Colombia, la princesa que Petro y Uribe quieren rescatar

Colombia, la princesa que Petro y Uribe quieren rescatar

La efectiva serie épica hoy tiene nuevos protagonistas: dos héroes, dos ogros, dos talismanes y como siempre una damisela en apuros

Por: Eduardo Cardona Mora
abril 04, 2018
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Colombia, la princesa que Petro y Uribe quieren rescatar

Hace poco escuché una descripción en parábola de la política colombiana que por su sencillez y didáctica opté por tomarla en serio y con algunas adecuaciones compartirla con ustedes. Se resume en el cuento clásico y épico en el que héroe, ogro, princesa y talismán son los protagonistas.

Todo empezó en el 2001, cuando Álvaro Uribe logra interpretar el miedo y la rabia latentes en la sociedad colombiana a las Farc. Su discurso no solo le hizo merecedor del papel de héroe, sino que le quedó a la medida el de ogro a este grupo guerrillero que había hecho de Andrés Pastrana un rey de burlas y por lo tanto habían indignado a una nación suficientemente humillada. El talismán que para entonces atrajo a Colombia, esa princesa prisionera en su propio reino, se llamó: la seguridad democrática.

Esta narrativa fue nuestra historia preferida en tres elecciones presidenciales consecutivas con vigencia hasta Santos II. A partir de este momento, se cambiaron los roles, pero se conservó el libreto: el entonces candidato - presidente se pidió el de héroe, el ogro se lo asignaron a Uribe “enemigo de la paz”, la princesa siempre será Colombia y el turno para el talismán le tocó a la paz. Con esta nueva versión de la historia se alzó con la presidencia e intentó ganar el plebiscito de 2016 que buscaba refrendar los acuerdos de La Habana. No contaba con un ogro recargado que le ganó en las urnas: El castrochavismo, una maquiavélica genialidad política inventada por Uribe para ganar elecciones.

La efectiva serie épica hoy tiene nuevos protagonistas. Para esta temporada tenemos dos héroes, dos ogros, dos talismanes y como siempre a Colombia como la princesa eterna por rescatar. El castrochavismo lo erigen desde la esquina derecha como el ogro que quiere secuestrar al país, el héroe lo protagoniza nuevamente Uribe acompañado de un nuevo escudero: Iván Duque, un talentoso príncipe dispuesto a ayudar a rescatar a la princesa. Surge entonces el más poderoso de los talismanes: el miedo transmitido viralmente por la capacidad de ese ogro de transformarnos en “Venezuela o Cuba”.

Los resultados de 52 mil votos en las elecciones a congreso para las Farc (0,1% del censo electoral) y la intención de voto por Timochenko (o%) según algunas encuestadoras, son datos tan contundentes que deberían haber derrumbado el ogro del castrochavismo por sí solo. Pero no, al quedar el vestido vacante y sin necesidad de cambiarle una coma al cuento, rauda y velozmente se lo pusieron a Petro a quien por suerte o por cálculo le quedó a la medida, a tal punto que conservando intacto al ogro nos cambiaron el protagonista sin ni siquiera darnos cuenta.

En el otro extremo, tenemos el libreto de la izquierda-radical disfrazada de liberalismo en cabeza de Petro que usando la misma estratagema  y con otro reparto conserva la misma trama: el ogro se lo adjudicó a Uribe, se proclama como el héroe impoluto gracias a su caudillista y arrolladora personalidad ególatra; el talismán es su “Colombia Humana”, esa especie de inevitable borrón y cuenta nueva bajo la justificación de que  todo está descompuesto por culpa de la derecha corrupta y destructora del medio ambiente. Un poco cínico teniendo en cuenta la incapacidad demostrada como administrador público y gobernante. La princesa claro está, es la de siempre, esta patria maleable y come coba.

Antes de rendirnos y vernos obligados a escoger entre ambos héroes, resignándonos a que la política es de emociones y de cuentos, démonos la oportunidad los del centro del espectro político y afines al estado liberal en su máxima expresión de preguntarnos metafóricamente: ¿cuál es nuestro ogro? ¿quiénes son nuestros héroes? ¿cuál es nuestro talismán? ¿Cómo defender a la princesa?

Considero que Sergio Fajardo, Humberto de la Calle (y lo que queda del verdadero liberalismo) desafían el ogro de la polarización y la división. Representan la libertad de empresa y un capitalismo consciente en los términos de John Mackey, garantizan la profundización de los principios republicanos y del estado liberal así como el salto educativo que requiere con urgencia la nación, se verían abordados seriamente asuntos como la lucha contra la corrupción, la protección y aplicación de la constitución del 91, la cultura de una nueva gestión pública, la libertad de expresión y aunque suene paradójico, la implementación pacífica de la paz.

Con su triunfo, atrás quedarían los conceptos de vencidos y vencedores para abrirle paso a la reconciliación sin perseguidores ni perseguidos políticos. A esa Colombia le podemos dar la oportunidad en la primera vuelta presidencial porque de pasar a la segunda, con la esperanza como talismán derrotaríamos el miedo y de una sola vez a los ogros que asustan a Colombia: la polarización para los del centro, el castrochavismo para los de centro y derecha, y Álvaro Uribe para los de centro e izquierda. De lograrlo, los de siempre no tendrían mucha opción.

Entregarnos a uno de los extremos enfrentados sin dar la pelea por el centro sería cobarde de nuestra parte y si al final es inevitable, refrescante sería tener la tranquilidad de haberlo intentado. ¡Sinceramente considero que todavía se puede! Encontrémonos en la segunda vuelta.

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