La suerte está echada… la pandemia se extendió descontroladamente por todo el país. Recordemos que todo tiene su inicio y ese fue el de personas que llegaban del exterior, normalmente estrato alto o medio, en vuelos internacionales a Bogotá, Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Cali, entre otras. Ellos, desafortunadamente, fueron los primeros portadores del virus en el país. El esquema de un infectado por tres se propagó luego a través del transporte público, mercados, supermercados, ventas ambulantes y estacionarias, mototaxismo y por desgracia se estableció con una rapidez espantosa en los barrios populosos, subnormales y de mayor pobreza de Colombia,
Ya el mal circulando, el Estado tomó medidas sanitarias y ordenó, bien o mal, el encerramiento del ser humano. Pero como paradoja de nuestra actitud, esas medidas extremas han conllevado a lo que sabemos hacer con lujos de detalles: desobediencia e irreverencia. Entre más nos lo prohíban… más lo hacemos. Sin embargo, si miramos el espectro de vivienda en esos barrios nombrados, es claro que un 70 % de ellas se encuentran sobrepobladas, con espacios reducidos y por supuesto en hacinamiento. Por lo tanto, es infinitamente imposible tener a la gente en confinamiento.
Y si le agregamos lo sociocultural de nuestros raizales y lo miramos desde el punto real de la idiosincrasia, observamos que el Estado impone el toque de queda, pero no así la ley seca. Colombia es un país cantinero y el gobierno lo sabe y lo impulsa por los réditos económicos que percibe, allí inicia su doble moral. Abrimos el comercio de la economía salvaje de bebidas alcohólicas e incitamos al mal comportamiento de los habitantes, pero los reprimimos con el Ejército y la Policía.
¿A dónde nos lleva todo esto? En primer lugar, es necesario unificar criterios para la toma de decisiones. Los alcaldes dicen que el Ministerio del Interior les niega facultades para la ley seca y el gobierno dice que son facultades de los alcaldes. Lo mismo sucede con el cierre de vías, se echan la pelotica de un lado a otro... y a ello le agregamos que los mandatarios locales no quieren entregar mercados o ayudas por miedo a las “ías”, cuando el problema está en la corrupción.
Es claro que toque de queda sin ley seca no tiene sentido, pero a ello debe inyectársele un alto grado de difusión y pedagogía, con ayudas alimenticias y económicas. No es fácil… esas son las cosas de mi tierra…