Colombia se queda sin opciones

Colombia se queda sin opciones

El vendaval que ha sido esta campaña electoral ha llevado al hastío a muchos ciudadanos que ya no ven una opción para elegir ¿Continuará reinando el abstencionismo?

Por: Cristhian Lesmes Moreno
junio 16, 2022
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Colombia se queda sin opciones
Fotos: Leonel Cordero

Las imágenes de televisión del pasado fin de semana, en las que enormes ríos de personas alborozadas colmaron la explanada del palacio de Buckingham, y, congregadas allí, celebraban setenta años de mandato de la reina Isabel segunda de Inglaterra, hablan perfectamente bien de la naturaleza, esencialmente indocta y voluble de los pueblos, independientemente, del rincón del mundo que estos habiten. 

Esto, puesto que resulta cuanto menos extraño para nosotros que una población letrada y que goza de un alto nivel de vida, como la británica, elogie la pervivencia de una institución anacrónica y ciertamente ridícula como la realeza. 

Como bien se sabe las monarquías europeas carecen de cualquier competencia en materia ejecutiva dentro de los asuntos de la administración del Estado, su papel, entonces, es más bien ornamental y sirve fundamentalmente para distraer de manera muy eficiente a la opinión pública cada vez que esta se solaza con los vericuetos internos y los asuntos de la vida privada de esas familias. 

Esto fue instituido así desde el momento histórico en el que las burguesías francesa, española, británica, junto con las nórdicas, fueron tomándose la dirección de los aparatos de Estado, y, en aquellos sitios en donde no cercenar de raíz a las vetustas casas reales, les relegaron a desempeñar un papel secundario y de mero ornato, eso sí, siempre con cargo al tesoro público y con muy buenos réditos para apuntalar los propósitos de anestesiar la crítica ciudadana, como hemos visto con mucho estupor en el ejemplo del Reino Unido.

Parece así que la política electoral en los escenarios contemporáneos pasa por ser un acto eminentemente pasional, pues es evidente que los asuntos y temas que mueven el lente de la opinión ciudadana en materia política son antes que cualquier otra cosa cuestiones propias de la más honda emocionalidad humana. 

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Por esa razón el debate y la discusión electoral que se desarrolla en Colombia resulta ser tan farragoso y difícil, puesto que la argumentación y el análisis son elementos propios del ejercicio de la razón libre e informada. 

Entre tanto que, las campañas de Petro y Hernández, a la sazón, vencedores de la primera vuelta de la elección presidencial, han apelado con creciente ahínco al ejercicio de una discusión visceral y animosa, razón por la que el desarrollo de los análisis de sus programas, propuestas, trayectorias junto con el comportamiento propio del devenir de ambas aspiraciones presidenciales, se ha convertido en una compleja tarea que de antemano es rechazada con una inusitada hostilidad por los agitadores más furibundos de ambas campañas.    

En primer término, es relevante hacer notar que el hilo que tuvo en común el resultado electoral fue que la votación reflejó un descontento creciente y mayoritario de la población con la política económica y con los pobres resultados en todos los ámbitos del desastroso gobierno de Duque. 

Esto no resulta en absoluto extraño ya que las dificultades que atraviesa el mandato duquista en los ámbitos de su actividad institucional ya habían llevado a amplios sectores sociales a protagonizar masivas protestas en contra de las políticas de profunda raigambre neoliberal, políticas, que ha implementado sin pausa y con denodado rigor al igual que todos los gobiernos que le antecedieron. 

Por ello, era previsible que la indignación fuera canalizada hacia un respaldo electoral mayoritario a la aspiración de Petro y la de los múltiples grupos políticos que le secundan. 

Esto, sin embargo, ocurrió a medias, puesto que, en el devenir presuroso de la campaña, pero sobre todo en su último tramo, una parte sustantiva de la indignación fue capturada, de manera muy hábil, por la campaña de Rodolfo Hernández, al punto de desplazar a Gutiérrez y obtener una votación de casi seis millones de personas que le ha permitido disputarle a Petro la presidencia de la república.

