No deseo mostrar una imagen negativa-extrema de la educación en Colombia porque sé de procesos serios de algunos sectores. Serios en el sentido de que le están apostando a la transformación de la sociedad por medio de pedagogía crítica, educación comunitaria, educación popular, etnoeducación, educación rural, entre otras
Considero que las instituciones privadas deben mantenerse en el país en tanto todavía queda una población reducida que puede pagar por ella. Lo que no comparto es que hay un montón de colegios de garaje. No tanto por sus condiciones físicas decadentes, sino por la falta de contenido pedagógico, lo cual no existe en la mayoría de ellos. La ampliación de cobertura lleva poco más de una década, década de decadencia. Por allí se han filtrado unas exageradas cascadas de dinero de todos los que habitamos este país. El Gobierno argumenta que los colegios públicos no tienen la capacidad de albergar suficientes estudiantes y por ello se debe contratar con los privados. Muchos de estos colegios están ubicados en casas cuya planta física se encuentra en deterioro. No hay condiciones de salubridad, no hay materiales para trabajar, pero el dinero del programa Ampliación de Cobertura, así sea al final del año escolar, llega.
A muchos de los maestros y maestras que laboran en ellos les ofrecen hasta 400.000 por 6 horas de trabajo (unos 200 dólares americanos) hay casos donde les ofrecen trabajar doble jornada, de 6:45 a.m. hasta 6:00 p.m. por 800.000. Estamos hablando de poco más de 11 horas de trabajo. Esto es explotación en todo el sentido de la palabra. Por ese mismo salario se les obliga a asistir los sábados, en algunas ocasiones.
La palea de los colegios públicos y privados por captar la mayor cantidad de estudiantes se centra en captar también la mayor cantidad de dinero que ofrece el Estado. ¿Dónde están los estudiantes? Si los pelao's no están en las aulas de clase, entonces ¿dónde están? Yo veo desde que el sol comienza a hacerle cosquillas a la mañana a muchos exhibiendo sus dotes de artistas en los semáforos; haciendo malabares, vendiendo productos de aseo, periódicos, camisetas, aguacate, matamoscas, jugos…los pelao’s han sido forzados a abandonar la escuela, el salario mínimo que llega a la casa por su papá, si es que vive con él, por su mamá o abuela, no alcanza; es un salario mínimo por que la ley no permite pagar menos.
Muchos de los jóvenes y jovencitas de este país han sido forzados a realizar labores que ellos no desean hacer: bandas criminales, sicariato, prostitución, recolectores de hoja de coca, guardaespaldas.
La exministra de educación, María Fernanda Ocampo, dijo que iba a poner la educación en Colombia en línea con la europea. ¿Pero cuál línea? Ella no está hablando de Finlandia. Ella habla de Francia, de Inglaterra, de España, donde los costos educativos, sobre todo a nivel de pregrados y posgrados, cada vez son más altos.
La decadencia se asoma cada vez que vemos la otra cara de la moneda de los jóvenes de este país. Estamos presenciando una era en la que gran parte de ellos no alcanza ni siquiera los 18 años. Llegan a los 15 y quieren ser padres para dejar una imagen de ellos por allí flotando.
Estamos presenciando una década en la que ser joven es sinónimo de carne de cañón, sobre todo los jóvenes de los sectores populares. Estamos en una era donde la educación en Colombia se ha vuelto cómplice de la desaparición de tanto talento que hay en los sectores populares. Los medios atinan tan sólo en catalogar a los jóvenes de dichos sectores de delincuentes y otros apelativos. Pero no hay un análisis serio acerca del proyecto educativo de esta nación.
La negativa de dejar entrar a otras propuestas educativas como las que mencioné al inicio del texto hace parte de la negligencia y centralismo del modelo educativo colombiano. Desde esas propuestas se puede detener la decadencia, pero puede más interés económico que el interés de restablecer la sociedad.