El pasado 21 de noviembre Colombia, como ya lo hacían en ese momento países de Europa y América Latina, mediante su más amplia movilización social de los últimos 70 años, expresó su voluntad de cambio.
Así se expresaba en la calle lo que en las urnas ya se había mostrado en la segunda vuelta presidencial donde por primera vez en la historia de nuestra vida republicana, un candidato progresista, lejos de las viejas élites que siempre nos han gobernado, pudo ganar la presidencia, cuestión que se malogró por el fraude electoral y compra de votos por la ñeñe política y posteriormente en las pasadas elecciones regionales donde el gran perdedor fue el uribismo.
Hasta ese instante se presagiaba desenlaces complejos para el gobierno y la gobernabilidad del país.
Para el mes de marzo se anunciaban nuevos paros.
Pero se atravesó la pandemia del coronavirus y trajo como mecanismo de protección de la salud y la vida la decisión mundial y nacional del confinamiento. En el mundo la mitad de la población ha estado confinada por tres o cuatro meses, como una especie de "huelga general" e igualmente en nuestro país.
Esta cuarentena que ha ratificado viejas pero acertadas tesis de que la fuente de riqueza es el trabajo, ha sido utilizada por Iván Duque, a sabiendas de la implícita desmovilización en la calle que ella ha traído,
adicionado a la falta de control político desde el Congreso y control jurídico desde la Corte Constitucional, para gobernar a sus anchas, de forma autoritaria. Y con rasgos fascistas al no responder por la vida democrática del país, la protección de líderes sociales y desmovilizados de las Farc e insistir en hacer trizas los acuerdos de paz, acompañado del uribismo que propone disolver el Congreso e imponer un sistema unicameral y cambiar los acuerdos de paz.
De manera oportunista, legisla para sus socios los banqueros y las grandes corporaciones nacionales y extranjeras.
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A la población que ha perdido sus ingresos, sin los cuales no habrá reactivación económica, el gobierno le ha negado ayudas oportunas y suficientes
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Para el resto de la población que ha perdido sus ingresos, sin los cuales no habrá reactivación económica, le ha negado ayudas oportunas y suficientes, destruyendo el tejido empresarial de las mipymes y generando la mayor caída económica del PIB y la mayor tasa de desempleo en la historia del país y poniendo en serio riesgo la salud y vida de la población.
Este es un desastre nacional, por lo cual se necesita la reconstrucción del país.
Se necesita no hacer lo mismo si queremos obtener resultados diferentes.
Un programa de reconstrucción nacional debe desarrollarse, que al menos atienda: 1- atención universal y gratuita de salud educación y agua potable. 2- defensa de la producción nacional y el empleo con derechos. 3- fortalecimiento y ampliación del patrimonio público. 4- transición energética que proteja el ambiente y detenga el cambio climático 5- democracia, soberanía, vida y paz.
Pero esto solo se puede hacer, con una amplia y fuerte movilización social en las redes y en las calles que vaya consolidando la más amplia unidad y convergencia de sectores sociales, gremiales y políticos, ajenos a las políticas guerreristas y neoliberales, que establezcan un nuevo gobierno democrático y progresista a todos los niveles del estado.
Si el 21 de noviembre Colombia se levantó contra el mal gobierno hoy hay más razones para ello. Hay que reconstruir a Colombia, pero con quienes les duele la suerte de la mayoría de sus compatriotas. Otra Colombia, SÍ es posible.
Twitter: fabioariascut