El síndrome de Estocolmo es un término utilizado para describir una experiencia psicológica en la cual se desarrolla un vínculo afectivo entre los rehenes y sus captores. Los rehenes tienen sentimientos positivos hacia su captor, creen efectivamente que es su salvador y que no podrían estar mejor sin él. Mientras que los captores desarrollan sentimientos positivos hacia los rehenes y creen realmente que están haciendo lo mejor por la persona que han secuestrado.
La mayoría de los países en Sudamérica han sido gobernados por regímenes que los mantuvieron en su poder por más de 200 años.
No obstante, durante los últimos veinte años, esos países se han liberado de esos viejos captores al elegir nuevas formas de gobiernos, llámese de izquierda o progresistas.
Sin embargo, tras disfrutar de esa experiencia nueva de vivir bajo una forma de gobierno diferente, totalmente distinto de los que los sometieron por más de 200 años, parece que despertara entre las sociedades de esas naciones, el síndrome de Estocolmo.
Pues los casos ya se han dado en Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Venezuela y ahora último Ecuador. Los únicos países que no conocen todavía la nueva experiencia de ser gobernados por modelos diferentes al que los ha mantenido cautivos desde hace 200 años, son Colombia y Perú.
Colombia, pese a ser el territorio por donde entró la civilización española a Suramérica, hace más de 500 años, ha sido la más tímida o por no decir la más miedosa, en querer probar un nuevo modelo, tal vez porque tiene más fuerte ese vínculo afectivo que explica el síndrome de Estocolmo.
Una relación que en muchos otros países de otros continentes lo ven como un sentimiento masoquista, ya que aún no se decide en dar ese paso que sí dieron al menos las otras naciones hermanas mencionadas, aunque el síndrome de Estocolmo en ellas todavía se sigue presentando.
El síndrome se palpa aún más entre algunos colombianos, cuando se alegran de la desgracia causada por Estados Unidos a la nación más hermana como lo es Venezuela, porque la ponen de ejemplo o de motivo por el cual no dan ese paso que ya dieron las otras naciones sudamericanas.
A sabiendas de que Venezuela, como fue la primera nación sudamericana en dar ese paso a una nueva forma de gobierno distinta, fue sometida a vivir la peor de sus experiencias por parte de Estados Unidos, que la puso como ejemplo ante el mundo de lo que le puede pasar a otros países del mismo continente si hacen lo que hizo Venezuela, es decir, de dar el paso a un nuevo modelo de gobierno distinto, para quitarse el subyugo del viejo modelo opresor.
Incluso, a esos colombianos que se les nota más el síndrome de Estocolmo, les da felicidad que en los países que ya probaron los modernos modelos de gobiernos vuelvan al viejo modelo que los mantuvo cautivos por más de dos siglos.
De ahí que ayer pudimos ver cómo el presidente Duque y su mentor Álvaro Uribe Vélez, quienes hacen parte de la única forma de gobierno que ha experimentado Colombia en toda su historia, fueron los primeros en felicitar al electo presidente de Ecuador, con el cual esa nación vuelve a ser rehén del viejo modelo de gobierno.
Mientras sigan existiendo personas masoquistas de los viejos modelos de gobiernos, Sudamérica difícilmente se desprenderá de su relación enfermiza con el captor, por cuanto su síndrome de Estocolmo no se lo permite.