¿Colombia está preparada para la legalización de la marihuana?

¿Colombia está preparada para la legalización de la marihuana?

"Vendrá, pero no debe ser pensada como en otros países, sino con las características particulares y los retos que genera nuestra cultura y territorio"

Por: Alejandra Palacio
julio 31, 2018
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¿Colombia está preparada para la legalización de la marihuana?
Foto: Pixabay

Con motivo de la salida de un gobierno y el posicionamiento de uno nuevo, uno de los debates que no han de quedar en el tintero en los próximos años es el de la legalización de la marihuana, tomando en cuenta igualmente el auge y discusión a nivel internacional en la que se ha visto envuelta desde todos los ángulos.

Más allá de las discusiones éticas y de salud que implica el tema del uso de la marihuana recreacional, que no deben ser ignoradas pues hacen parte del debate, debemos pensar en que es un hecho que sea como sea y donde se encuentre su mercado y consumo es cada vez más fuerte y se forman tendencias y subculturas en torno al consumo de la marihuana. Esta está allí y la usan con diferentes finalidades, prohibida o no.

Uruguay fue el primer país en el mundo en aprobar el uso medicinal, recreativo e industrial de la marihuana, y sus éxitos consisten en el control absoluto del gobierno en el mercado. En Colombia la Ley 1787 aprueba y reglamenta el uso de la marihuana medicinal desde 2016 y aunque son pocos los medicamentos farmacéuticos conocidos ahora es muy usual ver puestos en lugares públicos y tiendas naturistas en los que venden pomadas, aceites e incluso la planta de cannabis, lo que es un claro índice del aumento de este mercado.

Su auge en temas de agenda política a nivel internacional y la cantidad de grupos y organizaciones que están en favor de la legalización han hecho que en los últimos años el número de países y estados que le han dicho sí a su uso haya aumentado, y en muchos es parte del debate político y de salud pública. Ha sido tal la cosa que la OMS se ha pronunciado basándose en el respaldo de la investigación científica y el pasado 14 de diciembre de 2017 autorizó el uso terapéutico de los efectos de la marihuana en el cuerpo humano.

Sin embargo, es imposible comparar las características que permitieron que un país como Uruguay diera este paso con las características de un país como Colombia, que es excepcional en todos sus aspectos. En primer lugar consideremos la extensión y población de un país como Uruguay, que permite maneras más accesibles por parte de control del Estado y que no se puede comparar con un país como Colombia, que más allá de su extensión y número de habitantes cuenta con excepcionales barreras geológicas en todo su territorio y que después de la firma de los acuerdos de paz con las Farc sigue siendo una gran problemática y dificultad del Estado tener un control total sobre todo el territorio nacional.

Por otro lado, uno de los argumentos a favor es el control por parte del Estado de un negocio que pasaría de ser ilegal a legal, y que repercutiría en la disminución y reducción de mafias, expendios y guerras dadas por el narcotráfico, al menos en estas droga en específico, como funciona actualmente no solo en Uruguay sino en otros estados como California y países como Canadá recientemente. Además, se le sumaría un impuesto al consumo, que iría destinado al presupuesto e inversión nacional, y que puede ser tan elevado como sea posible al igual que a otras drogas legales como lo son el alcohol o el cigarrillo.

No obstante, la incapacidad del Estado colombiano en llegar a un total control del territorio nacional representaría un fracaso en la política y podría producir un efecto contradictorio: el fortalecimiento de las mafias de narcotráfico o el disfraz perfecto para la venta de otro tipo de estupefacientes.

Ahora bien, como lo dijimos anteriormente, seguir prohibiendo su uso sería una contradicción en la práctica. Desde la experiencia tengo bastantes conocidos, amigos y familiares cercanos, desde jóvenes hasta adultos, que utilizan y defienden el uso de la marihuana. Ellos no son drogadictos, inclusive son personas con estudios y carreras, muy bien posicionados económicamente, que hacen uso ocasional y que inclusive afirman que es más fácil de conseguir de lo que se cree.

