Colombia, un bus sin chofer

Colombia, un bus sin chofer

"Parece que nos encontramos en la orilla del abismo sin nadie al volante o con un piloto cuya experiencia no pasa de la conducción de carritos de juguete"

Por: Alvaro Julian Diaz
junio 04, 2019
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Colombia, un bus sin chofer
Foto: Twitter @IvanDuque

Virgilio Barco solía decir que ser presidente de Colombia era como ser chofer de un bus que siempre está al borde del abismo y que lo mejor que se podía esperar era que el bus no se desbarrancara durante su turno al volante, en una postura que algunos catalogaban de pesimista, mientras otros de realista.

Pues bien, en este momento nos encontramos en la orilla del mencionado abismo sin nadie al volante. O en el mejor de los casos con un piloto cuya experiencia no pasa de la conducción de carritos de juguete. Eso sí, con la asesoría rabiosa de un viejito vociferante (mentor del impúber conductor) que desde un asiento trasero le grita cómo debe conducir el destartalado vehículo.

Dejando de lado las metáforas automotrices y poniéndonos un poco más serios (solo un poco). La verdad es que los casi de 10 meses del gobierno de Iván Duque han estado marcados por la falta de liderazgo y legitimidad del mandatario, poniendo en duda la gobernabilidad del país. Empezando por varios de sus ministros y la propia vicepresidenta confundiendo el nombre del presidente con el de Álvaro Uribe.

Una de las primeras batallas para el jefe de Estado fue sacar adelante la reforma tributaria eufemísticamente llamada ley de financiamiento. En medio del escándalo por los llamados Bonos Carrasquilla, las cacareadas y ya rechazadas objeciones a la JEP, además de nada menos y nada más que el plan de desarrollo, al que muchos sectores desde ya tachan de inconstitucional. Sin contar con la renuncia del pulquérrimo fiscal Martínez y la liberación de Jesús Santrich, dos acontecimientos que cayeron como baldados de agua fría en los pasillos de la casa de nari.

Aunado a lo anterior. Si tomamos en cuenta lo que se proyecta desde el escenario internacional, las cosas no pintan mucho mejor. Con el dólar y el euro disparados. En medio de una guerra comercial entre Estados Unidos y China. Que no solo los involucra a ellos, sino a sus países satélites. Guerra comercial de la que Colombia puede salir muy mal librada. Donde varios analistas han dejado saber que el peso colombiano carece de la fortaleza para salir ileso de estas convulsiones. Además, con la producción nacional que no despega a pesar de las vastas exenciones tributarias dadas a los empresarios, cuando se suponía que esa era la fórmula para la generación de empleo y riqueza para todos.

Esto no es poca cosa, ya que si comparamos el contexto económico actual con el que hubo durante el primer gobierno Uribe, nos daremos cuenta que hasta el 2008 existió un boom económico a nivel global que ayudó a hacer parecer las políticas del gobierno como menos nocivas de lo que realmente eran. Ya para el 2010 el país estaba al borde de la quiebra pero poco eco hicieron de esto los grandes medios, por lo que el uribismo salió del gobierno, prácticamente impune.

Pero hay que ser justos con Ivancho, es que no la tiene fácil. Tiene la engorrosa misión de convertir a Colombia en ese país al servicio de la plutocracia terrateniente y financiera. Donde como decía Jaime Garzón, puedan disfrutar de la renta en paz. Mientras se hacen trizas los acuerdos con las Farc, al tiempo que se mantienen contentos a los gringos y multinacionales, entregando cualquier vestigio de soberanía y recursos naturales que nos puedan quedar. Mientras que al pueblo lo embelesan con telenovelas, escándalos que no terminan en nada y partidos de fútbol. Para que se conforme con las migajas y las protestas se circunscriban a la caterva de desadaptados de siempre. En otras palabras. La Colombia que proyectaba desde su primer periodo él único y verdadero líder para este 2019.

Para lograr erigir ese país soñado. Duque necesita construir consensos fuera de las curules del Centro Democrático, para lo cual planean no solo, no eliminar la mermelada como dijo en campaña, sino que legalizarla. Administrándola en gruesas capas de hasta el 20% del presupuesto siendo este manejado por los honorables parlamentarios. Para que estos voten sin titubear cualquiera de los maravillosos proyectos del gobierno. Como la subida en la edad de pensión y la desregulación laboral. De ser aprobado este esperpento, ahora sí que los politiqueros van a matar (literalmente) para llegar a integrar el Congreso.

Así las cosas, con un índice de aprobación que rara vez ha superado el 30%, con unos sectores sociales que se oponen a sus políticas fortaleciéndose cada vez más, con la violencia exacerbándose en todo el territorio, además de un sombrío panorama económico, tal vez el país de pesadilla que pintó Ernesto Macías aquella ventosa y fría tarde del 7 de agosto no constituía un diagnóstico del pasado, sino una suerte de profecía de lo que vendría para este sufrido país, que como bus sin chofer se encamina presuroso hacia el abismo.

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