El asesinato a líderes sociales y defensores de derechos humanos va en aumento. Esta situación es preocupante no solo por el hecho de que quienes han defendido y defienden la vida están arrebatando aquello lo defendido, sino porque parece que quienes deberían tomar cartas en el asunto, además de una gran parte de la sociedad colombiana, parecen hacer de Colombia ciega, sorda y muda ante la situación vivida en los territorios.
Los asesinos han dejado de estar en las sombras. Ya tienen nombre, rostro, objetivos y hasta motivos. ¿No sería más fácil detener toda esta barbarie? Ahora defender la vida se ha convertido en una apuesta de alto riesgo. En una dualidad en donde entre más consigas tu objetivo, más reconocimiento tengas y más defiendas la vida; más cerca estarás de convertirte en una trágica estadística.
Pero muy bien es sabido que cuando se pierden algunos sentidos otros se agudizan. Si bien Colombia parece estar ciega, sorda y muda; hay sectores tales como los jóvenes, medios alternativos y ONG, que nos hemos convertido en otros sentidos.
Seremos el olfato para saber que algo huele mal, la ubicación y percepción para saber que no es normal y no es casualidad, el corazón y los nervios para que nos duela y el tacto para meterle la mano a una situación que quema, arde y lastima lo más sagrado de este país, la vida.