En toda América los gritos libertarios estremecieron el continente y los libertos, pusieron en jaque a los esclavistas quienes no se resignaban a perder la servidumbre de hombres y mujeres desarraigados a la fuerza de su África natal para convertirlos, mediante la más infame opresión, en bestias de trabajo a ellos, y en entretenimiento sexual a ellas.
De esa rebelión surgieron los Quilombos, concentraciones de esclavos escapados de sus dueños que se organizaban para defender la emancipación lograda por la fuerza, por la lucha o por la huida.
Quilombo es un término que tiene sus orígenes en el lenguaje Kimbundu del pueblo Bantú originario de Angola en el continente africano. La palabra, tiene otros significados en algunas regiones de Suramérica. En Argentina y Uruguay, es sinónimo de desorden y de ruido y, en otros lugares, tiene el significado de prostíbulo.
Colombia no fue ajena a la práctica del comercio de seres humanos. La historia, a veces poco fiable, da cuenta que entre 11 y 13 millones de africanos fueron exportados hacia América y que en esos viajes de agonía y de muerte solamente quedaron unos 10 millones de africanos que fueron esclavizados en los países en los cuales los barcos negreros los descargaron.
Departamentos como Cauca, Antioquia, Chocó, Bolívar y ciudades como Popayán y Cali, entre otras, sin olvidar la costa atlántica, fueron las regiones en los que la esclavitud estuvo más presente.
El Quilombo fue la respuesta de la negrería a sus amos, fue refugio para su libertad a la que nunca renunciaron, ya que pesar de las vejaciones sufridas, jamás se resignaron a la esclavitud impuesta.
Los esclavos escapados recibían el calificativo de cimarrones, nombre con el que se denominaba a los cerdos domésticos que se escapaban y se volvían salvajes. La libertad no fue fácil ni gratuita, el precio pagado, en vidas, fue alto, pero valió la lucha.
Los blancos –cuenta la historia- tenían perros entrenados para la persecución de los esclavos en fuga y una vez capturados los esperaba la mutilación o la muerte que fuera escarmiento para quienes la rebeldía les señalaba caminos de independencia.
El Quilombo fue refugio y hogar, solidaridad y seguridad para los espantar los miedos que les acechaban. Los construían en lugares favorables a la defensa. Los protegían con trampas y empalizadas, púas envenenadas, y sobre todo, con la determinación inquebrantable de dar la vida antes que volver a sentir el yugo de los amos.
En el Quilombo había espacio para cultivos de pan comer, y para la práctica de costumbres no olvidadas que acercaban sus espíritus a su natal África, lejana en el espacio, pero cercana en sus recuerdos, costumbres y tradiciones.
Los Quilombos fueron lugares para reafirmar la libertad. Desde allí defendieron su lengua, sus costumbres, la religión, los bailes y en especial, la música que aún sigue viajando en el tiempo como origen de otros ritmos.
El Quilombo les obligó, a las comunidades en ellos asentadas, a su organización. Surgieron maneras de gobierno a su gusto. Instauraron formas propias de trabajo, reafirmaron sus costumbres y, desde ellos, ofrecieron resistencia contra quienes querían eternizar su condición de esclavos. Es desde esos Quilombos y Palenques que se fraguó la libertad definitiva, libre de cadenas y de humillaciones.
En nuestro país esos movimientos cimarrones fueron la génesis de la independencia y resultaron importantes para enfrentar el régimen de coloniaje español. Las incursiones frecuentes y organizadas contra las haciendas esclavistas para liberar a sus hermanos y para conseguir comidas y armas los hicieron diestros en la guerra.
La historia ha olvidado o ha escondido los nombres y las gestas de los negros que marcaron un hito en la conquista de la libertad en Colombia. Nombres como los de Agustina, en el Chocó, Barule, un mandinga que lideró importantes sublevaciones; Benkos Bioho, quien dio su guerra en Cartagena. Catalina Luango, en fin, hombres y mujeres que protagonizaron hazañas olvidadas deliberadamente por la historia y de los que no existe un monumento que proclame sus luchas.
El Quilombo, en resumen, fue resguardo para los esclavos liberados y desde ellos lucharon por su independencia…esa lucha continua en esos modernos Quilombos llamados ciudades.
El Festival de Música Petronio Álvarez, desde hace tres años, creó un espacio dentro del festival en el que las danzas y las tradiciones africanas se exponen a los visitantes.
El Quilombo será un espacio en el que se promoverá la integración, la convivencia y el respeto a las diferentes propuestas culturales llegadas del Pacífico colombiano.
El objetivo del Quilombo es visibilizar e integrar las diversas actividades artísticas y culturales de las comunidades de pacífico para y darlas a conocer a quienes visitan el Festival de Música Petronio Álvarez.
Mediante pedagogía se busca integrar al visitante con las costumbres, usos y saberes de la región pacífica, buscando que la apropiación de los procesos culturales que se den en El Quilombo se compartan.
Los visitantes tendrán la oportunidad de hacer un recorrido por las estaciones en las que se pondrá a consideración del público expresiones diversas como: rondas, cuentería, danzas y cantos de las subregiones, pacifico, norte y sur.
Estaciones como Contando y Cantando; Luteria Mágica; Peinados Tradicionales; Trajes y atuendos; son entre otras las propuestas que se podrán disfrutar en los diferentes espacios habilitados para tal fin.
El público podrá escuchar los cantos y ritos de nacimiento, cantos fúnebres del Pacífico colombiano, o los cantos que se dan durante el nacimiento llamados cantos de cuna. Así mismo, se podrá apreciar sobre los rituales de despedida, cuando se produce la muerte de un niño, llamados Chigualos o Gualies, una ceremonia fúnebre de velación del cadáver de un niño menor de 7 años. Tiene como característica que es amenizada por músicos y cantadoras para despedir al difunto con cantos alegres, baile y rondas infantiles al ritmo de la música tradicional para estos sucesos.
Otro aspecto importante de este espacio serán los conciertos didácticos en los que se podrá disfrutar de las cantadoras del pacífico, mujeres que son las depositarias de la sabiduría y la historia de su gente. Cantos como los arrullos, los chigualos, o bambucos viejos, podrán ser apreciados en toda su autenticidad.
En esta muestra destacan los Alabaos, cantos que fueron declarados Patrimonio Inmaterial de la Nación por el Consejo Nacional de Patrimonio, coplas con gran contenido narrativo, historias con música, como se les conoce.
El Quilombo, la nueva propuesta de la Secretaria de Cultura y Turismo para esta XIX versión del Festival de Música Petronio Álvarez, será una nueva forma de adentrarse en el conocimiento de la cultura afrodescendiente.