Cuenta la historia que andaban felices correteando la ardilla Lucas y su muy amigo el conejo sin nombre. Saltaban las piedras con una gracia infinita, riendo con las más insólitas tonterías y celebraban cualquier novedad, hasta que vieron la tapa del diario del día donde anunciaba con glorias inmarcesibles la designación de Vargas Lleras como presidente de Colombia.
Ciao, le dijo Lucas al conejo, sin percatarse ninguno que esa alocución italiana puede significar un efusivo hola o hasta luego, y era tal la tristeza que cada cual tomó su rumbo sin apenas despedirse.
Todo indica que así van a ser las cosas.
Fajardo lidera las encuestas, eso dicen, y todos sabemos que él carece de la maravillosa maquinaria que el otro tiene mientras su compañera de batalla parece más restarle votos que sumarle, ya que parece que solo tiene gritos saltones en contra de sus viscerales enemigos y parece carecer de palabras cuando se trata de sus cercanos amigos.
El jefe mayor ya pareciera que dijo
que el ganador Vargas Lleras es el elegido
Los cincuenta precandidatos liberales, conservadores y demás vertientes que confluyen en lo mismo parece que no harán mayor ruido, máxime si carecen del apoyo del jefe mayor, que ya pareciera que dijo que el ganador Vargas Lleras es el elegido.
Lucas y el conejo, como grandes soñadores, habían tenido su ilusión antes de acordar entre ellos qué requisitos debe tener el candidato ganador para que Colombia pueda avanzar varios pasos y acordaron solo dos puntos.
Alguien que tenga como firme y decisivo pacto principal la lucha sin cuartel contra todo lo que huela a corrupción, a suciedad, acordando una política para que todos los servidores públicos reciban como remuneración lo apenas justo y razonable. Y segundo, que se implemente por primera vez en el país un accionar social y que los actos gubernamentales estén encaminados sólo en el bienestar de la gente, ajeno por completo a demagogias baratas.
En pocos minutos acordaron que la fórmula perfecta estaba dada con De la Calle liderando, secundado por Fajardo, el uno teniendo como gran antecedente el haber renunciado a su cargo cuando se supo lo del elefante de Samper, algo que nadie hace, y el otro llevando a sus espaldas sus acertadas gestiones como gobernante local, y ambos alejados de los partidos políticos manchados solo de dinero sucio.
El placer les duró pocos momentos y se desvaneció al oír en la radio las claras palabras de De la Calle cuando, ante la disyuntiva de liderar el “gran” Partido Liberal como candidato de esa colectividad o atreverse a algo diferente y esperanzador, de forma clara y contundente supo jugar a las cartas decidiéndose por el manchado partido milenario.
—Y seguimos en Locombia, fue lo último que le comentó el conejo a Lucas.
Y hablando de…
Y hablando de demagogias, ¿habrá algo más enredado y no resuelto que el acuerdo con las Farc?
Es de aplaudir el entierro de siete mil armas, negarlo es propio de ciegos, pero parece que ese fue su único logro. Mientras el Estado decida tener olvidado a medio país al libre albedrío del terrorífico mundo de la droga y sin tocar los trillones de billetes no reportados y escondidos por parte de aquel grupo, solo se puede deducir que se ha tratado de un acuerdo, pero no de paz.