La realidad latinoamericana está atravesada por múltiples dicotomías. Encuentro que estas dicotomías que yo llamaría multidimensionales tienen puntos en común en los dos países que contienen mi vida. A lo largo de la historia se han repetido con estas palabras o similares escritas sin un orden premeditado: izquierdas o derechas-liberación o dependencia-ricos o pobres-dogmatismo o librepensamiento-educación o barbarie-unitarios o federales-justicia o paramilitares-paz o violencia.
Podemos luego sumar otras tantas, pero es en la última donde debemos detenernos hoy a pensar nuestras naciones. En este año 2018 Colombia se encuentra en un punto, un momento fundacional similar al que vivió Argentina en 1983 con el retorno a la vida democrática después de una oscura, violenta era de luchas de facciones políticas, algunas armadas que tuvieron su apogeo desde 1973, derivaron en el golpe militar de 1976 hasta su final un año después de la guerra de Malvinas.
En Argentina la elección fue entre democracia o dictaduras y votamos porque nunca más se viviera un golpe de estado. Hoy en Colombia se elige entre paz o violencia, esa es la verdadera elección más allá de los actores circunstanciales. En el comienzo hablé de dicotomías, pero la realidad no es plana sino poliédrica, hay muchísimo por discutir en todos los niveles de la sociedad, menos en esa opción. En la palabra “paz” significante y significado son la misma cosa.
¿En boca de Uribe significa lo mismo que pronunciada por Petro, por Fajardo, por Santos? Mientras no signifiquen lo mismo la paz formará parte del poliedro de la realidad. Aquí en Colombia la violencia extrema partió el país durante 50 años, en Argentina fueron 10, quizás no sean comparables ni los daños ni las consecuencias para varias generaciones. En Argentina no hubo desplazados y los muertos directos por la violencia política fueron del orden de los 10.000, pero la división, la grieta en la sociedad aún perdura. Tuvieron que pasar no menos de 30 años para que Alfonsín, cuyo gobierno tuvo innumerables deficiencias sobre todo en el plano económico, fuera puesto en el lugar de la historia que merecía por la valentía con que mantuvo el timón de la democracia como valor axiomático.
Observo al pueblo colombiano demasiado preocupado por lo que harían las exguerrillas y los exviolentos en la legalidad: desde la experiencia de mi país les diría que no hay nada mejor que dejarlos participar y comprueben que son una minoría muy pequeña que quedará en discursos “revolucionarios”, en declamaciones para un ágora vacía.
Aproximadamente en 1870 el presidente argentino Domingo F. Sarmiento fundó las bases de la educación que le dieron al país 70 años de liderazgo en la región, aún hoy y a pesar de tanta decadencia todavía se goza de esos frutos. Educación o barbarie es la otra opción importante que admite matices en el poliedro de la realidad, esa es la discusión del futuro aunque a los políticos no les interese porque no se ven los resultados en un mandato. Ahí deben ir las energías cuando se logre que la paz no sea un tema a discutir.