Queridos lectores, es una situación extraña en la que hoy nos encontramos —en aislamiento cumpliendo con nuestras responsabilidades hacia la sociedad—. Imitando las iniciativas y acciones del pueblo italiano —que fue el primer país del mundo occidental en aislarse en cuarentena— cada país para impedir la propagación de pandemia COVID-19 ha estado literalmente inventando sus propias políticas y programas específicos de respuesta y una línea de defensa adicional y preventiva para obligar a sus ciudadanos a vivir en un aislamiento completo o parcial en sus casas, con denegación de visitas y aisladas del mundo exterior y de las demás personas. Si tomamos todas las precauciones que habrán de observarse y medidas para hacer frente a la amenaza del COVID-19 —en las que hay un riesgo de que se produzca un perjuicio grave o irreversible para la salud pública o el bienestar de las personas— y seguimos los consejos de los agentes sanitarios, nuestros abuelos estarán sanos, nuestros hijos también estarán sanos, y nadie se contagiará ninguna enfermedad. Solo un encapsulado completo o aislamiento puede prevenir de forma duradera el peligro de contagios de persona a persona del COVID-19.
Es necesario recordar el hecho de que en el mundo se hayan puesto en cuarentena 2.600 millones de personas y que si el nuevo virus se propaga en algunos lugares las consecuencias serían catastróficas. La magnitud de este flagelo y la velocidad con que se propaga exige una preparación seria y una actuación responsable de todos los organismos implicados puesto que sus consecuencias son devastadoras tanto desde el punto de vista económico como social y cultural; fuente de gran preocupación también para el desarrollo sostenible. La pandemia es un momento de verdad para probar la propia robustez de la sociedad, que aprende algo sobre sí misma, también revela el verdadero sentido de la política, su verdadero carácter, su plena autoridad con respecto a las decisiones que deban adoptarse para combatir el COVID-19 y por eso creo en el poder del coraje, la imaginación y la prudencia.
En la respuesta mundial global para detener la pandemia hay que demostrar un liderazgo político y un firme compromiso a todos los niveles, propugnar un plan estratégico nacional de educación preventiva, junto a un sistema de seguimiento y evaluación, especialmente en lo relativo al compromiso de actuar mientras la epidemia se mantiene controlada, y no seguir alimentando la espiral del pánico entre la población. Es necesario aplicar todos los métodos conocidos de prevención y emplear adecuadamente todos los recursos disponibles, así como trabajar de manera eficaz en la protección y promoción de los derechos de salud y los derechos humanos y, por último, la mejora del acceso a la información y a los medios de prevención primarios. Las autoridades deben considerar la lucha contra COVID-19 como una parte integral del imperativo moral de garantizar prosperidad y seguridad a largo plazo para todos, que conduzcan a la eliminación final de la epidemia y a encontrar una cura. En particular, debemos responder de manera colectiva y resuelta a los muchos retos que plantea y la necesidad de emprender una verdadera lucha para combatirlo, no solo con dinero sino, más importante aún, con la voluntad política y los valores morales en todo el espectro de la sociedad civil. Los líderes políticos deben tener el valor suficiente para asumir riesgos en el mejoramiento de la salud pública en general.
Es probable que la escala de la epidemia sea más grave de lo que indica el número de casos conocidos, pero creo que los esfuerzos combinados, concertados, implacables y sostenidos de todas las naciones pueden revertir los resultados en la lucha contra el COVID-19 o, por lo menos, invertir su tendencia en los entornos con baja prevalencia. Colombia es un país con baja prevalencia del COVID-19 —poco afectada por la lamentable migración de esta epidemia mundial, en una proporción que coloca al país en uno de los últimos lugares de la lista de infección per cápita— y, por consiguiente, representa una oportunidad que hay que saber aprovechar para generar respuestas y actividades de prevención eficaces con el objeto de poner coto a la propagación de la epidemia, pero, al mismo tiempo, un país de alto riesgo si se tiene en cuenta la migración y los grupos de riesgo a los que es difícil acceder, las corrientes de tránsito y nuestras fronteras con Venezuela. Colombia no debe esperar a que la epidemia afecte a todos para actuar, sino que debe aplicar programas de prevención y tratamiento ahora mismo mientras las tasas de prevalencia son todavía bajas. Los exámenes en todo el país podrían evitar propagación y son parte esencial de esta lucha. En su condición de país de baja prevalencia le da la rara oportunidad de mostrar al mundo que es posible detener la epidemia si se aplican todos los métodos de prevención y si todos los recursos disponibles se emplean adecuadamente de conformidad con prioridades bien definidas. La tarea principal del gobierno es lograr que Colombia sea un país libre de COVID-19.
