Mi patria era boba. Ahora dizque anda loca. Padece el síndrome de la envidia, de la terquedad, de la maldad. Tiene genio e inspiración para sabotear su futuro. Posee entrañas de hiena que devora a sus hijos. Nació con vocación violenta e inclinación corrupta. Al uribismo le debemos la debacle, la hecatombe, y al señor de las sombras y su títere el callejón sin salida o el atolladero innombrable en que nos encontramos. No hay una luz al otro lado del túnel. Solo caos, desorden, ansias de destrucción, hambre de muerte y sed de sangre.
El gobierno o el desgobierno, mejor dicho esta dictadura, es la principal responsable. Pero todos colaboran un poco. Se acabó la paciencia y junto a ella también se esfumó la buena voluntad. No capto oídos que escuchen, ni ojos que vean ni entendimiento que entienda. Solo percibo ciegos tomados de la mano caminando hacia el punto fatal del no retorno. Es un oscuro trabajo de equipo donde todos ponen lo mejor de sí mismos para caer en las afiladas garras de una batalla fratricida.
Yo quisiera darles una mano. Desde hace mucho tiempo les he dado señales a través de mensajes de paz, perdón y tolerancia. El perdón es la venganza de los buenos, dije. Y ustedes me responden diciendo que el perdón es la venganza de los estúpidos, que la venganza perfecta es el ojo por ojo y diente por diente. Argumenté que el mal no se detiene con el mal, ni el odio cesa por medio del odio, sino mediante el amor. Ustedes replicaron que el odio alimenta al odio y que la violencia se enfrenta con violencia.
Esta vez no les diré palabras pacíficas como las palomas ni mansas como inocentes corderos. Ni siquiera obtendrán de mí el frugal consuelo de la esperanza. Sigan así… sigan así sacándome lágrimas a causa de ese espectáculo tenebroso donde se hacen daño los unos a los otros. Continúen en la maraña oscura del más perverso ingenio criollo para conseguir lo que ningún monstruo colombiano obtuvo en su extensa y trágica historia: acabar hasta con el nido de la perra, como dicen ustedes desde esa pasión oscura y sanguinaria.
No me escuchen ya, no atiendan mi último llamado antes del total y definitivo desastre. Ustedes, mis amados, ya superaron en lluvia de pesares la tragedia de Venezuela. Pero quizás tengan la suerte, en este caso el ineluctable infortunio de alcanzar y superar a Haití en la maratón suicida de marchar juntos hacia el precipicio. Lo lograrán si acuden a los buenos oficios de la maldad de aquella esquina y de todas las esquinas, y de esta ideología y de todas las ideologías.
No les bastará la depravación del régimen actual. Porque para tocar fondo se requiere también la ceguera espiritual y la mala voluntad de los que dicen que lo han perdido todo. Reaccionen o acepten el fatídico destino. Pero tengan presente que nunca es tarde para construir la paz. Y recuerden: después de la noche más oscura, siempre sale el sol.