¿Qué razones llevaron al repentino y vertiginoso ascenso de Hernández al segundo lugar en la votación presidencial? 

Y sumado a ello, ¿Qué errores fueron cometidos por Petro y sus seguidores para no obtener la victoria en primera vuelta y verse a gatas para alcanzar el triunfo en segunda? 

A este respecto es conveniente considerar, en primer término, la génesis de Rodolfo Hernández, su trayectoria empresarial y su muy polémico trasegar político, primero, como concejal de la ciudad de Bucaramanga, y, posteriormente como alcalde de esta. 

Cercano a cumplir los ochenta años, Hernández es un empresario de la construcción que erigió su voluminosa fortuna siendo edificador de viviendas de interés social en el municipio de Piedecuesta. 

Su negocio consistía en desarrollar proyectos de vivienda de interés social y luego capturar las rentas hipotecarias por periodos de entre quince y veinte años. 

Este sistema hace que una persona que adquiera una pequeña propiedad, la pague con un muy oneroso interés durante periodos muy prolongados de tiempo, lo que en la práctica le lleva a pagar un inmueble hasta tres veces más de su valor inicial. 

Si es que no corre la mala suerte de tener mora en la deuda y ser expropiado por la entidad financiera con la que adquirió la obligación hipotecaria. 

Esto incluso habiendo pagado el capital y parte de los intereses de lo prestado, hay que recordar como el grupo Aval de Luis Carlos Sarmiento Angulo ejecutó el desalojo de más de 150 mil familias entre las décadas de los noventa y principios de dos mil. 

Este sistema, que fue adoptado desde el gobierno de Misael Pastrana Borrero a principios de los setenta, llevó a la calle a centenares de familias, y, sus sucesivas reformas sólo han conseguido que los constructores, los bancos y los especuladores inmobiliarios hayan conseguido amasar fortunas fabulosas a base de la onerosa exacción de intereses punitivos o de la expropiación por vía de muy expeditos procesos ejecutivos sobre los inmuebles y su posterior reventa. 

El tono y el comportamiento de Hernández es propio de un ciudadano anquilosado en la etapa final del siglo XIX durante la república conservadora. 

Sus formas, así como su pensamiento se corresponden con las de un comportamiento premoderno y parroquial, tan característico y extendido en muchas regiones del país. 

Por eso, es que su meteórico ascenso se explica en parte porque su lenguaje protervo, su desconocimiento manifiesto del funcionamiento y de la estructura del Estado. 

Su limitada capacidad analítica respecto de la configuración macroeconómica del país, sus declaraciones generalizantes y desobligantes acerca de los gremios y los derechos adquiridos de los maestros, las mujeres, de la fuerza pública, en especial de la Policía Nacional, de los jueces y de la administración de justicia. 

Su abierta vulgaridad y esa agresividad mendaz que le ha llevado a golpear y a amenazar de muerte a varios de sus críticos y contradictores. 

Han sido usados por su campaña para conectar con una parte de la población que le alaba y elogia tales conductas y que ve en ellas una manera válida de hacer política. 

El apoyo que Hernández ha logrado en muchos sectores es fruto de que una parte de la población se comporta o es como él y ve como la exaltación mediática de su "atarvanería" glorifica sus más profundas emociones en materia política y ante esto no examinan argumentos racionales de ninguna índole. 

Hacen que su voto, así como su respaldo a Hernández, sea un acto de la pasionalidad política antes que un ejercicio de evaluación racional tanto de su trayectoria como de su programa.

Por otra parte, Petro y su campaña están lejos de entender esto. En una medida similar que la de Uribe Vélez la campaña del pacto histórico se construyó a base de elaborar el discurso de un enemigo común que derrotar, este enemigo, era caracterizado en la figura y el grupo político de Álvaro Uribe Vélez. 

Por esto, los esfuerzos de la campaña presidencial de Petro se centraron en concentrar sus ataques en denostar de la aspiración de Federico Gutiérrez, puesto que esta era una clara manifestación de la apuesta del uribismo por no perder la presidencia ni su influencia en la política interna del país. 

