La última semana será recordada como el momento en que la dignidad se impuso sobre el miedo y la muerte. Cientos de acciones y miles de manifestantes han salido a las calles para rechazar las políticas que a inicios de los 90 del siglo pasado se nos presentaron como epígonos de progreso.
Hoy, armados de carácter campesino y de propuestas sectoriales, Colombia está en paro para construir una Colombia diferente.
Desde muy temprano cientos de miles de colombianos se congregaron en trece ciudades para el denominado “Cacerolazo de apoyo al Paro Nacional Agrario”.
“Hoy demostraremos que Colombia sí está en paro, que el paro es nacional y que no se levantará hasta que el gobierno entienda que a la protesta social se le trata con diálogo y no con armas”, dijo un vocero de la Mesa Nacional Agraria de Interlocución y Acuerdo (MIA-Nacional).
La jornada estuvo llena de color y carácter campesino, la ruana fue el símbolo de dignidad y la Colombia rural el actor principal. Todo transcurrió en completo orden en la mayoría de ciudades. Bogotá sin embargo, fue el escenario en que la provocación y la violencia se impuso.
Pasando el medio día un grupo de agentes del Escuadrón Móvil Anti Disturbios, ESMAD, en acto de provocación lanzó artefactos explosivos contra un grupo de estudiantes que pasaban sobre la Cra 7º con Calle 22. Desde ese momento el horror que hemos visto a través del lente de periodistas alternativos se hizo real en las calles. Tanquetas, Hombres encapuchados con corazas de risa, caballos dirigidos por bestias, motos manejadas por pesadillas se tomaron el centro de la ciudad.
Infiltrados y Policía coparon la indignación y lograron lo que buscaban: montar un escenario mediático que refuerce aquello de “quienes protestan son solo vándalos”, “están infiltrados”, “son las FARC”. Y el largo etcétera se disparó una vez más desde el Ministerio de Defensa, en voz de Juan Carlos Pinzón, al caer la noche del 29 de agosto.
“El talante de la democracia colombiana admite la protesta social” dijo el Ministro. Quisiéramos que eso fuera cierto, los cientos de miles de ciudadanos que hoy recorrieron trece ciudades también lo quisieran, pero lo vivido en Bogotá, lo vivido en todos lados donde el paro nacional, está vivo, demuestra precisamente todo lo contrario: El talante de la democracia colombiana no admite la protesta social.
Las Centrales Obreras, las organizaciones sociales, las plataformas y movimientos políticos, los estudiantes, los campesinos hoy demostraron que Colombia sigue en movilización, que el “tal paro” no es invento, y que a pesar de la fuerte represión que deja muertos, heridos y capturados bajo montajes judiciales seguirán abiertos al diálogo.
La Mesa Nacional Agraria de Interlocución y Acuerdo, MIA, llama al Gobierno Nacional a la mesa de conversaciones para dar solución al pliego de peticiones. La población sigue convocando a manifestaciones de apoyo al paro. Los periodistas y medios alternativos siguen informando y comunicando lo que no pasa por las grandes cadenas de información. ¡El paro se mantiene! ¡Colombia se moviliza!
#29A en Bogotá (Por Hernán Camacho)
El cielo capitalino brilló en todos sus tonos. La concentración masiva de manifestantes rebosaron los cálculos de los más optimistas; 200 mil bogotanos desfilaron con banderas, consignas, sartenes y mucha solidaridad acompañando las peticiones de los campesinos y sectores sociales agobiados por la crisis social desatada por los gobiernos y el poder.
La Carrera Séptima atestada como es costumbre cada que el pueblo colombiano se da cita allí, se vistió de gala, pitos y tambores. “Este sí es un paro”, se escuchaba entre los manifestantes que agrupados desde las primeras horas del día levantaban una demanda en particular: el agro, la educación, la salud, las madres comunitarias, los camioneros, los maestros y las gentes del común que se sumaron a la gigante movilización.
La Plaza de Bolívar, destino de los marchantes, se llenó repetidamente mientras se rechazaba las políticas neoliberales que ahondan la crisis social, génesis de la protesta. No obstante, la maratónica jornada de protesta se vio aguado por la provocación oficial que con desmedida fuerza aplicó un tratamiento de guerra contra los protestantes. El abuso policial indignó a los miles de manifestantes que vivían una fiesta democrática hasta después del mediodía. Bogotá respaldó el pliego nacional de peticiones y notificó al gobierno nacional que paro sí existe.