Con el cambio climático causado por el hombre, la temperatura se ha vuelto tan insoportable en algunas regiones del planeta que sus habitantes ya empiezan a contemplar seriamente vivir en otros países de temperaturas menos extremas.
Y en este sentido, países cercanos al Ecuador, con temperaturas relativamente estables a lo largo del año, como Colombia, aparecen en el horizonte como potenciales destinos del nuevo fenómeno de la migración por razones climáticas.
Regiones como el suroeste de Estados Unidos, incluida California (que ha empezado a racionar el agua a sus habitantes), Europa, India, Paquistán o Iraq, por mencionar algunas, se han visto golpeadas por sequías u olas de calor nunca antes vistas. Incluso países de temperaturas teóricamente más moderadas como México se han visto aquejados por este problema.
Por lo mismo, no es de extrañar que quienes tienen la oportunidad y los medios de elegir dónde vivir, empiecen a inclinarse por aquellos sitios con temperaturas más agradables.
En Bogotá, por ejemplo –aunque en algunas épocas del año se sienta mucho frío y en otras, de día, alumbre un solazo casi tropical–, se mantiene una temperatura predominantemente fresca a lo largo del año, muy lejos de los insoportables calores veraniegos de regiones ubicadas hacia los hemisferios norte o sur.
De modo que el colombiano promedio debe saberse privilegiado de la ubicación del país en este nuevo contexto de crisis climática, pero por lo mismo también debe ser más responsable con el entorno natural y potenciar el desarrollo ambientalmente sostenible.
Debe empezar a implementarse la economía restaurativa: no solo frenar la deforestación sino empezar a reforestar lo ya deforestado, contaminar menos, construir muchas más plantas de tratamiento de aguas residuales o fomentar el turismo restaurativo, entre muchas otras acciones.
Y para eso falta aún mucha conciencia y compromiso por parte de la ciudadanía misma.
En la calle basta ver la inmensa cantidad de ignorantes que, a pesar de lo que ven en sus redes sociales, siguen botando la colilla del cigarrillo al piso. O quienes aún son asiduos a pedir comida a domicilio en empaques de icopor, que son difícilmente reciclables.
La mejor forma de evitar que el país se siga ahogando en sus propias basuras, a falta de los trasnochados rellenos sanitarios, es seguir la sencilla pero poderosa fórmula de la jerarquía de gestión de residuos (sobre todo en materia de plásticos): evitar, reducir y reutilizar antes que reciclar o desechar.
A pesar de ser un país privilegiado por su ubicación geográfica, Colombia tiene que empezar a meterle en serio la ficha al tema ambiental, lo que incluye la economía restaurativa.
