La expresión “comparar peras con manzanas" es utilizada a menudo para hacer una falsa analogía entre dos cosas que al final no tienen nada que ver una con la otra. A raíz del pronunciamiento de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia de dictar medida de aseguramiento de detención domiciliaria en contra del expresidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez por los presuntos delitos de fraude procesal y soborno, es muy usual escuchar opiniones en pro y en contra con un claro sesgo político y confundir las cosas.
El presidente Duque manifestó sobre el caso de Uribe: "Sería muy triste que en una sociedad, esta sociedad colombiana, nosotros viéramos a quienes laceraron el país, después de tantos años, sin tener una condena, posando de adalides de la moral y que veamos a las personas que lucharon por la moralidad y por la legalidad en un proceso que les limite y le cercene sus derechos”.
"Un presidente que redujo el índice de homicidios en este país en un 45 por ciento, que prácticamente acabó el secuestro, que nos devolvió la fe en que Colombia podía ser gobernada con instituciones y con institucionalidad", declaración de la senadora Paloma Valencia, del Centro Democrático.
Pregunta: ¿qué tienen que ver los resultados logrados por Uribe como presidente o su honorabilidad con las investigaciones por manipulación de testigos?
Tampoco tiene presentación las declaraciones de la oposición o detractores de Uribe al alegrarse por la decisión unánime tomada por los cinco miembros de la Corte Suprema de Justicia.
Es un claro ejemplo de cómo revuelven las peras con las manzanas. Y lo hacen, simplemente como sofisma de distracción para que el asunto de relevancia sea confundido con otro concepto.
"La privación de mi libertad me causa profunda tristeza por mi señora, por mi familia y por los colombianos que todavía creen que algo bueno he hecho por la patria”, dijo el senador Uribe en su cuenta de Twitter. Una clara alusión a su gestión como presidente y su política de seguridad democrática.
Nadie desconoce la gestión que hizo Uribe en sus dos períodos como presidente. Sus mayores logros fueron debilitar a las guerrillas, mayor presencia del Estado y de las Fuerzas Armadas en el territorio nacional y, por ende, recuperar las zonas rurales donde prácticamente estaban abandonadas.
Pero aquello no tiene nada que ver con las investigaciones que adelanta la Corte Suprema. La gente común y corriente cofunde las cosas y los movimientos y partidos políticos aprovechan para lanzar toda clase de improperios según su filiación política.
Lo más grave del asunto es el mensaje que se envía a la comunidad nacional e internacional: que todo se reduce a una persecución política y que la más alta instancia judicial del país, la Corte Suprema de Justicia, está politizada y sesgada.
No más alejada a la realidad, pero en un país tan polarizado es muy difícil ver las cosas con imparcialidad e independencia. Nadie se habrá escapado que alguien lo tilde como uribista o petrista, si uno habla a favor o en contra de Uribe. Ciertas las palabras de Vicky Dávila en una columna de opinión: "Los uribistas dicen que soy petrista. Los petristas juran que soy uribista. La izquierda asegura que soy de derecha y la derecha que soy de izquierda".
Desafortunadamente, todo termina en eso. El trasfondo de la situación se deja a un lado para dar paso a las banalidades.
Querer estar por encima de la ley y desconocer las instituciones, es ignorar uno de los principios fundamentales de la democracia: la división de poderes.
La trillada frase "el fin justifica los medios" parece prevalecer para aquellos que defienden a Uribe y que significa que cuando el objetivo final es importante, cualquier medio para lograrlo es válido. No debe ser así porque es desconocer los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y actúen autónomos e independientes entre sí.
Los odios y rencores son dos males que no deja paso a la objetividad. Esta debe estar desligada de los sentimientos y de la afinidad que uno sienta hacia otra persona. Pero mientras exista una clara aversión hacia Uribe y una hostilidad a todo que sea de izquierda, este país seguirá dividido y no importará en últimas la decisión que tome la Corte Suprema de Justicia. Seguiremos comparando las peras con manzanas.