Es tal el uso de la marihuana que en casi todas las universidades, por lo menos de Bogotá, los estudiantes cuentan con un sitio, que en ocasiones puede llegar a ser público, para “pegarlo”. E incluso, a pesar de su “prohibición”, hay grandes eventos que incentivan a un grupo grande de personas a reunirse para celebrar el consumo de la marihuana recreativa en la fecha o las horas como el 4/20 de significado relevante en el mundo de la cultura del cannabis.

Además, a partir de su uso se ha generado todo un comercio y diferentes tendencias y subculturas. Por ejemplo, se han creado diferentes tipos de objetos para prepararla y consumirla, que pueden llegar a ser muy costosos y que además pueden ser usados con esencias y otro tipo de sustancias que también empiezan a tomar un auge.

Lo anterior me lleva a hablar de otro punto que se considera un argumento a favor, pero que en mi opinión representa un argumento en contra para la legalización en Colombia. Mi país no es un país culturalmente preparado y educado para asimilar el uso de la marihuana de manera recreacional pero con responsabilidad.

En la cultura en la que el vivo es el del camino torcido y el bobo el que hace las cosas bien, y en la que la farra de fin de semana se consolida como práctica cultural y de integración social, el castigo social, que es el más efectivo, se transforma, ya que lo que se castiga no es el consumo de la sustancia en sí —a ti no se te juzga por tomar, se te juzga si después de tomar pierdes el control o por el guayabo no logras cumplir con tus obligaciones en general—.

Esta concepción es igualmente vista con respecto a las demás drogas, por lo que invitaría a una gran parte de la población que cree poder controlar a su gusto al mundo de la marihuana y a su vez el consumo de otro tipo de drogas, pues considero la marihuana como el primer paso y una plataforma para el consumo de otro tipo de sustancias psicoactivas, aunque con esto no estoy diciendo que no suceda, pues el secretismo que produce la prohibición de igual manera que advierte genera sensacionalismo.

Por otro, con la legalización no me logro imaginar a un niño yendo a la tienda comprando un porro con la naturalidad con que se compra un dulce o paquete, y aunque la política debe venir acompañada con una restricción de edad para el consumo, así como con el cigarrillo y el alcohol, de nuevo la norma en la práctica, no es útil, pues como yo al igual que muchos otros probé considerablemente tarde a los 15 años mi primera cerveza y digo tarde porque ahora el consumo se representa en cada vez edades más tempranas.

Desde la perspectiva de la educación aún hay mucho por preparar, a los estudiantes no se les puede decir lo que está bien y lo que está mal, las drogas no pueden aparecer en el tema de conversación con una advertencia de muerte. Ellos cada vez más están informados, bien o mal, y con la atención puesta en mil cosas. Ellos cada vez más se encuentran más críticos, por lo que la información se queda corta y tajante al decir qué se puede o no hacer. Por eso, se debe encontrar una manera de hacerles ver y conocer de manera segura y cercana los efectos del consumo de la misma a corto y largo plazo, más allá de abrir el debate en los colegios, y con la legalización permitirles tomar una decisión segura sin estigmatizar el hecho del consumo.

Esta es la desestigmatización para la que hay que preparar y educar al resto de la población, además de definir y preparar el debate y la discusión entre colombianos para reconocer las diferencias entre un consumidor de marihuana y un adicto.

Así pues las cosas, y a manera de conclusión, cerrarnos al debate es cometer el error de querer evitar o negar lo inevitable. Considerar todas las posibilidades positivas y negativas implicaría la creación de una normativa fuerte y segura, que tenga en cuenta temas como la salud pública (que no toqué en este texto), pero que más allá de esta se pueda consolidar y practicar socialmente en Colombia para llevarla a la legitimidad. La legalización vendrá, pero no debe ser pensada como en otros países, sino con las características particulares y los retos que genera nuestra cultura y territorio, para que se tengan los resultados deseados a través de la legalización.

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