Colombia es país violento, pobre y desigual, con muy modestas perspectivas. Su sistema político es pésimo: no hay control efectivo del territorio por el Estado, el legislador está subordinado en la práctica a la administración y la justicia es ineficaz y mediocre.
El país tiene mucho potencial, pero requiere cambios de fondo para que su población construya confianza como comunidad sostenible en lo social, lo económico y lo ambiental.
Se perciben cuatro espacios concretos para mejorar:
(1) impulsar transformaciones institucionales para que el Estado sí funcione,
(2) poner en práctica políticas públicas que permitan aprovechar el potencial,
(3) construir visión compartida cuya perspectiva cobije todo el planeta
(4) escoger con acierto timoneles para los mares tempestuosos que será necesario surcar en la transición.
El futuro depende de cómo se hagan las tareas en estos cuatro frentes: el crecimiento económico deberá ser para beneficio de todos, y la educación, hoy pésima según las pruebas internacionales, debe ser muy buena, cobijar la vida entera, desde el nacimiento hasta la jubilación, con el docente en el centro, con el reconocimiento y remuneración acordes con la tarea. Las comunidades deben participar en la administración del proceso educativo en forma activa.
Un Estado que sí funcione debe, en primer lugar, proteger la vida y libertad de los ciudadanos en todo el territorio, hoy dos tercios bajo control de grupos ilegales armados; este cambio no solo requiere recursos y convicción: debe establecerse que la policía nacional tenga la autonomía necesaria, hoy limitada por la Constitución, que la subordina al alcalde en el respectivo municipio.
Debe haber partidos de verdad, con al menos 5% de los votos para poder participar en el legislador; además, se debe suprimir la circunscripción nacional para Senado, y más bien establecer regiones, con descentralización de la administración central. Como complemento, se debe establecer control interno, a cargo de la administración, asociado al registro de transacciones. Finalmente, cabe considerar el tránsito al régimen parlamentario y abandonar el presidencial.
En lo económico se requiere asignar los recursos de manera eficiente, para tener crecimiento rápido y sostenido. Eso significa desmontar protecciones a la producción nacional, facilitar la creación de empleo formal y simplificar de manera radical el estatuto tributario en lo sustantivo y lo procesal, con supresión de preferencias y discriminaciones.
Se deben establecer políticas fiscales para evitar las distorsiones en la tasa de cambio por fluctuaciones del precio del petróleo mientras se vuelve realidad la orientación a mercados internacionales y se diversifica la canasta exportadora. El crecimiento de la economía aumentará el recaudo de impuestos directos e indirectos para financiar el gasto social, y los recursos para inversión pública y privada. El valor del trabajo aumentará, la clase media crecerá y la población necesitada se reducirá.
Es natural el temor a los grandes cambios, pero está comprobado que producen frutos: EE. UU. superó la crisis económica desatada en 1929 con políticas públicas audaces y transformación del aparato productivo requerida por la segunda guerra, China se ha desarrollado en cuatro décadas desde que aceptó el capital privado. El mayor riesgo es criticar lo actual sin proponer soluciones.