A los requerimientos de HAT y de Carlos Palau, el único recurso que tiene la ministra de cultura, no es la respuesta personal para explicar cada una de las preguntas y las dudas por una razón de peso, hay funcionarios públicos que solo poseen como manera de interlocución el lenguaje cifrado, críptico, leguleyo y evasivo del derecho en los estrados judiciales, no poseen una comunicación directa con quien reclama sino las instancias judiciales, porque en la esfera donde habitan piensan que no pueden ser alcanzados por los intelectuales que le reclaman equidad y seriedad en sus acciones, entonces rumian que son intocables, cuando hubiera sido fácil explicar uno a uno de los manejos, pero no, la señora ministra como muchos de sus compañeros de gabinete viven en un país imaginado, en una oficina, terrón de ensueños, donde el país mirado desde las alturas es un país de mendigos y de intelectuales cazurros que envían proyectos pero no la critican.
Basta una muestra, los pasados episodios que casi llevan a un paro general en la economía colombiana, debido al abandono y a los manejos publicitarios en estos sectores que se refieren como antes, dije a ese otro país imaginado desde las esferas bogotanas.
Al acudir a esas instancias, notamos que la ministra no se “contamina”, su actual ejercicio la aleja de las esferas reales de la cultura. Y es que aquí donde surge otra duda, el desencuentro perenne entre la cultural y la política. Hace apenas unos pocos años los políticos, en su país imaginado, se dieron cuenta que la cultura era un bien nacional y era necesario conservarlo, pero en un país politizado, es, era tergiversar las buenas intenciones y así, como todo en el país, la ministra de cultura no se escapa a los continuas injerencias políticas, al fin y al cabo el poder es de hormigón y cerrado y solo atiende a sus áulicos.
Ahora hay un artículo esclarecedor de Aura Lucia Mera, que sí conoce al dedillo el intríngulis de esos manejos, pero hacia allá no van ningún reclamo judicial, y mejor continúa el silencio, no sé si por la contundencia de sus apreciaciones porque ahí se desnuda el tráfico de influencias, el pago de favores y ese largo etcétera que mantiene postrada la cultura en el país.
HAT ha roto, con sus diatribas, esa cadena de aniquilamiento oficial con la llamada cultura del país, ese resumido encantamiento y aggiornamiento no puede persistir, porque los escritores deben mantenerse alerta, porque un país sin crítica es un país muerto. No queremos una cultura atiborrada de subsidios para callarla porque es anestesiarla, aceptar la crítica, las diatribas, es ser elegante y responderlas directamente es un acto de valentía. Pero, no, quien critica debe ser llevado al paredón de una oficina de juzgado.
Es un acto de agravio el trato que se les da a este par de intelectuales valiosos, HAT y Carlos Palau, es ominoso desde todo punto de vista que la persona a quien critican, no sea capaz de mostrar cuentas claras sino que prefiera la rabia, una larga y oscura jornada que no lleva a ninguna parte.
Por supuesto que ese trato a HAT como poeta suplente es lo más indigno en la pasada feria de las vanidades. De ninguna manera un escritor tan emblemático puede ser tratado de esa manera como si asistiera a los cortejos de la comodidad. Prefiero un poeta crítico y cínico, perturbador y provocador, a un poeta extasiado con el paisaje. Pero esa es la visión que se prefiere desde el ministerio, que se da a la poesía con un poeta ganador y anestesiado con los colibríes.
Un poeta provocador es un poeta peligroso y más si tiene esa mano caliente que no tiembla para decirnos acerca de cómo la esfera política ha permeado lo poético pero nunca hasta hacerlo doblegar como un genuflexo. HAT nos lo demuestra con su valentía.