El título de la novela satírica de Tom Wolfe, que incluye la codicia, el racismo, el clasismo, la ambición y la política, bien podemos aplicarlo, más de tres décadas después de su publicación, a la Colombia de hoy.
Todo el drama de este sufrido país se presenta a diario como la premier de una obra de teatro que incluye, además de tapabocas, la máscara, antifaz, y audífonos que permiten presenciar la trama real con la simultaneidad del argumento falaz. Como quien dice, “fake news” disfrazadas de “flash informativo”.
El elenco incluye varios protagonistas principales de la hoguera: el pueblo trabajador, sufrido, resiliente, y alegre; la clase dirigente, donde unos son socios del club “Los Buenos Somos Más” y otros no; el antagonista, la clase política y corrupta, representada principalmente por un soberbio y hábil Leviatán con disfraz de campesino humilde; el frustrado actor secundario que ansía protagonismo, que finge pobreza y come caviar; el títere, sufrido personaje que ha permitido abusos y manoseos, pero ha sido ignorado por el Icbf; los extras que se candidatizan para obtener el papel principal, tibios en el casting con la excepción de Cruella (Lilith es su nuevo apodo), la que arde, y mantiene viva la hoguera con combustible de conector rápido, sumamente peligroso; y, por último, los sátiros, siempre en la banca, pero metiendo goles y dirigiendo la función detrás del telón.
Nota. Urge que el país abra otro casting para jóvenes que deseen trabajar como bomberos. No se requiere experiencia, solo la intención de apagar incendios y reconstruir desastres. ¡Hay presupuesto!