Colombia, la estirpe de 'Cien años de soledad'

Colombia, la estirpe de 'Cien años de soledad'

Aunque todo pinta mal, aun no hay condenación total. El país todavía está a tiempo de reconducir su destino

Por: Oscar Yesid Ballén Gaitán
septiembre 18, 2020
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Colombia, la estirpe de 'Cien años de soledad'
Foto: PxFuel

A veces pienso que Gabriel García Márquez al final de su obra maestra Cien años de Soledad predijo algo que es difícil creer que esté pasando: "porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”.

En Colombia al parecer estamos condenados a no poder vivir en paz y a que esto nos condene al atraso, a seguir conviviendo con la corrupción y el subdesarrollo, y a no tener una segunda oportunidad para hacerlo mejor. Acá se acaba una guerrilla y surgen disidencias; capturan un narcotraficante y salen tres más; le dan casa por cárcel al político corrupto y en las siguientes elecciones sus hijos o sus herederos políticos son elegidos en los cargos públicos; la policía que supuestamente es quien debe proteger y cuidar al pueblo es su feroz perseguidor; la persona que se atreve a denunciar y a opinar sobre un gobernante se le trata de callar; al político que compra votos, hace torcidos y saca tajada de la contratación pública es alabad0 y aplaudido por sus seguidores, así vean las pruebas y los hechos que lo inculpan; la plata que debería ser para los campesinos pobres va a parar a los bolsillos de los poderosos; acá no se puede ser líder social, líder campesino o líder estudiantil, porque probablemente serás parte de las estadísticas de muertes por serlo; se conceden puestos de trabajo por preferencia a parientes, amigos o conocidos en la función pública y no se le da oportunidad a personas calificadas y competentes para el cargo; los medios de comunicación locales o nacionales que deberían ser para el servicio de la gente son manipulados y manejados de acuerdo a los intereses del momento; acá es más importante la minería y la economía, que el agua, la vida y la salud... Así me puedo quedar todo el día colocando casos sobre la triste realidad de nuestro país y de nuestros pueblos, que están viviendo desesperanza y no ven un futuro prometedor.

Según el ranking de transparencia internacional, para el índice de percepción de la corrupción de 2020, Colombia se ubica en el puesto 96 entre los 180 países evaluados, dicha percepción es fuertemente afectada cuando no se sancionan de manera efectiva situaciones de abuso de poder y desviación de recursos públicos (lo cual es el pan de cada día); pero también tiene muchísimo que ver la nula presencia del estado en muchos campos como la educación, la salud, la seguridad, las oportunidades de trabajo o de crear empresa, mejoramiento de la infraestructura, vías de acceso para sacar los productos de campesinos y artesanos, fortalecer el mercado colombiano, puestos públicos por méritos, cero impunidad, incentivar la lectura y el deporte, etc., etc., etc.

A pesar de que Colombia pareciera un estado inviable y fallido —y de que en toda nuestra historia siempre nos ha faltado a los colombianos tener un verdadero sentido de pertenencia de lo nuestro y tomar conciencia de la maravillosa naturaleza que tenemos, de la gran biodiversidad, de nuestra hermosa composición étnica y cultural, de la gran capacidad de su gente para trabajar, para los deportes, para producir, para sonreír, para crear y para seguir adelante pese a las adversidades—, debemos sentir a Colombia como un orgullo y un proyecto común, y como sociedad debemos apropiarnos de nuestro destino. Además, debemos recuperar la confianza en nosotros mismos y creer que la transformación es posible, y hacer que cada colombiano sea capaz de aceptar al otro, de aceptar lo que es distinto y de respetar lo diferente; esto que parece sencillo puede ser el paso más importante para comenzar una verdadera revolución y empezar la reconstrucción del país.

Por eso, a pesar del final apocalíptico de Cien años de soledad, en la obra no hay una condenación total y Colombia puede reconducir su destino, como lo indica Gabo en el discurso al recibir el Nobel: "Una nueva y aterradora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, y donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

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