Durante 52 años los únicos culpables de todas las desgracias que desangraron a Colombia fueron las Farc. Según cifras oficiales del (RUV), 7.900.102 es el número exacto de víctimas, entre asesinatos, desapariciones, violaciones, torturas, desplazamientos y un sinfín de hechos que han escrito una historia negra para el país.
Medio siglo donde la esperanza de tener un territorio sin violencia cada vez se esfumaba. Afortunadamente, en el 2012 el gobierno y las Farc después de realizar diálogos exploratorios decidieron iniciar la mesa de conversaciones en la Habana (Cuba) en la que discutirían: política de desarrollo agrario integral, participación política, fin del conflicto, solución al problema de drogas, reparación de víctimas (Sistema de Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición), y verificación e implementación.
Cinco años después, debemos reconocer que este proceso no es perfecto, pero tampoco es tan malo como nos han hecho creer muchos líderes políticos que se dedican a pregonar falacias con el fin de conseguir réditos para conquistar a nuestros compatriotas que con mucha razón palpitan desprecio por hombres y mujeres que con su actuar han herido el corazón de familias enteras en diferentes regiones.
Los colombianos tenemos derecho a vivir en paz y debe ser una obligación del Estado garantizar este y todos los derechos consagrados en la Constitución. Sin embargo, también debemos entender que la tarea de cambiar la historia de desgracia que por muchos años ha vivido el país comienza con brindar una oportunidad a todos aquellos que un día se alzaron en armas y hoy las entregan como muestra del compromiso que han adquirido con el pueblo para cambiar la página terror y miedo que han sembrado en todos los rincones de nuestra geografía.
Estamos ante una oportunidad única que no podemos hacer trizas por el deseo de unos cuantos que no han desarmado el discurso, el corazón y la mente, de afinar su artillería con el único propósito de recobrar el poder para regresar a la casa de Nariño y desde allí seguir ostentando un récord vergonzoso. Durante los gobiernos de Pastrana y Uribe se registró la más alta cifra de víctimas 5.600.000, lo equivale al 72% del total de los afectados por el conflicto armado interno. En el 2002, cuando las Farc se encontraban en su momento más fuerte se puso fin al proceso de paz que había comenzado sus diálogos en 1982, pero después de varios intentos en los que la guerra no cesaba, el mismo Pastrana tuvo que reconocer que había fracasado en la búsqueda por la paz.
Que esto se convierta en una misiva para dejar de creer en falsos profetas, que tienen rabo de paja y lo único que buscan es atornillarse en el poder con ínfulas de construir una nueva Colombia, cuando en su momento no lo hicieron.