo de la corrupción y esta es una tarea de todos, al igual que fortalecer la débil justicia para que no exista la impunidad.
Por último, debemos analizar con lupa esa descentralización a la administración pública que se originó con la constitución de 1991, pues trajo cambios importantes; pero que a la fecha no resultaron como se planificó, pues elevó los niveles de corrupción que existen.