¿Colombia, hacia la izquierda?

¿Colombia, hacia la izquierda?

Algunos aspectos que permitirían avizorar por qué esta corriente política, para bien o para mal, estaría cerca de dirigir los destinos de la nación

Por: Pablo Przychodny Jaramillo
abril 27, 2021
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¿Colombia, hacia la izquierda?

Qué difícil panorama se observa en nuestra Colombia. El ambiente político y social se muestra confuso y llena de zozobra a la nación. La pandemia, inesperada y extendida más allá de lo que se podía imaginar, está haciendo efecto en todos los aspectos de la vida y sus resultados saltan a la vista. Pero lo que estamos viviendo hoy no es solo producto de esta crisis sanitaria, es el resultado acumulativo de muchos factores, que sin lugar a dudas será aprovechado por un sector de la política nacional, un sector que siempre ha promovido la transformación del estado como lo conocemos.

Muchos me han preguntado la razón por la cual una persona como Gustavo Petro está punteando en las encuestas presidenciales, mostrándose como la mejor opción para los colombianos, y la respuesta a dicho posicionamiento podría tener una forma corta pero una explicación muy larga. La respuesta corta al porqué de esta tendencia, es que los colombianos han perdido la fe; tan sencillo como esto. Han perdido la fe en la administración pública y esa pérdida de fe se extiende desde las nuevas generaciones hasta las más antiguas. Las primeras porque desde la academia, se les ha enseñado que el estado es una figura perversa y las más antiguas porque se desgastaron, pensando que cada gobierno que ha pasado iba a ser mejor.

La explicación no es tan sencilla de plantear, pero en este corto escrito trataré de resumir los aspectos que permiten avizorar a la izquierda colombiana dirigiendo los destinos de la nación, para bien o para mal. El primer punto tiene un contexto histórico que va ligado al oportunismo político que ha caracterizado los diferentes gobiernos a partir de la década de los años cincuenta hasta la fecha, en donde el ejercicio de gobierno se ha trasladado de mano en mano dentro de un círculo de elites y grupos económicos sin que el pueblo reciba un real beneficio y por el contrario el retroceso en las condiciones de vida de los colombianos es evidente.

Los personajes que se han enquistado en los cargos públicos, trasladándose convenientemente de una entidad a otra, de una corporación a otra, cambiando de color político a conveniencia, enriqueciéndose a ojos vistos de una sociedad cada vez más comprometida y controladora de la función pública, han minado la fe de los colombianos en la capacidad de los partidos tradicionales para responder efectivamente a las necesidades de la comunidad. La corrupción desmedida, que es el término con el cual se busca darle forma a esta compleja red de intereses que se satisface con los recursos del estado, ha hecho metástasis en el sentimiento de los colombianos y hoy por hoy es considerada la fuente de todos los males estructurales de la sociedad.

El segundo factor tiene que ver con la forma como se le ha mostrado el país a las nuevas generaciones desde las aulas escolares y desde los ambientes universitarios gracias a la apertura, que el mismo gobierno en su momento dio en virtud de una manipulada cátedra por la paz, que se hizo obligatoria gracias a la ley 1732 de 2014, en donde docentes con marcada tendencia antigubernamental, mostraron al estado como el enemigo del pueblo y dentro de esa misma apertura académica se desmontaron materias que permitían formar al colombiano cívico y constructor del estado. El escenario presente no es casual y fue bien estructurado desde el mandato del señor Juan Manual Santos como presidente y la señora Gina Parody como ministra de educación.

