Al ver la noticia acerca de cambiar la palabra “indígenas” por “pueblos originarios” 1, reflexioné acerca de cómo concebimos a los afectados por la historia y de cuál es la trascendencia del lenguaje a través de las imágenes verbales. Pensé en la cuestión problemática que es considerar a la víctima como puramente inocente, porque así se le desprovee de un escenario político para dibujarse como ser pasivo que no tuvo suerte, entonces la guerra se explicaría como producto de victimarios, que en la búsqueda de sus intereses afectaron a una cantidad de personas (lo que no deja de tener una pequeña verdad), pero de esta manera se consideraría a los afectados como “pobrecitos”, destituyéndoseles de su papel de actores en el conflicto para pasar al anonimato.
Existe una revolución semiótica que constantemente cambia y configura los imaginarios sociales. Así pues, los vencidos fueron actores políticos, las víctimas estaban desprotegidas (de un Ejército Nacional que además recluta a punta de mentiras2). Más allá del análisis marxista de lucha de clases, resulta imposible considerar que los afectados no se resistieron o no lideraron movimientos, razón por la cual no se les puede otorgar a todos esta versión pasiva que se ha querido instaurar.
No pretendo idealizar a las víctimas, ni tampoco demonizar la palabra “víctima” porque se debe reflexionar acerca del lenguaje, es decir, sobre lo que nos refiere una palabra más allá de lo literal. Lo anterior se debe a que en los últimos meses se llevaron a cabo asesinatos a líderes sociales, que parecieran obedecer a un orden sistemático.
Para resumir… El 4 de enero el Equipo Jurídico Pueblos da cuenta de que el Ejército Nacional implantó retenes donde vigilaron, anotaron y fotografiaron a los campesinos que pasaban por allí, observando principalmente a los líderes de la Junta de Acción Comunal del departamento de Chocó. El 2 de marzo fue asesinada la víctima número 23 del 2017, Alicia López Guisao, quien hacía parte de la Cumbre Agraria del Chocó. El 5 de marzo las Autodefensas Gaitanistas de Colombia tuvieron una batalla a campo abierto con el ELN en Alto Baudó al sur del Chocó, y desplazaron a la comunidad afrodescendiente que vivía allí. El 6 de marzo se realizó en Bogotá una marcha en conmemoración al Día Nacional de la Dignidad de las Víctimas de Crímenes de Estado, para llamar la atención del Gobierno que parece impasible ante la situación. El 8 de marzo se declararon en “sesión permanente” los miembros de la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular debido a los incumplimientos gubernamentales acordados en el 2015 por el Paro Nacional y por la vulnerabilidad en el campo.
Luego de éste recuento, sospecho que la sentencia de una miembro del Movice (Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado) carga con una verdad que no hemos reparado en pensar lo suficiente: “el paramilitarismo cambia de razón social”. Los asesinados en su mayoría hacían parte del partido político Marcha Patriótica o del Congreso de los Pueblos, y tan sólo nombré al Chocó como el más afectado últimamente, aunque no es el único. Es más sencillo asesinar a quienes no son personajes públicos, pues se evita el “drama mediático” y se acalla a una población. No me extraña que el Ministro de Defensa, Juan Carlos Villegas, afirme que no exista paramilitarismo3 y que el Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez, se desentienda de los 116 líderes asesinados en 2016 y de las 10.610 personas reportadas como desaparecidas, por lo que el Comité Internacional de la Cruz Roja en Colombia emprendió la campaña #Aquífaltaalguien.
El problema que heredamos del gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez tras el problemático proceso de Justicia y Paz, es el que plantea el suspenso sobre el futuro de los espacios que dejan las FARC tras el proceso de desarme, el cual también ha tenido desfases debido a que el Gobierno Nacional no ha cumplido con la entrega en condiciones óptimas de las Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN)4 como parte del proceso de la entrega de armas, entonces ¿a qué obedece ésta presión masiva por la entrega de armas que obvia la ubicación humana con la que también debe cumplir el Estado?
Por otro lado, es iluso creer que la erradicación de los cultivos de coca será el factor primordial en la forja de una “paz estable y duradera”, tal y como insiste el Ministro del Posconflicto, Rafael Pardo, que parece una respuesta evasiva sobre otros asuntos que influyen con un mayor impacto sobre la construcción de la paz en Colombia.
La pasividad por parte del Gobierno le permitió a la violencia física legitimarse en Colombia como única forma de autoridad, debido a que el Estado perdió credibilidad y necesita de un medio contundente para seguir con el poder. Como plantea el sociólogo Max Weber: “la violencia no es, naturalmente, ni el medio normal ni el único medio de que el Estado se vale, pero sí es su medio específico”. No siempre ésta es física, también existe en su careta simbólica (por ejemplo, el sesgo informativo), y, a propósito de sociólogos, estos medios están afectando a los estudiantes de la Universidad Nacional, como se vio con los casos de Mateo Gutiérrez y el de Angélica Bolívar y Cristian Cartagena5.
El autoritarismo con el que reacciona la policía responde a la paranoia de amenaza terrorista, porque necesita de “chivos expiatorios” que aplaquen el miedo ciudadano y crear una ilusión de justicia, que no es más que la forma de reflejar la incapacidad judicial que busca falsos positivos para tratar de convencer de que hay paz. Pero éste miedo social no desaparece así porque va más allá de la necesidad de ponerle un rostro a aquello que es inexplicable, se le teme a un enemigo invisible que, planteado de ésta manera, puede ser cualquiera. El desquicio ideológico con el que se maneja, no es el juego en el que se debe entrar. Es imposible huir de la violencia como recurso, pero la cuestión es qué tipo y cómo se efectúe, el manejo de los símbolos, la reflexión sobre lo que son las palabras y las manifestaciones (tanto culturales como sociales), son una manera de instaurar otra imagen en la sociedad. Los dioses condenaron a Prometeo porque temían que su conocimiento estuviera en otros seres, asimismo aquellos que abanderan el poder, temen que la pequeña llama del saber se convierta en un incendio social.
Notas:
- https://www.desdeabajo.info/sociedad/31014-indigenas-o-pueblos-originarios-una-reforma-conceptual.html
- http://www.colombiainforma.info/con-mentiras-ejercito-recluta-jovenes-en-bogota-y-soacha/
- “Según el informe del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz –Indepaz (BUSCAR), solo en 2016 fueron identificadas 13 estructuras narcoparamilitares con presencia en 351 municipios de 31 departamentos en Colombia; Antioquia es el departamento más afectado, ya que reporta presencia paramilitar en más de 70 municipios.” http://www.colombiainforma.info/cuando-es-que-llega-la-paz/ y http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/04/24/segun-un-informe-de-indepaz-los-paramilitares-estan-presentes-en-149-municipios-de-colombia/
- http://www.colombiainforma.info/asi-le-incumple-el-gobierno-a-las-farc-en-icononzo/
- https://www.desdeabajo.info/colombia/30978-porque-los-de-sociologia-son-revoltosos-y-terroristas.html