Sin embargo, los grupos políticos que integran el pacto histórico, que son en esencia movimientos sociales, más ligados con reivindicaciones segmentadas y particulares como las de los grupos LGBTQIA+, mujeres, indígenas, afrodescendientes, victimas, entre otros muchos, que con las de un  partido político no lograron condensar sus aspiraciones en una sola y común reivindicación. 

Entonces, se sumaron a la campaña de Gustavo Petro, esperanzados en que este les concediera un espacio en su programa de gobierno e incluyera su específica petición en este. 

El Pacto Histórico es la sumatoria amorfa de un sinnúmero de agrupaciones políticas y sociales, no tiene un programa común, carece de unas normas claras de funcionamiento, y se agrupa entorno de la figura caudillista de Petro, es decir se parece mucho, salvadas las distancias ideológicas, a como funciona el caudillaje uribista.

Concebir a Gustavo Petro y a su programa como de izquierda, es un despropósito, no sólo porque el mismo Petro lo ha repetido hasta el hartazgo, sino porque la estructura programática inserta en el plan de gobierno de Petro está lejos de cuestionar los más mínimos fundamentos de la política económica neoliberal, cosa que por demás lo hermana con el programa económico de Hernández. 

El texto del programa empieza por dejar intactas las instituciones del título económico de la constitución de 1991, mantiene la independencia del banco de la república y la antidemocrática designación de las principales autoridades rectoras de la política económica y fiscal en el DNP, el CONPES y el ministerio de hacienda. 

Quien, a propósito, Petro, propone, en medio de una entrevista en la emisora La W, que sea, José Antonio Ocampo, un reconocido exégeta neoliberal y director de la CEPAL por muchos años y quien entre otras diseñó el programa económico de Sergio Fajardo que no era otra cosa que una colección de machacadas premisas neoliberales. 

Esto no resulta casual, puesto que en su trayectoria parlamentaria Petro, votó a favor del TLC entre Colombia y Estados Unidos, votó a favor de la entrada a Colombia a la OCDE, votó por Alejandro Ordoñez como procurador, siendo además quien le destituyó siendo alcalde. 

Para rematar, ahora invita a Rudolph Hommes, el más abyecto implementador de las políticas de apertura económica, privatización, cercenamiento de derechos laborales, sociales y económicos de la población colombiana durante el aciago gobierno de César Gaviria, a hacer parte de su campaña e integrar el equipo económico de esta.

En una entrevista con el diario El Tiempo hace dos semanas, Petro asegura que él va a cumplir de manera rigurosa el programa de ajuste fiscal trazado por el FMI siendo presidente, tal cual lo han hecho todos los gobiernos precedentes. 

Se comprometió también con los delegados del organismo multilateral a desarrollar una reforma tributaria de 50 billones de pesos, y a seguir implementando la política de austeridad en el gasto público que en plata blanca significa seguir recortando derechos a los trabajadores para asegurar la efectiva y equilibrada balanza de pagos. 

No causa extrañeza que en materia de política económica todas las campañas más o menos compartieran los mismos propósitos y derroteros respecto de la política económica, puesto que el acento en la discusión no se puso en este punto, el más crucial y relevante de todos, sino en asuntos baladíes como el tono de los candidatos y sus diferencias en cuestiones de menor calibre. 

Por eso, nadie advirtió que la propuesta pensional de Petro y Fajardo, el sistema de pilares era la misma y que esta es una vieja proposición salida de los tanques de pensamiento del Banco Mundial. 

El programa de Petro tampoco cuestiona la aplicación de los actos legislativos de reforma al régimen de regalías, de aplicación de la regla fiscal, ni menciona tampoco tan siquiera un cuestionamiento marginal al sistema de transferencias a las regiones, puntales de la política económica neoliberal, y, asunto de vital importancia que se marginó casi por completo del debate presidencial previo a la primera vuelta electoral.

