Han transcurrido tres semanas desde la culminación del Mundial de Rusia 2018, uno más para enmarcar en la magnífica pared de la historia del balompié. Sin embargo, algunos colombianos continúan en la tusa por la eliminación de nuestra selección (sabiendo que había con qué ganarle a los ingleses) y otros —la gran mayoría, me atrevo a decir— de los Juegos Centroamericanos y del Caribe solo vieron la presentación de Shakira.
Se esperaba con intensa emoción, como siempre cada cuatro años, una nueva edición de la Copa Mundial de Fútbol, y con esta la que parecía ser la única alternativa para unir un país totalmente polarizado después de las acaloradas elecciones presidenciales; y así fue, al menos durante 31 días. Rusia 2018 nos dio muchas sorpresas: por primera vez se implementó el polémico vídeo arbitraje de la Fifa, Alemania repitió la maldición del vigente campeón y quedó eliminado en primera fase, la selección local logró ubicarse en cuartos de final luego de eliminar a España y un jugador de 19 años se destacó más que Cristiano Ronaldo y Messi. Aunque había muchas expectativas, Colombia no pudo superar lo hecho en Brasil 2014 y en un vibrante partido contra Inglaterra en el que Yerry Mina nos devolvía las esperanzas con un gol al minuto 92 quedamos eliminados por disparos desde el punto penal; pero había algo más en cuestión deportiva para el país.
Por otro lado, por segunda vez Barranquilla fue designada como sede de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, y desde la última edición, la alcaldía de esa ciudad, el Comité Olímpico Colombiano y Coldeportes han estado a la cabeza de la organización para consolidar a Colombia como uno de los principales candidatos para realizar cualquier tipo de evento internacional. Históricamente, nuestros competidores han sido contundentes en cada una de las disciplinas, y este año como anfitriones no ha sido la excepción, ya que, después de México, ocupamos el segundo lugar con 46 preseas de oro, 51 de plata y 50 de bronce.
¿Y entonces por qué no hicimos tanta algarabía (sin referirme a folclorismos extremos) cuando la selección femenina de básquetbol quedó en primer lugar? ¿Por qué no nos pusimos la tricolor para ver a los chicos de la Sub 21? ¿O por qué no hicimos tendencia un hashtag como muestra de apoyo al boxeador Yuberjen Martínez en la final?
Es cierto que la cultura colombiana es futbolera pero debemos empezar a crear relaciones con otros deportes que también nos han dado glorias. Esto no significa que, por ejemplo, Nairo deba ganar el Tour de Francia o que Caterine Ibargüen lidere siempre en la Liga Diamante, pero, así como en el fútbol, acompañar a todos los deportistas es importante, no solo por la victoria o la derrota sino por el esfuerzo que cada uno hace por mostrar una cara diferente y positiva del país.
Cuando hablamos de "nosotros" procuremos abarcar a todos, no a unos cuantos, porque eso es lo que como nación nos ha impedido avanzar y lo que ha permitido ampliar la brecha de desigualdad. Es ilógico indignarnos con el presupuesto que el gobierno destina al arte, la ciencia y el deporte si no hay un sentido de pertenencia con la diversidad. El día que juntos iniciemos ese cambio, Colombia habrá ganado más que oro.