Hace unas semanas el economista francés Gilles Raveaud, profesor e investigador en la Universidad París 8, fue entrevistado en el canal de Youtube Thinkerview. Allí decía que la élite política francesa está completamente desconectada del país en el que vive y gobierna. Esa élite, constituida de gente que ha tenido más educación que el francés promedio, en general viene de “buenas familias” (entiéndase, familias de clase media y alta). El académico galo aseguraba que casi todas las personas que desde hace décadas quieren que se baje el gasto público son precisamente aquellas que viven del Estado.
Por un lado, están los economistas, los cuales en su mayoría son funcionarios que trabajan en universidades y organismos públicos franceses. Por otro lado, están los políticos de carrera que llevan años acumulando puestos públicos, cobrando altos salarios, disfrutando de viáticos, privilegios y pensiones que ofrece un país como Francia. Y esto gracias a que después graduarse navegan a sus anchas por la administración francesa a lo largo de varias décadas ocupando puestos de parlamentarios, alcaldes, ministros, secretarios o altos funcionarios en ministerios y organismos estatales. Gilles Raveaud afirma que es esa élite la que todo el tiempo está martillando en los medios de comunicación que hay reducir el gasto público y que hay que promover el emprendimiento y apoyar a la empresa privada para poder generar empleo y crecimiento. El mensaje que le manda Raveaud a esa élite mezquina y desconectada de la realidad es: ¡Pero si ustedes son el primer gasto público del país! ¡Acumulando puestos públicos ganan hasta 10.000 euros mensuales! Entonces sean coherentes. Si quieren bajar el gasto público, ¡renuncien a sus salarios y a sus privilegios y váyanse a trabajar al sector privado o a montar empresas!
Lo que dice Gilles Raveaud sobre la situación en Francia aplica perfectamente en Colombia. La única diferencia es que en nuestro país la élite económica y política le lleva ya 30 años de ventaja al país europeo en el desmantelamiento de todo lo que tiene que ver con el servicio público (la salud, la educación, el transporte, las comunicaciones, la electricidad, el agua, etc.). Sin embargo, en Colombia la cosa es peor, ya que gran parte de nuestra “élite” (principalmente ciertos miembros del Centro Democrático, de Cambio Radical, el Partido de la U, el Partido Conservador, el Partido Liberal, el Polo Democrático, Alianza Verde) no solo es incoherente sino también corrupta, delincuente y asesina. Sí, porque muchos de esa casta matan directa o indirectamente. Directamente cuando mandar a “neutralizar” a la gente que les estorba. Indirectamente, cuando promulgan leyes que afectan a los más pobres (por ejemplo, con la privatización de la educación y de la salud, los recortes en los hospitales o el desfalco del erario público).
Esa élite, de la cual Álvaro Uribe está a la cabeza (su seguridad le cuesta al país 4.000 millones de pesos anuales), lleva pues décadas exprimiendo y desmantelando el Estado mediante la implementación de un sistema económico que afecta sobre todo a los más pobres porque, claro, ellos protegen sus propios privilegios. Pero cuando se trata de hacer esfuerzos por el bien común no se puede contar con ellos. A manera de ejemplo, tenemos el caso del exministro Alberto Carrasquilla, postulado por el gobierno de Iván Duque como candidato a la Presidencia Ejecutiva del Banco de Desarrollo de América Latina. Todo un premio por sus grandes logros en el Ministerio de Hacienda.
Igualmente, tenemos al senador del Centro Democrático Santiago Valencia (hijo de Fabio Valencia Cossio), quien en agosto pasado dijo que él vivía “muy apretado” con los 32 millones que gana y, por ende, no quería ver su salario disminuido. Así pues, rechazó la propuesta de su homólogo Gustavo Bolívar de renunciar a los gastos de representación (14 millones de pesos mensuales) que reciben los congresistas por ir a sesionar a Bogotá. Otro que atacó la propuesta de Bolívar fue el también senador del Centro Democrático Gabriel Velasco (expresidente de la ANDI en el Valle, exdirigente de una empresa láctea y exvicepresidente de Metrocali), quien afirmó que era una idea “populista” y que Gustavo Bolívar “le hablaba a la galería”. Lo curioso es que Velasco, quien tiene tribuna propia en el diario La República para comunicar y defender sus ideas, decía en un artículo de noviembre 2020:
Un Estado eficiente está compuesto por más empresas y menos burocracia; un Estado construye el bien común desde la suma de voluntades no centralizada y la protección de la propiedad privada. Acá las libertades por las que lucharon nuestros ancestros, no se construye solo a través del Estado sino mediante la estructura misma del sector privado y la participación de la sociedad civil. Bienvenido este momento en el que la empresa se volvió el centro de la conversación política. Ahora solo falta que estos nuevos actores la empiecen a comprender.
¿Comprender qué, exactamente, senador Velasco? ¿Con esas palabras no le está hablando usted también “a la galería”? ¿Su discurso no es también populista? Si tanto le importa la empresa privada y la “eficiencia del Estado”, ¿por qué se convirtió en senador? Y, ¿por qué le cuesta tanto renunciar a 14 millones de pesos que les pagan por ir a trabajar a Bogotá cuando están trabajando desde la casa? ¿Sería eso posible en una empresa privada en Colombia? ¡Claro que no! Pero el Estado que usted quiere desmantelar porque “no es eficiente”, ese sí puede pagarles a los congresistas que no van a trabajar y no pasa nada.
Está pues claro que buena parte de nuestra “élite” colombiana se forma ideológicamente en las universidades más caras del país y en el extranjero para desmantelar el Estado protegiendo, claro está, los privilegios que este les ofrece. Y cuando ya han sacado lo suficiente, se van al sector privado a disfrutar de los beneficios de las leyes que ellos mismos promulgaron mientras “trabajaban por el país”. Años después muchos regresarán al sector público a seguir vampirizando el Estado, cuando la necesidad o la oportunidad se vuelva a presentar.
Si a Gilles Raveaud le indigna una parte de la élite francesa, no me imagino qué diría de la colombiana.