No normalizamos el COVID-19, pero sí la violencia. Colombia lleva décadas desangrándose en guerras ilógicas que no dan espacio a los sueños, la esperanza y por supuesto la vida. La masacre cometida contra los jóvenes en Buga es tan solo una muestra de lo aterrador que es vivir en este país del Sagrado Corazón.
Es miserable sentir cada vez más miedo por un país al que poco le importa la vida, al que prefiere la guerra por encima de la paz, un país indiferente, dividido e injusto. Samaniego, Llano Verde y ahora Buga ven partir desgraciadamente la vida de personas que apenas empezaban a construir sus sueños en esta fosa común llamada Colombia. Casualmente masacres cometidas en la región que menos apoya el gobierno de turno y toda su camada.
De acuerdo con Indepaz, durante el 2020, año de la pandemia, se registraron 91 masacres en 64 municipios del país, con un total de 381 personas asesinadas, en 2021 van 20 muertos por masacre en tan solo 24 días. Ya es tan normal escuchar asesinatos diarios en Colombia que las cifras se convierten en un dato más, porque ni noticias parecen.
Es preocupante la realidad que estamos afrontando, un virus mundial que está acabando con la gente y un país tricolor que compite por matar más a su pueblo. Es tan ilógico y a la vez tan admirable sobrevivir en este cafetal donde la delincuencia se apodera intensamente de los territorios y la violencia toca la puerta de nuestros jóvenes y como si fuera poco, tener que cargar con un gobierno corrupto, inepto y mentiroso.
Bien dijo Marco Tulio Cicerón: “Preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras”. En eso tenía toda la razón, no es ecuánime vivir en una tierra donde en cualquier momento te pueden robar, secuestrar o matar.
Se deben rechazar totalmente estas masacres que intensifican y agrandan el rojo de nuestra bandera, no son homicidios colectivos son masacres y eso nos debe doler más que nada, sin bipartidismos, sin edades, sin géneros y sin regionalismos tenemos la responsabilidad de hacer valer lo nuestro.
Ayer fueron los jóvenes de Buga, personas que como usted y yo nos vemos reflejados en esta cruda realidad que nos pintan como país mágico. No hay palabras que resuman la cantidad de sangre inocente que ha derramado esta nación, lo que nos lleva una penosa conclusión y es que en cualquier momento podríamos ser nosotros quienes estemos llorando a los nuestros o peor aún que nosotros seamos a los que estén llorando y posteriormente olvidando, porque así es Colombia un país sin memoria.
Es momento de alzar la voz por ellos, por nosotros y por Colombia.