La transferencia del poder político a la oposición es una de las características más importantes en que se reconoce una verdadera democracia.
En los países donde esa práctica se ha realizado de manera periódica y estable para el sistema político, valga decir Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Francia, y en América Latina Chile, Brasil, Uruguay, por citar algunos, ella ha permitido tramitar diferencias políticas dentro de marcos institucionales de convivencia pacífica.
La práctica de la alternación indica que una sociedad ha alcanzado una etapa de madurez en su desarrollo político democrático.
Contrarios a ella han sido en la historia, la continuidad demasiado prolongada en el gobierno de partidos hegemónicos tipo PRI en México (1934 – 1995) y se puede también incluir allí al partido bolivariano de Venezuela (1999 – 2022), o de coaliciones de gobierno entre partidos como fue el Frente Nacional colombiano (1958 – 1974).
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Entonces, la victoria de Gustavo Petro y su movimiento del Pacto Histórico, marca el arribo a la mayoría de edad del sistema político colombiano, que siempre ha sido reacio a practicarlo después de 1948.
Hoy podemos afirmar con certeza que no somos una “democracia de fachada”, como nos califica el artículo de la Enciclopedia Británica sobre Colombia.
En materia electoral somos hoy una democracia desarrollada y la aceptación de que la oposición pueda convertirse en gobierno es una forma madura de corregir las falencias de los malos gobiernos sin tener que recurrir a las formas violentas en las relaciones de poder en una sociedad.
Gustavo Petro sabe claramente que esa práctica requiere de unos mínimos acuerdos entre los partidos sobre temas fundamentales de la agenda de gobierno, en particular en materia de política exterior.
Las relaciones internacionales de cualquier país se diseñan siempre en función del interés nacional. Desde Marco Fidel Suárez (1918) esa política tuvo como principio de diseño el llamado réspice polum, la prioridad asignada por Colombia a sus relaciones con la potencia del norte, los Estados Unidos, que se ha mantenido hasta ahora.
En su discurso de presidente electo, Gustavo Petro resaltó este aspecto cuando habló del replanteamiento de las relaciones con Estados Unidos hacia los temas del cambio climático y la protección de la Amazonía.
Ya ha obtenido una respuesta de reconocimiento por parte del Secretario de Estado, quien espera continuar con las relaciones “constructivas” entre los dos países.
¿Será que la lucha contra el cambio climático y la transición energética no es una de las plataformas para construir uno de esos mínimos acuerdos en el interés nacional de Colombia?