Debatir este punto ha resultado particularmente difícil, puesto que desde la orilla del petrismo cualquier discusión respecto de sus propuestas es asumida como un ataque, y se desdeña echando mano del gastado recurso de ubicar la crítica del lado del uribismo. 

Casualmente desde la orilla fajardista, se hacía lo propio, puesto que cualquier censura a su campaña era interpretada de inmediato como un ataque proveniente del petrismo. 

Entre tanto y en medio de esta polémica artera y estúpida, la campaña de Rodolfo Hernández se dedicaba a explotar con inteligencia y acierto las múltiples posibilidades que hoy brindan las redes sociales y haciendo acopio de una simplificación extrema del mensaje político, convirtió a la lucha contra la corrupción en su principal bandera. 

Hernández hace que su pasado, su vulgaridad, así como toda suerte de polémicas declaraciones que ha hecho queden en un segundo plano.

Indudablemente a Hernández esto le funcionó y echó por tierra, de paso, la necia insistencia que hoy subsiste en las filas de la izquierda más tradicional y conservadora de replicar los repertorios de campaña que eran usados en las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado. 

Por eso causa mucha gracia a la vez que profundo estupor ver a los miembros de los partidos y organizaciones de izquierda repartiendo toda laya de volantes, periódicos, haciendo perifoneo y sacando pecho por el desarrollo de numerosos actos en las plazas públicas en los que cometen la profunda estupidez de convencerse a sí mismos, de lo que previamente ya estaban convencidos. 

Entre tanto que Hernández se dedicaba a insistir mediante el uso de todas las redes sociales a su alcance en su sencillo pero contundente mensaje, haciéndose con parte de la indignación ciudadana, acaparando en su figura la lucha contra la corrupción y haciendo de sus defectos de personalidad, virtudes que conectan muy bien con el carácter premoderno y conservador de una parte muy importante del pueblo colombiano.

En suma, si el pueblo británico celebra setenta años de una monarquía anquilosada y anacrónica, no debe causar extrañeza que en Colombia un personaje pintoresco y a la vez agresivo como Hernández consiga una votación portentosa y hoy le dispute la victoria electoral a Petro. 

De las muchas razones que han hecho de Hernández un fenómeno político debe destacarse que ha empleado los recursos a su alcance con la sencillez y la eficiencia que las campañas del denominado centro y la izquierda no fueron capaces. 

En primer lugar, usó un solo mensaje, sencillo, contundente y repetido hasta la saciedad en videos cortos en todas la redes, en segundo lugar, empleó los elementos de su personalidad como prenda de garantía de sus palabras, no obstante, estos resulten, altisonantes y agrestes, además fue interpretada de manera muy positiva su negativa a suscribir acuerdos y el rechazar, sin miramientos, el respaldo de lideres políticos reconocidos a su campaña.

Por otro parte y de manera contraria, Petro apostó por un pragmatismo que le llevó a suscribir acuerdos con personas tan oscuras y cuestionadas por sus vínculos con el paramilitarismo como Zulema Jattin y Enilce Lopéz, (la gata), a recibir dentro de su campaña a politiqueros despreciables como Roy Barreras y Armando Benedetti, y a nombrar jefe de debate a un conocido y corrupto manzanillo del tenor de Alfonso Prada. 

Todo esto sin mencionar que la plana mayor de los ministros de Juan Manuel Santos se integró a su campaña, esto, no es menor, puesto que Juan Manuel Santos es uno de los peores criminales de la historia colombiana al tener manchadas las manos con la sangre de más de seis mil jóvenes pobres e inocentes asesinados en el terrible episodio de los falsos positivos, siendo este ministro de defensa del oscuro gobierno de Uribe Vélez y hecho por el que no ha respondido judicialmente en la justicia transicional. 

Por ello, además, no debe dejarse de lado como Petro también recibió el apoyo del siniestro Luis Ernesto Gómez quien siendo secretario de gobierno de la neoliberal Claudia López, masacró criminalmente usando el ESMAD a los jóvenes protestantes del portal de las Américas.