Para alcanzar ese objetivo necesita la aplicación de un plan estratégico nacional para la coordinación y la consolidación de las actividades de educación preventiva dentro de un sistema de atención continúo, asegurarse de que cuentan con el personal y con los recursos necesarios para promulgar y hacer cumplir leyes que garanticen plenamente los derechos de las personas afectadas por la enfermedad, junto a un sistema de seguimiento y evaluación, especialmente en lo relativo al compromiso de actuar mientras la epidemia se mantiene controlada. solo un enfoque multisectorial bien formulado que haga hincapié en la importancia del respeto pleno de las políticas y leyes relativas a los derechos de salud y humanos, incluidos los programas de reducción de daños al nivel de comunidad y su capacidad para detener la epidemia, pueden demostrar una mayor seriedad y dedicación del gobierno en la prevención del COVID-19 en el país. El gobierno debe lanzar oficialmente la campaña de detección dando el ejemplo y una amplia operación de sensibilización y fomento de la responsabilidad de todos los estratos de la población. Pero es necesario seguir mejorando las actividades relacionadas con la información y la participación con la comunidad, para que la población mantenga un comportamiento responsable en materia de detección, atención y tratamiento, así como de prevención de la transmisión.
Estamos convencidos de que Colombia no debe perder la oportunidad que le brinda la baja prevalencia del COVID-19. Pedimos a todas las entidades públicas y privadas colombianas, a la sociedad civil y a los dirigentes que realicen todos los esfuerzos posibles para fortalecer la lucha contra este flagelo mundial. Apelamos solemnemente a la conciencia de los políticos y periodistas de respaldar activamente al gobierno en la lucha contra el COVID-19. Aun respaldando todas la respuesta para detener pandemia, quisiera sugerir que, al abordar crisis diaria del COVID-19, también abordemos el futuro. Debemos combinar la respuesta de emergencia con compromisos a largo plazo: nunca se ganará la lucha contra el COVID-19 con consignas pegadizas. Estamos firmemente convencidos de que juntos podemos ganarle la batalla al COVID-19. Amén.
Notas
La ñapa I: El bloqueo progresivo de muchos elementos de la vida cotidiana a raíz de la pandemia de COVID-19 amenaza la existencia de innumerables empresas, recursos humanos y trabajadores independientes. Es lógico suponer que todas las medidas de aislamiento y prevención serán un duro golpe para el comercio, el turismo, la industria etcétera; los ciudadanos no deberían entrar en pánico, pero nuestros gobiernos deberán mitigar el grave impacto económico, incluidas las cargas suplementarias, la falta de perspectivas de ganancias, deudas y consecuencias sociales, del coronavirus. Es importante que el virus no termine infectando los pulmones y las vías respiratorias de la democracia, la solidaridad y la dignidad de la persona.
La ñapa II: Las medidas de emergencia anunciadas hasta ahora solo pueden ganar tiempo. Es vital que los gobiernos usen este tiempo para crear las condiciones bajo las cuales se pueden levantar bloqueos y la vida económica puede volver a normalidad, incluso en caso d nuevas oleadas d infecciones. Estamos enfocados en nuestra propia lucha, al daño a nuestra economía y el riesgo de niveles de desempleo, pero debemos mirar hacia el futuro, hacia al tiempo después, porque los países que estarán mal preparados y son más pobres enfrentarán la peor parte de la crisis.
La ñapa III: La arrogancia grupal de bajo riesgo es inaceptable y no deben tomar el virus a la ligera; no es el momento para que los sanos e insensibles se jacten de su llamado coraje, porque no sucumbir al pánico no te da el derecho de ser irresponsable con los demás (Večernji)
La ñapa IV: "Tal vez veremos que realmente podemos sobrevivir con menos. Menos bienes, menos opciones y menos camiones en el camino. Como ensayo para la otra amenaza, la crisis climática, este virus en realidad nos está haciendo un favor”.
La ñapa V: Estamos en guerra —antes de recursos, dinero y estructura— contra un enemigo invisible se necesitan líderes, hombres de estado, personas con autoridad, intelectualmente honestos y virtuosos, de excelencia competentes; si así no fuere, la guerra económica social política que afrontamos está en peligro inminente.