Tras la denuncia del columnista Daniel Coronell, respecto a los famosos ‘bonos agua’ liderado en su momento por el actual ministro de Hacienda y Crédito Público, Alberto Carrasquilla, la reacción de los amigos y críticos de este mago de los números no se hizo esperar.
Por un lado, muchos colombianos indignados han expresado su voz de protesta y le han dicho al funcionario que renuncie, siendo la única manera de enseñarle al pueblo que la ética aún debe prevalecer por encima de los intereses particulares.
Por el otro, sus amigos, también salieron al camino para atajar la presión popular que cada vez se fortalece cuando más versiones dan fe de que no solo es un problema ético, sino un delito por captación de recursos públicos a través de empresas diseñadas para exprimir hasta el límite a entes territoriales desesperados por solucionar problemas estructurales como el suministro de agua potable.
Preocupa que desde el gobierno nacional no se haya escuchado una postura seria que tranquilice a los indignados, al contrario, se mira claramente una estrategia de desmentir lo manifestado por el periodista. Ante este hecho tan bochornoso e irrespetuoso, desde el Congreso de la República se lideró un debate que permitió ilustrar a millones de colombianos que no entendían de qué se trataba lo dicho por Coronell. Con la argumentación necesaria fue el senador Jorque Enrique Robledo quien encaró al ministro; aprovechó para sostenerle el sutil delito que tiene a la mayoría de nacionales sorprendidos y enojados.
Así las cosas, la moción de censura no prosperará en el ente legislativo, incluso, el presidente de esta entidad ya lo anunció. No queda sino esperar un milagro, donde el propio implicado se retire del cargo, hecho que en el país del Corazón de Jesús es imposible. Frente al lema presidencial, "el que la hace la paga", en este caso y otros muy polémicos, no aplicará, mejor se premiará. El cinismo de algunos funcionarios públicos se enquista como emblema de batalla de quienes por todos los medios intentan quedarse en el poder.
Como se dice popularmente, las miradas se ponen en blanco y negro. Estos asuntos de discusión nacional se han trasladado al folclorismo colombiano, ese que fanáticamente clasifica las pasiones en confrontaciones irracionales, contribuyendo al engrandecimiento de una cultura mafiosa, donde los pillos prácticamente son los héroes y ejemplo de superación de quienes sus capacidades en el marco de la legalidad no rompen paradigmas. El tema Carrasquilla,es una burla a los 116 municipios que seguirán endeudados por décadas, hasta que "San Juan agache el dedo".
Irónicamente distintas bancadas gobiernistas respaldan la decisión del jefe de la cartera de hacienda, contradiciendo un dicho relativamente conflictivo, “el que la hace la paga”. Aquí quedan demostradas las intenciones de muchos congresistas y de otras esferas del gobierno, que han criticado la famosa mermelada, mientras ellos se desajustan los cinturones para embutirse no solamente el dulce del poder sino las esperanzas de millones de ciudadanos ilusionados con un cambio que les prometieron en campaña.
Y en blanco y negro también está la actitud de la fiscalía general quien violó los protocolos y facultades que tiene esta unidad investigativa para irrumpir la soberanía de la Justicia Especial para la Paz. Este hecho deja un diáfano mensaje que a diferencia del discurso conciliatorio y de unidad nacional, por debajo se teje una maraña dirigida a destruir cualquier movimiento que sepa a procesos de paz. Estas contrariedades no producen sino incertidumbre frente a los graves problemas que ha venido afrontando el país en los últimos 25 años.
Mientras las discusiones prosiguen en temas álgidos para la nación, la pandemia de las empresas prestadoras de salud no se queda atrás, prácticamente es inmanejable y demasiado tóxica para la gente del común. Mientras los dueños arman bombas de intereses, buscando responsables por sus crisis financieras, los usuarios sufren diariamente el martirio de las malas decisiones políticas que de no presentarse una reforma estructural seria, el colapso es inminente.
El blanco y el negro se culturizaron en las mentes macondianas, razón para que cualquier propuesta decente caiga en posturas antónimas que caldean ánimos e imponen un tinte de apasionamiento que desencadena en una condena para las propuestas innovadoras y benéficas a las comunidades. La situación económica de Colombia se intenta mostrar viable, pero en el fondo es más compleja que la venezolana. Estos políticos se han vueltos expertos en maquillar la crisis nacional.