Las muchas lecciones que deja la elección presidencial se han adosado con el ridículo bochorno que cometieron Sergio Fajardo y sus más dilecto esbirro, Jorge Enrique Robledo, quienes pretendían que la pírrica votación que obtuvieron en la elección de primera vuelta les permitiera negociar un acuerdo para apoyar a Hernández y de paso quedar del lado del uribismo que ya se había incrustado sin condiciones en la campaña rodolfista. 

Fiel a su estilo, el colérico anciano, les dio un portazo y les puso en su sitio, gracias a que pretender que una votación de personero de colegio les sirviera para modificar los derroteros esencialmente neoliberales de la campaña de Hernández y quedar habilitados para respaldar sin que se les notara tanto su vulgar oportunismo era una tontería que nadie en sus cabales les aceptaría.

Con todo es evidente que la fractura en el bloque de poder puso al establecimiento y especialmente a la burguesía financiera del lado de Petro, por ello, le respaldan económicamente Sarmiento Angulo y Jaime Gilinski, entre tanto que el uribismo se resiste a morir, al apostar sus últimos cartuchos en la aspiración de Hernández, así, este resulte tan errático e imprevisible como lo fue en la alcaldía de Bucaramanga. 

No deja de ser anecdótico que el más furibundo uribismo ahora comparta asuntos que antes rechazaban, tales como la adopción por parte de parejas del mismo sexo, la eutanasia, el matrimonio homoparental, el restablecimiento de relaciones con Venezuela y toda una serie de propuestas de tenor similar que Hernández sumó a su campaña luego de la primera vuelta electoral para no tener que debatirlas con Petro ni que este las tuviese como argumentos para atacarle.

Las barras bravas del petrismo, siguen en lo suyo, atacando de manera indiscriminada a Hernández, mientras que este de manera inteligente no se dirige a Petro ni asiste a debates. 

Al parecer las lecciones que dejó la primera vuelta electoral no fueron aprendidas por las toldas del petrismo y la izquierda. 

Se sigue insistiendo en hacer campaña como si estuviésemos en medio del paro de 1977, creyendo que las mayorías en Colombia actúan de manera racional, que la política es un acto académico en el que se pueden enarbolar aforismos ininteligibles para recaudar votos, y, que, como el pueblo británico, el colombiano no actúa motivado por sus pasiones más básicas en materia política. 

Se defiende una política y unas premisas políticas socialdemócratas, pero apelando al uso de mecanismos proselitistas del pasado, no se le ha dado el valor que Hernández le dio a las redes, no se ha concentrado un mensaje único y contundente, y, por sobre todo, la arrogancia y superioridad que profesan los seguidores de Petro antes de la primera vuelta, lejos de desaparecer se ha agudizado.

Independientemente de quien gane, Petro o Hernández, el ansia de cambio que motivó el apoyo ciudadano a sus campañas no fructificará en ningún cambio sustancial. 

Esto porque la raíz de la crisis que reside en cabeza de la carencia de soberanía económica y política que padece Colombia desde hace un siglo y que es ejercida por la política exterior de los Estados Unidos, no es cuestionada por parte de ninguno de los dos candidatos.

 Alejandro Gaviria el neoliberal ex ministro de salud de Santos, expresó con toda claridad las razones por las cuales el establecimiento tomó partido por Petro, al sostener que Colombia es un volcán a punto de hacer erupción y que solo un gobierno de Petro puede contener el ascenso de la ebullición popular ante la grave crisis alimentaria, económica y política que le espera a occidente en los dos próximos años. 

Si quien sale victorioso por el contrario es Hernández, es de esperarse que quienes tenían cifradas sus esperanzas en administrar el establecimiento, ahora entiendan que es la lucha y la resistencia civil el único camino para lograr un auténtico cambio junto con el advenimiento de una nueva democracia. 

Esto por ahora no se entiende por parte de quienes ya se veían gozando de las mieles de la dirección del Estado. 

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