Evito incursionar en temas que tengan que ver con la política, se me hacen extremadamente hartos y a decir verdad, siempre que leo e intento informarme de la actualidad del país, termino con una jaqueca peor que la de un domingo luego de un fin de semana de fiesta.
A pesar a mi apatía al tema, es imposible desvincularse del todo, puesto que, así no queramos, nos compete. Puede que no tengas un partido de tu elección e incluso pueden caerte gordos un número considerable de políticos (como a mi) pero no podemos hacernos los ciegos, no podemos taparnos los ojos y hacer que todo está bien cuando de la situación del país donde vivimos se trata. No se necesitan muchos conocimientos para saber que la relación entre el estado del país y nosotros es directamente proporcional; sencillo, si al país le va bien a nosotros como habitantes nos va bien, es simple lógica, no?
El problema está cuando los gobernantes se preocupan más por ellos que por su país, cuando se tiene una meta individual y no colectiva. El problema radica en cuando nosotros como ciudadanos insistimos en ayudarlos a mantener una rivalidad absurda y sin fin de egos en donde los únicos afectados terminamos siendo nosotros como pueblo.
¡Si! A la final ellos siguen haciendo del país lo que quieren, disponen de nuestro dinero a su antojo y libre albedrío, se siguen llegando los bolsillos mientras nosotros hacemos parte de ese juego como marionetas, trabajando mucho por poco y estresandonos con disputas que realmente no nos deberían importar.
La idea de vivir bajo una democracia es buscar el bien común, mejorar la calidad de vida de los habitantes, hacer que esa grieta entre las clases sociales sea menos profunda, formar ciudadanos de bien, íntegros, vivir en una sociedad que si bien jamás será perfecta que al menos sea habitable para los ciudadanos, a la final ellos son los que hacen al país.
Pero en cambio, estamos haciendo parte de una de esas novelas de bajo presupuesto en producción, donde todos son directores y nadie dirige, con actores tercos e impositivos haciendo lo que desean sin aceptar que ya pasó su cuarto de hora, donde los escritores se niegan a renovar los guiones, y es que ¿para qué? Si a la final se trasmite en un horario de poca audiencia y se enfrentan a un público casi nulo y muy muy poco exigente.