El historiador de la Universidad Pedagógica Nacional, Renán Vega Cantor, junto con otros académicos miembros de la Comisión Histórica del Conflicto, ha sostenido que la firma del acuerdo de paz con las Farc-Ep no representaba el fin del conflicto colombiano, por ende, hablar de un periodo de posconflicto es desacertado y mentiroso. El desarrollo de los acontecimientos no solo les da la razón, sino que nos muestra en realidad un momento mucho más complejo del conflicto colombiano.
El acuerdo de paz firmado entre el gobierno y las Farc-Ep tenía como objetivo la puesta en marcha de unas reformas mínimas que permitieran empezar a superar las causas estructurales del conflicto colombiano, además de brindar la confianza suficiente para que el resto de organizaciones insurgentes del país tomaran de forma más decidida el camino de la solución política al conflicto armado. Sin embargo, el incumplimiento sistemático del Estado colombiano a la aprobación de las reformas contempladas en el acuerdo, por la vía del fast track, sumado al desentendimiento por parte del gobierno con los compromisos de reincorporación de los excombatientes y la reciente captura con fines de extradición (ordenada desde los Estados Unidos) en contra de Jesús Santrich, lejos de aclimatar un ambiente de paz, ha reafirmado la posición de escepticismo y agudizado el espíritu bélico al interior del país.
El espejismo del fin del conflicto ha alejado el debate presidencial de la realidad social de los territorios que en este momento se mantienen en tensión social y confrontación armada, al punto que Gustavo Petro (quien ha optado por mostrarse como el candidato de la izquierda), afirmó que lo que resta en el país es acabar con los grupos narcotraficantes, en alusión a su opinión acerca del ELN y el EPL en el debate organizado por RCN. Desconocen los presidenciables las confrontaciones armadas que se desarrollan en Tumaco y la región del Catatumbo, que se suman al accionar de las disidencias de las Farc-Ep en territorios del sur del país, como vivos ejemplos de la conflictividad que se agudiza en el país.
La tendencia a reducir el conflicto armado a un mero problema de narcotráfico es una vieja táctica contrainsurgente aplicada en Colombia durante el periodo de Álvaro Uribe, en el cual, se desconoció la existencia de conflicto armado bajo la hipótesis de la guerra interna contra una amenaza terrorista de grupos narcotraficantes. Está en consonancia con la intención de narcotizar la imagen Santrich, de uno de los cuadros más políticos del ahora partido Farc y arrastrar Iván Márquez (jefe negociador de paz de dicha insurgencia) a una posición de aparente complicidad con los carteles de la droga mexicanos, en medio de un amplio despliegue mediático y manejo irresponsable de la información.
El inminente fracaso del acuerdo de paz firmado por las Farc-Ep, más la agudización del conflicto en las periferias del país y el cambio de gobierno, parecen condenar al país a un nuevo ciclo de violencia, que no es consecuencia de la intransigencia de los grupos armados, sino de la incapacidad del establecimiento para reformarse y respetar los acuerdos pactados, la historia dio la razón a los historiadores, nuestro país está lejos de un posconflicto.
