El agro en Colombia está mal, empezando porque de las 22 millones de hectáreas con vocación de cultivo que existen en el país, solo se utilizan 7,1 millones. Adicional a eso, el sobrecosto latente en la utilización de fertilizantes es tan exorbitante que al compararse con países como Brasil o Chile, la cantidad utilizada por Colombia da ejemplo de ineficiencia productiva, mientras que en los países mencionados se utilizan aproximadamente 200 kilos por hectáreas, nuestra amada Colombia usa 784 kilos por la misma cantidad de tierra; lo peor de todo es que la mayor parte de ese nutriente utilizado para la tierra es importado, y con la alza del dólar no se están para malgastarse estos productos.
¿Qué ocurre?, me pregunto. La causas de este último catalizador negativo del desarrollo de la agricultura se enmarcan en cierta proporción en que el Instituto Colombiano de Agricultura (ICA) está de lujo. Según datos del censo nacional agropecuario realizado por el DANE, el 90,4 % de los productores manifestaron no haber recibido asistencia técnica el año pasado, y ¿entonces el ICA solo atiende al 9,6 % restante? El gobierno hace lo de siempre, condicionado por las manifestaciones se pronuncia, solo eso, se pronuncia, no actúa, es una forma de hacerle un pajazo mental al pueblo que hizo acato ante el llamado de atención; de pronto tiene asuntos de mayor prioridad que atender; igual se trata del agro, no es prioridad para ellos.
La relegación y subestimación al sector agrícola ha estado desde siempre. No más vale dirigirse a los años 50 cuando entra en auge la industrialización en países latinoamericanos, estableciéndose este modelo como la vía estándar para lograr el desarrollo económico, en donde Colombia opta por seguir este modelo que propone la sustitución de importaciones permitiendo el aprovechamiento de recursos internos por medio de tecnología extranjera. Aquí la agricultura solo actúa como mero proveedor para industria; ni hablar de la actividad pecuaria que para la misma época no fue considerada estrategia para el desarrollo, y si trascendemos a ámbitos sociales, en el campo aun existe el analfabetismo en compañía de su amiga la pobreza, la misma causante del desplazamiento de grandes grupos de campesinos a la ciudad, en busca de oportunidades que el campo no les brindó.
Colombia tiene combustible, está en el campo, ¿Porque no salimos de los mismos cinco productos básicos de exportación, teniendo para ser la despensa alimentaria del continente? ¿Por qué el sector económico, que debería ser insignia en el país, hoy es el más olvidado? Esto quizás ya suene trillado pero el agro debe manifestarse. En materia de recursos es lo único que le queda a Colombia además del recurso humano sin preparar. Hoy entiendo por qué cuando cursaba undécimo grado ninguno de mis compañeros en la clase de orientación profesional mencionó como carrera a estudiar alguna relacionada con el agro. No creyeron en él, así como tampoco cree el Gobierno. El agro es la salida. Basta de darle vueltas al asunto. ¿Por qué en vez de tantos abogados no se motiva a nuestros jóvenes a ver en el campo una opción rentable? ¿Que haya mayor cantidad de ingenieros agrícolas, o agroindustriales o agrónomos? Colombia necesita gente en el campo, pero no gente analfabeta, gente preparada, gente dispuesta a sacar a este país no solo de los pésimos índices macroeconómicos, sino también de devastadores índices sociales, Colombia necesita del campo, y el campo necesita de Colombia.