Lamentablemente hoy también es un día de luto nacional en el país, hago llegar nuestro profundo y sincero pesar y condolencias a la familia y amigos del señor ministro Carlos Holmes Trujillo. No voy a utilizar esta intervención para el elogio vacuo, el ministro Carlos Holmes Trujillo merece todo el elogio y agradecimientos posibles por el extraordinario trabajo realizado por su gente y su Estado en el camino hacia una democracia plena, una economía de mercado y el respeto por los derechos humanos.
El Dr. Holmes Trujillo ha sido un diplomático y estadista de gran experiencia excepcional y distinguido, cualificado profesionalmente y con profundos conocimientos y llegó a ser una eminente figura internacional, conocida por su imparcialidad y capaz de dirigir y animar un debate dinámico y constructivo entre los ministros. Ha realizado un trabajo excelente en circunstancias sumamente difíciles y lo ha demostrado durante todo su mandato.
El Dr. Holmes dejó iluminado con sus luces el camino hacia la democracia, la libertad y la mejora de los derechos humanos, mostrando a los compatriotas el valor añadido de nuestros derechos soberanos, invitándolas al diálogo y a la tolerancia para superar la violencia y el sectarismo en las circunstancias de seguridad imperantes. Es importante reconocer el enorme esfuerzo realizado. Eso es lo que yo llamo un buen trabajo responsable por parte de un político —como se dice en derecho— como lo hace un buen padre de familia.
Con su muerte, toda Colombia ha perdido a un gran líder espiritual, que siempre defendió nobles valores; un gran gobernante, que fue valiente adalid de la justicia y que rechazó la injusticia y la opresión; nos enseñó que la clave de la paz está precisamente en el respeto al derecho ajeno. Fue una persona ilustrada que vio las cosas como son, que supo reflexionar y llegar a la raíz de las cosas y mirar el fondo de las personas, en definitiva, supo tener en cuenta y conectar con todos los aspectos de la difícil realidad del país y las personas, conciliar sus lazos y valores democráticos, cuidar a sus miembros y crear las condiciones ideales para el desarrollo, seguridad y derechos humanos para todos.
Él era un hombre de entusiasmo y siempre veía grandes talentos en la gente. Este hombre ilustrado del tercer milenio, en su realidad, era de gran inteligencia, correlativo a su alta sensibilidad moral y la reflexión ética, sabio de esa sabiduría sustancial y virtuosa que consiste en comprender y conocer las relaciones elementales de la vida humana y civil. Tampoco se ahorraba una cierta dosis de autocrítica y reflexión frente a su trabajo, provisto de gusto en cada palabra o gesto, siempre entre sabio y virtuoso, delicado y elocuente, humilde y ameno.
Colombia pierde a un gran patriota y estadista. Este personaje carismático con una fuerza de convicción plena no fue solo un huésped en las salas de poder, sino más bien un testigo consciente de los hechos que con sincero entusiasmo y asumiendo conscientemente algunos riesgos renovó profundamente la idea misma de política para inspirar cambios positivos en la conciencia, actitudes y comportamientos de las personas y las autoridades públicas. Hablan de él como un buen hombre recto y honrado, con gran amplitud de miras y gran tenacidad por muchos como un ejemplo que otros deben seguir.
Así murió un verdadero colombiano que gozaba del respeto y de la estimación de todos, y un hombre de gran corazón que, dondequiera que estuvo, quería y se hacía querer. Muchas Gracias, pues, señor Holmes Trujillo y que tengáis un buen viaje de regreso la casa de Dios. Amén.
