Estimado Señor Piedrahita, en la medida que leo su nota "Reconozcámoslo, James fracasó en el Real Madrid” me encuentro con afirmaciones las cuales comparto, como que nos hemos quedado con las ganas de que James brille aún más en el equipo galáctico. Incluso me dio dolor de patria que en la pasada final de la Champions League ni siquiera en el banco estuvo. En este punto no quiero entrar a discutir que esto le está sucediendo por su “ego”, por sus ”peinaditos” y mucho menos por la música que escucha, el ”reguetón”, mencionado por usted. Lo cierto es que esperamos mejores oportunidades para él.
De igual forma, comparto que los insultos que desde nuestras latitudes se disparan en contra del DT Zidane no son más que el reflejo de la impotencia y rabia que produce el trato que el “calvo”, como muchos lo llaman, ha tenido con el compatriota Rodríguez. Lo cierto es que Zidane ha conseguido lo que otrora técnicos de peso y renombre no pudieron alcanzar al mando galáctico. Hoy, los que de alguna forma nos debemos al fútbol, ya sea por cuestiones laborales o emocionales, tenemos que reconocerle que así como lo recordamos por aquel golazo de goles en la Champions o el cabezazo mundialista que le significó una expulsión, también lo recordaremos por su gran campaña con el Real Madrid. Nuestro respeto para este señor, así nos disguste que no alinee a James y más cuando uno o dos días antes en rueda de prensa le dice a cualquier cantidad de periodistas que “James es muy importante para el equipo”.
Sin embargo, lo que no comparto por ningún motivo es el tal “gen de derrota colombiano” al que usted se refiere y al cual le atañe la “derrota” de deportistas como Lucho Herrera o Juan Pablo Montoya y de paso James. Cuando desempolvamos libros recientes de la historia de nuestro deporte o simplemente buscamos en Google, nos encontramos con triunfos como el del gran Antonio Cervantes “Kid” Pambelé quien se coronó campeón de boxeo en 1972; gimnastas como Jossimar Calvo y Javier Sandoval quienes en una Copa Mundo de la categoría hacen el 1-2. Igualmente, nos encontramos con hombres de hierro como Nairo Quintana, Esteban Chávez, Darwin Atapuma, entre otros, quienes se devoran las carreteras y/o montañas del viejo continente, a propósito qué lindo ver el tricolor nacional hondearse en puntos míticos como la cima del Alpe d’Huez por causa de estos señores.
De igual forma, nos topamos con los tenistas colombianos Juan Sebastián Cabal y Robert Farah quedando campeones de dobles en torneos mundiales, y si nos devolvemos al fútbol saludamos a Juan Guillermo Cuadrado y Falcao García campeones este año en Italia y Francia respectivamente. Además, si al tema le queremos meter unas cuantas cifras nos tocaría hablar de los 240 jugadores en distintos clubes del mundo, muy por encima de los 30 jugadores de los años 90… esto sin mencionar las hazañas de nuestras hermosas María Isabel Urrutia, Mariana Pajón y Catherine Ibarguen. Entre otras cosas, Lucho Herrera fue campeón de la montaña en las tres grandes vueltas (el Tour de Francia, el Giro de Italia y la Vuelta a España), solo dos personas —incluyéndolo— lo han logrado y Juan Pablo Montoya ganador de 30 podios y de las 500 millas de Indianapolis. Esto no es de “derrotados”, estos son proezas de ganadores.
El camino del éxito está plagado de situaciones que se deben sortear, no significando esto que estemos derrotados. Los colombianos hemos tenido la actitud para estar por encima de grandes problemas que nos afligen. Por eso, sin dudar, los genes que hoy componen nuestro ADN colombiano no son los de la derrota, sino los de la victoria y esperanza para seguir siempre adelante. Es la actitud para avanzar cuando estamos en medio de los problemas lo que hace la diferencia y en eso los colombianos somos campeones.