El pasado 20 de marzo el mundo celebró su segundo día internacional de la felicidad. La ONU instauró esta celebración en 2013 gracias a la propuesta de un pequeño país de Asia llamado Bután, país que, dicho sea de paso, tiene una historia muy interesante y rica en temas de ‘felicidad’, pero como no es el tema a desarrollar, búsquelo en google y nos cuenta.
Colombia no es ajena a esta innovadora celebración, nuestro país es mayoritariamente feliz pese a no ser especialmente próspero o justo. Y después de un análisis muy corto, superficial y sin bibliografía disponible para apoyarlo, creo que puedo formular una teoría viable para explicar este fenómeno.
Colombia es como un niño pequeño, ríe, pelea, llora, pero después de un rato no recuerda nada. Los niños, como Colombia, tienden a responder a estímulos inmediatos. Así como un niño llora cuando tiene hambre, Colombia se impacta cuando ocurre una tragedia nacional como la caída del célebre edificio Space; así como un niño pelea con sus amigos por un juguete, Colombia vive luchas internas que se ven reflejadas, por ejemplo, en el reciente paro agrario; y así como un niño ríe, Colombia se emociona con el nacimiento de estrellas del deporte como Caterine Ibargüen.
Estos ejemplos tienen un fondo interesante, todos realmente merecen el despliegue informativo que se les dio en su momento e incluso más en algunos casos, sin embargo, los colombianos tendemos a pasar la página rápido, el paro agrario, para no ir muy lejos, terminó con unos acuerdos que aún no se han cumplido a cabalidad y ya nadie recuerda lo traumático que fue ese mes para el país; el edificio Space todavía tiene 4 torres de pié esperando a que se defina su situación y la de sus desafortunados propietarios; y Caterine Ibargüen sigue cosechando triunfos en el exterior, sin embargo, su nombre ya no se escucha mencionar.
Otros casos que ejemplifican bien este símil y que pueden sonar familiares por ser más o menos recientes son: El caso Colmenares, los conductores borrachos, la reforma a la salud, Agro Ingreso Seguro, San Andrés, el secuestro, algunos (muchos) hechos relacionados con los diálogos en la Habana, Mariana Pajón, los escándalos del procurador, Nairo Quintana, el caso Drummond, las chuzadas de DAS, los falsos positivos, las pirámides, el carrusel de la contratación y Maria Luisa Piraquive junto al Partido MIRA, que según dicen ¡Sigue vivo!.
El caso Petro que dicho sea de paso, tiene todos los elementos para convertirse en novela, no está incluido todavía en la lista de olvidos nacionales. Sin embargo, cabe recordar que Bogotá lleva 2 alcaldes destituidos al hilo, que es la primera vez que Colombia no atiende una recomendación del CIDH, y que en los últimos meses la imagen internacional del país es confusa por una serie de eventos que incluye: La negativa al pedido de asilo de ciudadanos cubanos, el proceso de paz, las largas del gobierno para dar cumplimiento al fallo de la Corte de la Haya en el pleito con Nicaragua, la situación interna del país (paros y protestas) y la anteriormente mencionada desatención de la recomendación del CIDH, entre otros.
La destitución de Petro no es el tema principal del texto, pero ejemplifica como un gobierno en campaña puede usar el olvido como estrategia. Un gobernante que objeta y desacata fallos y recomendaciones de organismos internacionales, a pesar de tener políticas claramente neoliberales -Lo que significa, entre otras cosas, políticas fuertes de globalización y libre mercado- solo puede explicarse en un marco de campaña, Santos fue y es criticado por ser menos ‘contundente’ que su antecesor, por eso recurre a la memoria de corto plazo de los colombianos y toma decisiones, a todas luces inconvenientes para el país, pero que pueden demostrar carácter y una ilusoria defensa de la soberanía nacional, pues para nadie es un secreto que a largo plazo, el fallo de la Haya tendrá que cumplirse, y al destituido alcalde de Bogotá se le indemnizará y se le pedirá disculpas públicas por el impase.
En un país con síntomas de Alzheimer, la corrupción y la ineptitud tienen gran parte de la batalla ganada, el país es gobernado por personas que realmente no conocemos porque solo recordamos de ellos lo que ellos mismos nos recuerdan, usamos el pensamiento popular ‘Mejor malo conocido que bueno por conocer’ como política nacional y como un claro pedido de estabilidad para evitarnos recordar. Votamos por caras conocidas e historias olvidadas.
Felizmente, el país no ve en esta situación un problema, quejarse alivia el alma del colombiano promedio y lo mantiene alejado de tristezas permanentes, yo por ejemplo, después de publicar esta opinión me sentiré realizado por un tiempo, luego me indignaré nuevamente y haré algo al respecto, no creo que algo demasiado profundo, seguramente saldré con un par de amigos a tomar algo con un buen porcentaje de alcohol y a ‘salvar el mundo’ en el proceso.
Para finalizar tengo 2 invitaciones, la primera es a celebrar con moderación, el día de la felicidad como el de las madres, debería ser todos los días. Tómese algo en nombre del país, indígnese de vez en cuando y haga algo al respecto, conténtese nuevamente y repita el procedimiento, después de un tiempo, a lo mejor, haremos algo realmente significativo.
La segunda y última invitación es a reflexionar, a leer algo diferente a los subtítulos de las películas, pero sobre todo a recordar, a tomar decisiones con bases sólidas y a buscar constantemente la felicidad.
Colombia, en busqueda de la felicidad
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