En 1903, terminada la guerra de los mil días, con un país destrozado y dolido por los estragos del conflicto bélico, Colombia, luego de varias equivocaciones en los acuerdos con la compañía francesa que construía el Canal de Panamá y en especial con los Estados Unidos, perdía Panamá para siempre. Más allá de los argumentos que han mostrado a las élites panameñas distanciadas de las élites de Bogotá, la perdida de Panamá puede considerarse más bien una cuestión de juegos diplomáticos en los que Colombia sencillamente no supo cómo jugar y terminó perdiendo.
Veinte años más tarde, Colombia le concedió a Nicaragua, en condiciones que aún no están claras y que considero inexplicables, un territorio extenso que hoy nos tiene al borde de perder un pedazo mucho más grande de nuestros mares. Una revisión del asunto nos puede tal vez dar algunas pistas al respecto.
El texto del acuerdo Barcenas-Esguerra de 1928 expresa lo siguiente:
“La República de Colombia reconoce la soberanía y pleno dominio de la República de Nicaragua sobre la costa de Mosquitos comprendida entre el Cabo de Gracias a Dios y el rio San Juan, y sobre las islas de Mangle Grande y Mangle Chico en el Océano Atlántico (Great Corn Island and Little Corn Island), y la República de Nicaragua reconoce el soberanía y pleno dominio de la República de Colombia sobre las islas de San Andrés, Providencia, Santa Catalina y todas las demás islas, islotes y cayos que hacen parte de dicho Archipiélago de San Andrés.
No se consideran incluidos en este tratado, los cayos Roncador, Quitasueño y Serrana; el dominio de los cuales está en litigio entre Colombia y los Estados Unidos de América”.
No tengo claro, como acabo Colombia siendo la dueña de los cayos de Roncador, Quitasueño y Serrana. Algún tratado se habrá logrado con los Estados Unidos al respecto, pero ello no hace parte de la preocupación inicial de este artículo. Lo que si resulta interesante es lo siguiente:
En 1803, el rey de España promulgo una Real Cédula en la que establecía entre otras cosas:
"El Rey ha resuelto que las islas de San Andrés y la parte de la Costa de Mosquitos desde el Cabo de Gracias a Dios inclusive hasta el Rio Chagres, queden segregadas de la Capitanía General de Guatemala y dependientes del Virreinato de Santa Fe(...)"
Así que San Andrés (y supongo que el archipiélago completo), ya le pertenecían a Colombia desde la promulgación de la Real Cédula de 1803 y aun así, Colombia teniendo argumentos de índole histórica y legales, ya reconocidos por las leyes internacionales, entro a dirimir con Nicaragua algo que no tenía por qué discutir. He aquí uno de los primero errores en la defensa de su territorio.
Permítanme ponerlo en otras palabras. El Cabo de Gracias a Dios se encuentra ubicado justo en la frontera entre Nicaragua y Guatemala y la costa de Mosquitos abarca toda la costa que va desde dicho cabo hasta Panamá (Rio Chagres), lo cual incluye nada más y nada menos que toda la costa que Nicaragua tiene sobre el Mar Caribe, pasando por Costa Rica y terminando en Panamá. ¿Cómo cedió Colombia la costa que Costa Rica tiene frente al Mar Caribe? Este también es otro tema que habrá que estudiar.
Colombia le cedió a Nicaragua en 1928 un territorio que consideraba inhóspito, de frontera y sobre el cual no tenía el más mínimo interés económico. Tal vez esta sea la razón más plausible a porque se hizo en su momento, pero no explica realmente como se perdió un pedazo de territorio tan grande. Al hacerlo, Colombia le dio una salida al mar a Nicaragua de la que no debía disfrutar y hoy Nicaragua pretende que los límites marítimos no establecidos en el tratado Esguerra-Barcenas le sean adjudicados por la corte internacional.
Colombia presume de su sólida vocación de respeto por las leyes internacionales y ostenta el título de una de las democracias más sólidas de América Latina, pero esta vocación no le ha servido para defender lo que le ha pertenecido históricamente. Hoy Nicaragua avanza a pasos agigantados buscando tener la mayor cantidad de mar disponible, al tiempo que se ahorraría pagar los impuestos correspondientes por pasar por las aguas que le pertenecen a Colombia. En ese sentido es justo preguntarse: ¿de qué le ha servido a Colombia respetar las leyes internacionales, teniendo en cuenta que las leyes internacionales no han respetado lo que históricamente le ha pertenecido a Colombia? Se trata acaso de un problema de argumentos jurídicos? ¿Acaso no ha sabido Colombia escoger quien le represente internacionalmente?
El viejo adalid “en rio revuelto, ganancia de pescadores” parece estar ayudando mucho a Nicaragua, sobre todo cuando ha sabido cómo mantener una sólida defensa legal, mientras Colombia sigue cambiando jugadores en un terreno en el que no se sabe desempeñar con sabiduría.
Ahora bien, aún queda por resolverse otro asunto fronterizo en el que el pesimismo parece invadir los resultados, aun antes de presentarse. Hablo aquí del asunto con Venezuela y el Golfo de Coquibacoa: la cuestión del olvido de la Guajira y sus habitantes ha sido histórica y esa misma actitud de los gobiernos de turno, así como los del pasado parecen repetirse una y otra vez. Panamá, Nicaragua, Costa Rica, Nicaragua y Venezuela son ejemplos palpables de una lección que aún no se ha aprendido y que dudo mucho se esté en la más mínima disposición de aprender.
Mientras tanto, el país se debate en una guerra sin cuartel que lleva más de cincuenta años. Las facciones más retrogradas no quieren una paz que consideran ceder el país al terrorismo. Una mentira que millones de colombianos siguen con la misma fe con la que se cree en la santidad de algunos diablos: diplomáticamente se ha cedido mucho más y aún queda por ver el desenlace de los actuales conflictos limítrofes.