Colombia es un país privilegiado por la riqueza y diversidad de su territorio. Somos la única nación en duramérica que posee costas tanto en el océano atlántico como en el pacífico. La fauna y la flora de nuestra nación se destaca por su riqueza natural, pues Colombia después de Brasil es el segundo país en el mundo en términos de biodiversidad (Minambiente, 2019)[1]. Además, por si lo anterior fuera poco, disponemos de un amplio espectro de climas, pisos térmicos, tradiciones y patrimonio cultural. Ahora bien, muchos pensarían que esto no es nada nuevo. Que ya sabíamos y nos habían repetido en el colegio todos los años lo mismo. ¿Qué Colombia es afortunada? Pues sí. ¿Qué con eso?
Estudiar y entender con exactitud la configuración de nuestro territorio, sus límites fronterizos, su distribución geográfica, la composición de sus suelos y demás virtudes es fundamental para el estudio de la geopolítica y la geografía. En palabras del profesor en ciencias políticas Charles B. Hagan (1942)[2], “la geografía puede considerarse como el estudio de los fenómenos estrictamente naturales. En formulaciones más ambiciosas, puede estudiar la organización social como dependiente de esos fenómenos naturales”. Lo anterior apunta a que no solo es necesario estudiar e identificar aquellos elementos que naturalmente componen a nuestra patria, sino que, además, resulta fundamental crear relaciones entre la realidad geográfica y lo que esto representa para nosotros como nación en términos sociales, ambientales, económicos y por su puesto políticos.
El célebre geógrafo Friedrich Ratzel señalaba que el elemento central de estudio para la geografía son los estados y que, a su vez, estos últimos no pueden existir sin su territorio, pues este espacio es fundamental para la vida política las naciones (Hagan, 1942). Aun siendo así las cosas, parece ser que en nuestro país nos hacen falta unos cursitos de la geografía política de Ratzel, dado que, desde la época de la independencia, Colombia ha tenido una pésima trayectoria en cuanto a perdidas territoriales.
Se dice que la nación “contaba con aproximadamente dos millones de kilómetros cuadrados según los mapas del “Virreinato de la Nueva Granada”. Desde 1810 hasta la actualidad cuenta con 1.141.748 km² de territorio, es decir, que ha perdido aproximadamente la mitad de su territorio” (Meneses, 2014)[3]. Esta realidad deja mucho que desear de los acuerdos a los cuales el país ha logrado llegar en el marco de las negociaciones territoriales. Es incierto el por qué la política exterior del país no es más consciente de la importancia de preservar nuestro territorio y todos sus componentes. A los colombianos en general nos hace falta reconocer que este país es nuestro, que todos somos parte de él y que desde luego debemos protegerlo.
Es posible que el origen de esta problemática emerja desde nuestras propias escuelas y universidades; por ende, debemos proponer una solución partiendo desde allí. En Colombia resulta necesario que los centros de estudio implementen en sus planes académicos más cátedras encaminadas al aprendizaje y a la comprensión de la geografía colombiana y la geopolítica. Dichas materias deben incentivar a los colombianos para que tengan una capacidad de análisis más profunda, estén informados y sean capaces de comprender la realidad política y económica de nuestro país partiendo del entendimiento de nuestra condición. Tal vez de esta manera podamos llegar algún día a apreciar con plena certeza lo afortunados que somos y lo importante que es conocer y valorar a este pedacito de tierra que llamamos Colombia.
[1] Minambiente. (21 de mayo de 2019). Colombia, el segundo país más biodiverso del mundo, celebra el Día Mundial de la Biodiversidad. Recuperado el 26 de febrero de 2021.
[2] Hagan, C. (1942). Geopolitics. The Journal of Politics, 4(4), 478-490. Obtenido el 26 de febrero de 2021.
[3] Meneses, Á. P. (2014). Perdida territorial de Colombia desde una perspectiva histórica.