Sí, muchos ilustrados podrían decir que se trata de un error gramatical pero no, es correcto. Por lo menos en esta ocasión: yo y mi pasaporte, como diría el dicho popular, el burro por delante, o en este caso la mula por delante y, al criterio de muchas aduanas a nivel mundial este burro o mejor dicho mula, viene cargada y no precisamente de una virgen María, no, de una prostituta a la que parece que sus tetas no le alcanzaron para llevarla al paraíso.
Ahora que tomé la decisión de viajar, confirmé que nos persigue la fama. Nos reconocen con facilidad. He escuchado decir que en cualquier lugar de la tierra te encuentras a un colombiano. Estos días en que el tema de la inmigración está en boca de todo el mundo me encontré un artículo que decía que Colombia era el segundo país del mundo con mayor cantidad de emigrantes sobre la tierra: 2.4 millones de colombianos hay alrededor del mundo, una cifra alarmante que deja en la palestra pública al país del sagrado corazón, tal vez por eso de los 194 países legalmente registrados por la ONU se nos exige visa en 179 de ellos, muchos dicen que la fama que tenemos de narcos, ladrones y prostitutas es culpa de la televisión, de las películas, o de Pablo Escobar, que distorsiona la realidad, y estoy de acuerdo, somos mucho más que eso, somos el país sin educación ni salud gratuita, el país que firma un convenio para construir una vía como la panamericana en 1925 y aún no la terminamos, no toda, solo nuestro tramo, con 102 senadores y 166 representantes que reciben 26 millones de pesos al mes mientras que el salario mínimo de alguien que trabaja 8 horas no sube de los 620.000 pesos; reelegimos a 26 congresistas investigados por parapolítica, añoramos al expresidente que eliminó el Ministerio del Medio Ambiente, nos regaló la Ley 100, creó las convivir y hasta volvió negocio las basuras; poseemos la sexta porción de agua dulce más grande del mundo y tenemos departamentos como La Guajira donde nuestros niños mueren por falta del preciado líquido.
En fin, podría hacer millones de artículos intentando explicar las falencias que poseemos en el país de la eterna primavera, del café que trasciende, de las flores que regalan en San Valentín, del mar de los siete colores, del cielo despejado y de las playas blancas. Podría decir que es injusto que abran mi maleta cada vez que visito un aeropuerto, que los buenos somos más, y sí, más ignorantes, más dejados, más pasivos, los buenos somos tan buenos que nos creímos el cuento del país más feliz del mundo y vivimos con los ojos cerrados pasando páginas de historia, despejando las vías a nuestros honorables dictadores de leyes y aguantando fuerte, pues nada es tan grave que la novela de las ocho no pueda solucionar.
Por ahora, yo seguiré en mi travesía por el mundo tratando de cruzar fronteras con mi pasaporte morado, añorando encontrarme personas que conozcan a Gabriel García Márquez, Manuel Elkin Patarroyo o incluso a Shakira, esperando que me pidan café y no cocaína, que cuando les hable de porro piensen en Adriana Lucía y su porro por Colombia; que bailen conmigo los vallenatos de Vives. Espero el día en que la visa universal se extienda, al coronel le escriban y los colombianos dejemos de vivir cien años de soledad. Reaccionemos a la muerte anunciada salgamos de nuestro miedo absoluto y entendamos que el riesgo es que nos queramos quedar.