Tercer factor en esta explicación de la tendencia política actual tiene que ver con el aspecto financiero del país, cada vez más deficitario y que ha obligado al gobierno actual presentar una nueva e impopular reforma tributaria, la segunda en este periodo, contrastando con las cuatro del gobierno de Santos. Para dar mayor claridad en este tema económico, es imposible no citar las palabras del senador Ernesto Macías, durante la posesión del presidente Duque el 7 de agosto de 2018:

Hoy recibe usted un país, con una deuda pública del gobierno central superior a 440 billones de pesos, es decir, más del 45% del PIB y una deuda del sector público no financiero que aumentó del 43% del PIB en 2010 al 56% en 2017. Hoy recibe usted un país, de un gobierno que comprometió 93 billones de pesos en vigencias futuras, hasta el año 2048. Hoy recibe usted un país, con la economía en desaceleración: un PIB per cápita que cayó en un 23%, afectando a los colombianos en su bienestar y tranquilidad. Hoy recibe usted un país, de un gobierno que asumió el compromiso de 130 billones de pesos, sin existir los recursos, para financiar los acuerdos de La Habana, durante los próximos 15 años.

Importante en este momento de crisis sanitaria y financiera recordarlo, así como también lo es, el recordar como el tamaño del estado creció en virtud de la implementación de los acuerdos pues nacieron curules en el congreso, consejerías, tribunales y comisiones, así como cuerpos armados de reinsertados dentro de la Unidad Nacional de Protección (más de 1200 hombres y mujeres de las “ex-Farc”).

La crisis económica del país se ha acentuado con la aparición de la pandemia, como una mala jugada del destino, que le ha complicado el ejercicio administrativo al actual mandatario, pero frente a esto es importante decir, que al pueblo no le interesa los problemas del gobierno, le interesa sus propios problemas y demanda del estado una respuesta; si esa respuesta no se da, ellos buscaran una opción que si les responda por lo menos con una caja de mercado.

La sociedad no entiende de dinámicas económicas, que la generación de recursos permite la inversión y que la inversión proporciona fuentes de trabajo y que el trabajo mueve la economía local. El pueblo no entiende que la generación de riqueza es una oportunidad; a ellos se les ha enseñado que los que generan riqueza son enemigos y hay que acabarlos. El pueblo no entiende que cuando hay crisis se debe hacer un esfuerzo compartido por parte de todos; ellos aprueban todo siempre y cuando no se les toque. El pueblo no entiende que el estado somos todos y no solo el gobierno de turno; a ellos se les ha mostrado que el estado está conformado por una clase privilegia a la cual hay que atacar.

Sobre el escenario político ha “campeado” un personaje que en su discurso compendia todo aquello que va contra la política tradicional, alimentando el odio de clases y enarbolando las banderas de la lucha contra todo aquello que representa la corrupción y promete “enderezar” a nuestro país; lleva muchos años con ese discurso, más tiempo de aquel en que las nuevas generaciones vienen siendo “formados” dentro de las directrices de la cátedra por la paz, que establecieron los docentes alineados con organizaciones como Fecode (adepta a Petro) y otras ONG afines. Hoy esas generaciones están en el rango entre los 18 y los 30 años y por ello es muy probable que los destinos de nuestro país, dé un giro sustancial en la tendencia política, gracias al voto de quienes viven en un país con una realidad diferente y con una historia contada al amaño de otros.

Aquí el temor no es que la presidencia la asuma un representante de la izquierda, esa es una opción viable dentro de una democracia; el temor es que se tome la apertura que ofrece nuestra maltrecha democracia, para enterrar sus principios y generar cambios estructurales que nos lleve a transitar por largos y tortuosos caminos de los cuales para salir se tenga que entrar a un torbellino de violencia y lucha como la que hemos vivido durante más de cinco décadas. Que esto no pase está en nuestras manos, en las de quienes conocemos a Colombia por la historia que nos tocó vivir y que esta suerte no la decidan a quienes se la contaron y se la contaron mal. Es una realidad que nuestro país necesita de cambios estructurales urgentes, pero ellos no pueden ser a costo de sacrificar la libertad; la libertad de soñar y de luchar por crecer para construir un futuro. Cambiar no nos puede llevar a un escenario en donde la mayor aspiración es esperar a final del mes recibir la ayuda del estado en una caja de 30x30.

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