Colombia en deuda con las mujeres y los jóvenes
Opinión

Colombia en deuda con las mujeres y los jóvenes

No es justo con las mujeres y los jóvenes el desperdicio de talento en que estamos, con 3 millones de ´ninis´ y las ellas aguantando además el machismo empresarial

Por:
agosto 15, 2022
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La mayoría de mujeres y de personas jóvenes votaron por Gustavo Petro en las pasadas elecciones. Una poderosa razón consiste en que unas y otras no han sido bien tratadas en términos de las oportunidades laborales durante décadas. De ahí que sus expectativas sean hoy muy altas. La solución no son empleos públicos sino la convergencia de empresas, academia y gobierno hacia la creación de empleos de calidad en un contexto de cambio tecnológico exponencial.

Las mujeres colombianas han dado pasos de gigante en las últimas décadas al acortar las distancias con los hombres en diversos terrenos. De hecho, en la actualidad, en la matrícula que corresponde a la educación superior, es decir, en universidades e instituciones técnicas y tecnológicas, las mujeres son mayoría y también lo son dentro de quienes consiguen graduarse. No obstante, reciben menos salario que los hombres en trabajos comparables por sus exigencias. Y sufren, en mayor medida, los rigores del desempleo y la informalidad.

Muchas se vieron afectadas por la pandemia por partida doble: aquellas con hijos, cuyos trabajos, por definición, solo podían ser realizados de manera presencial, tuvieron que dejarlos ante el cierre físico de escuelas y colegios. Otras, empleadas en negocios que se vieron obligados a cerrar (restaurantes, hoteles, transporte, economia del cuidado, por ejemplo) simplemente quedaron en el asfalto. Uno de los saldos que registran las estadísticas del Dane se refiere a que se ha contraído el número de mujeres que están empleadas o buscan trabajo, aunque las estadísticas muestran una ligera recuperación en el 2022.

El mundo empresarial colombiano sigue siendo machista: en las estructuras de gobierno corporativo, particularmente en las juntas directivas, la participación de las mujeres es baja, así como lo es en términos de su participación en la estructura de propiedad de las empresas. Así, las mujeres que se abren paso en el mundo de los negocios deben hacerlo en ambientes predominantemente masculinos, adversos, amén de las obligaciones de aquellas que tienen hijos.

En cuanto a los jóvenes, es conocido que las tasas de desempleo son mayores en la población entre 14 y 28 años. Y si es mujer jóven, peor aún. A esto súmense los niveles de informalidad, cercanos al 50 %, asociados a una alta precariedad laboral.

El fenómeno “nini”, es decir de aquellos jóvenes que ni estudian ni trabajan es escalofriante: alrededor de 3 millones de jóvenes que ven pasar los días sin adquirir experiencia laboral y sin mejorar sus calificaciones, envejeciendo de forma improductiva.

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Muchos se preguntan para qué tanto esfuerzo económico y de tiempo si, al cabo, el resultado es el de la precariedad laboral. ¿Es un fenómeno del mercado laboral? ¿O se trata de educación de baja pertinencia? 

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La cruda realidad consiste en que no hay suficientes oportunidades de empleo, por una parte, y pareciera que el postulado en el que hemos confiado, aquel según el cual a más educación mejor ingreso, no necesariamente se cumple, por otra. Los salarios para recién egresados en distintas profesiones son irrisorios. Muchos se preguntan para qué tanto esfuerzo económico y de tiempo si, al cabo, el resultado es el de la precariedad laboral. ¿Es un fenómeno del mercado laboral? ¿O se trata de educación de baja pertinencia?

En el mundo de las tecnologías de la información, de la creciente digitalización de los negocios en todos los sectores, poco nos preguntamos en Colombia cómo serán las realidades laborales dentro de unos años. Y menos cómo y hacia dónde debemos prepararnos. Sabemos que desaparecerán y crearán millones de empleos. También que, más allá del sistema formal educativo, los jóvenes deben embarcarse en el aprendizaje permanente.

No se trata de crear empleos públicos, sino de contribuir a crear condiciones para que converjan esfuerzos e inversiones de empresas, academia y gobierno que realmente generen empleo de calidad calificando una oferta compuesta de jóvenes que puedan desempeñarse en el mundo local y global. En el papel hablamos de economías del conocimiento, innovadoras y creativas y, no obstante, en el ámbito de la OCDE ocupamos el último lugar en materia de investigación y desarrollo, un liderazgo a la inversa.

El mundo va hacia una redefinicón en la que los roles funcionales pierden espacio frente a las nuevas competencias que se requieren. La fuerza de trabajo deberá tener algún grado de calificación asociada con la inteligencia artificial y, gracias a la pandemia, los modelos híbridos (distintos grados de presencialidad – virtualidad) están a la orden del día. Las competencias blandas (resiliencia, iniciativa, capacidad de aprender por cuenta propia, trabajo en equipo, empatía) son imprescindibles.

No es justo con las mujeres ni con los jóvenes ni con el país, el desperdicio de talento en el que estamos embarcados en la actualidad.

 

 

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