Para nadie es un secreto que Colombia es un "paraíso" si se habla en materia de pobreza y desigualdad, esa innegable y fría realidad que de seguro ha sido hasta experimentada en carne propia, la hemos —con o sin intención— estudiado o simplemente la hemos escuchado en aquella horda informativa que diariamente recibimos de los medios de comunicación. Pero más allá del como conoce o reconoce este fenómeno social, vale la pena también estudiar sus consecuencias o daños colaterales; daños que no son tan perceptibles y palpables en la sociedad, como por ejemplo el romantizar la pobreza.
¿Pero qué es romantizar la pobreza? Romantizar la pobreza es aquella acción con o sin intención de crear y recrear un ambiente de fantasía frente a la pobreza, negando y obnubilando la complejidad y las responsabilidades de fondo frente a este fenómeno, y en vez de ello, dedicarse de manera exclusiva, simplista y descarada en crear de la pobreza una pantomima.
Poniendo un caso concreto, y para no irnos tan lejos, podemos observar como los medios de comunicación en Colombia son expertos y graduados en la táctica de generar fantasías, y de romantizar la pobreza cual libreto de Shakespeare, esto cuando vemos como informan sobre los casos de “éxito” y de “superación” de aquellos pequeñísimos e ínfimos casos de personas que lograron salir adelante a pesar de su pobreza, o de esas infames y vulgares notas que muestran fantasiosamente al niño que usa el alumbrado de la calle para poder hacer su tarea, o el niño que se conecta a sus clases virtuales desde un estacionamiento.
Los anteriores casos son una minúscula prueba de ese reduccionismo vulgar que hacen de la pobreza, donde en vez de mostrar este fenómeno con un tinte y sabor a novela mexicana, deberían más bien preguntarse el porqué de esta realidad; un problema que no es simple y llanamente una situación personal como la quieren pasar, sino una realidad colectiva que debería desafiar a todos, y así hallar estrategias o soluciones en común, sin embargo no es así, más bien todo lo contrario. Cada día seguimos escuchando como unos pocos privilegiados de este país, y hasta algunos que llaman "levantados", justifican que el problema de la pobreza recae simple y sencillamente en un estado mental o en la incapacidad de no esforzarse lo suficiente, haciendo desconocer que la pobreza está más allá del querer, el poder y la motivación.
Infortunadamente en Colombia nos acostumbramos tanto a la pobreza que aparte, de romantizarla, la normalizamos, como todo. Ya es muy común y corriente ver personas pidiendo limosna en la calle. Ya es muy común y corriente escuchar que en Colombia la pobreza y desigualdad es abismal. Ya es muy común y corriente ver la gente tratando de sobrevivir en un país donde ya ni siquiera nos inmutamos o escandalizamos, empezando por aquellos que elegimos, donde pareciera que todo está perdido, y donde los casos de "éxito" y "superación" solo fueron una epopeya o utopía como ganarse el Baloto.
Los discursos asociados a romantizar o normalizar la pobreza hacen que se alimenten y enriquecen los estereotipos, y se siga perpetuando sin ningún cambio o transformación este fenómeno social. En un país como el nuestro, con la tercera desigualdad del mundo, niveles de informalidad del casi cincuenta por ciento (según el Dane) y una pobreza monetaria de casi el cuarenta por ciento (según Fedesarrollo), no podemos hablar de que “el pobre es pobre porque quiere”. La pobreza en Colombia no es un problema individual, es más bien un fenómeno colectivo y del común denominador, donde en conclusión todos tenemos responsabilidad y participación de lograr superarla o de al menos mermar sus efectos, sobre todo en aquellos que infortunadamente a pesar de que tienen ganas, ánimo y luchan cada día, siguen sumidos en la miseria. En definitiva, sigo pensando que Colombia es un país donde no te ayudan a salir de la pobreza, sino donde más bien te hacen entrar en ella. Todos los países tienen pobres, pero la diferencia con Colombia es que la pobreza carcomió tanto, que prácticamente ya la vemos como parte inherente de la sociedad.
Hasta el día en que todos pensemos sobre el porqué de nuestra realidad, este será el día en que logremos en común las transformaciones que nos merecemos como pueblo, a pesar del masoquismo e ignorancia rampante y sistemática que llevamos a cuesta. No vale la pena quejarnos, vale la pena generar el cambio.