La paloma de la paz está anidando en mi patria querida, en mi Colombia del alma, en mi tierra querida. Lo que vemos es un acontecimiento. Nunca antes había presenciado un hecho de esta naturaleza. Es ver para creer que se está poniendo fin a un conflicto fratricida y podrido.
El Mahatma Gandhi tenía razón, porque es verdad que la paz es el camino, es la ruta para llegar a la hermandad. La mayoría de los colombianos tenemos un origen común. Hablamos el mismo idioma. Tenemos costumbres y tradiciones parecidas. Compartimos una comunidad de intereses.
Todos los colombianos debemos sacar la bandera de Colombia. Pongámonos la camiseta de la Selección y pintémonos la cara con los colores amarillo, azul y rojo y que se entone el himno en todas las casas y en todas las plazas públicas de cada rincón del país. Que el mundo sepa que estamos de fiesta. Esto hay que celebrarlo. La felicidad debe ser total e ir por más. Asumamos la obligación de buscar acuerdos similares con los demás grupos armados al margen de la Ley.
Abracemos a todas las personas que encontremos en la calle. El fin de la guerra ha llegado. La llegada de la paz equivaldría más o menos a que la Selección Colombia ganase 20 mundiales seguidos, a que en los Juegos Olímpicos seamos potencia mundial en ganar medallas de oro.
Este suceso histórico es comparable a cincuenta premios Nobel en todas las disciplinas, a que Nairo gane 10 veces La Vuela a España, El Tour de Francia, El Giro de Italia y remate con la Vuelta a Cataluña; es como si a Mariana Pajón la declararan fuera de competencia en el bicicrós; Juanes, Shakira, Carlos Vives, Totó la Momposina arrasaran en los Premios Grammy; Sofía Vergara consiguiera 5 premios Óscar; James Rodríguez y Falcao obtuvieran 30 balones de oro. El significado de la paz es inconmensurable.
Ni qué agregarle a los miles de muertes de colombianos que se han evitado desde que el Gobierno Nacional y la guerrilla se pusieron a dialogar el fin del conflicto.
Estamos cambiando la guerra por paz, confianza y amor. Todos estamos invitados al sepelio de la guerra. Estamos naciendo a otra época. Podemos ser ejemplo para el mundo. Nada importa que hayamos tardado un poco en resolver las diferencias por medio del diálogo, pero nunca es tarde. Y ha llegado la hora de decir bienvenida la paz. No queremos más violencia. No a la guerra, sí a la vida, sí al amor, sí a la política limpia, sin armas ni corrupción.
Ya no podemos seguir hablando de venganzas, pronunciemos el idioma de la reconciliación, del perdón. Y por supuesto, no podemos perder de vista la justicia, que no se reduce solo a la Ley.
El odio nunca será un buen consejero. No seamos esclavos del rencor. Jorge Luis Borges pensó que amar al enemigo es cuestión de ángeles. Colombia tiene gente muy capaz de forjar lo imposible y de ser necesario, también podemos crear milagros.
Colombia tiene talento para la paz. Colombia es tierra de paz