En nuestro país todos los días suceden cosas extrañas, que ponen a pensar a las personas de bien buscadoras de la paz y la concordia. De cualquier estrato social inventado para clasificar a los seres humanos, todos desean un país mejor.
Los esfuerzos por educar a nuestros pueblos, pierden el dinero y el tiempo. En el congreso los elegidos por el pueblo, se enfrentan de una forma grotesca, echándose vainas y procurando destruirse, sin pensar que los elegimos para trabajar en bien. La guerra literaria los expone como malos legisladores, que solo dejan groserías y mal ejemplo de matoneo, en donde los gritos se convierten en una ganancia de liderazgo corrompida y destructora, pagada con impuestos, que ínsita a las masas ignorantes a las alianzas malsanas.
Iván Márquez con su locura de liderazgo, expresa públicamente que ellos tienen acuerdos secretos no consignados en el acuerdo de la Habana, con el general Naranjo nuevo vicepresidente del mismo partido de Vargas Lleras. La opinión pública opina que se pretende limpiar el país de disidentes de las FARC, paramilitares y grupos que venden la coca que existe, hace pensar que lo convierten en títere, con quien se programa otra guerra con armas legales, en lugar de llamar a la concordia y al perdón petición de Santos. ¿Qué pensara ahora el papa Francisco?
El presidente parece acorralado por las FARC y los inconformes le preparan una marcha, en la que quieren demostrar el descontento y la realidad de las encuestas que no aceptan su gobierno.
Por las fronteras con Venezuela los emigrantes se refugian en Colombia, porque no aguantan más la presión y la dictadura.
El pueblo colombiano reclama trabajo, salud, seguridad, buena distribución de sus impuestos, y la terminación de muchos males, que quedan del despelote y las mentiras que inventan los comprometidos.
Los que hemos envejecido construyendo un país, trabajando, respetando la constitución, la justicia y educando hijos con buena moral y prosperidad, vemos que los males sociales carcomen lo bueno, y traen la miseria, mientras quienes se han robado al país, se disculpan con palabrería que no vale un peso.
Nuestra sociedad se destruye por tanto enfrentamiento y podredumbre, que dejan los líderes en su afán económico.