Desde aquí hago un grito de los que retumban en el silencio desolador de la indiferencia, esa que nos mata como sociedad, cuyas formas de pensar se asemejan a un himno que repiten algunos a diario: "mientras yo esté bien el mundo a mi alrededor se podrá desmoronar".
El país de la indiferencia, el país de la conveniencia, el país del "usted no sabe quién soy yo", el país que a diario depreda la tierra, el país que mata oportunidades, aquel país que asesina jóvenes por exigir esas oportunidades.
¿Pesimista? Estoy en cólera, hago parte de la gran población de "desgraciados", de jóvenes infelices que sacrifican sus sueños por sobrellevar una vida desgraciada porque les toca.
Jóvenes pintores, poetas, dramaturgos, cantantes, escritores, músicos, deportistas, historiadores, espléndidos profesionales de inteligencias singulares y únicas que se pierden en agónicas filas en busca de un incipiente empleo, jóvenes que se humillan en busca de una pequeñísima oportunidad que algún "don" les pueda otorgar, jóvenes que mueren en las calles, jóvenes que por cuestiones de la vida migran a otros países en busca de una mejor vida.
Les pregunto: ¿Qué hubiese sido de nosotros jóvenes talentosos, si en lugar de ser colombianos fuéramos alemanes, finlandeses, noruegos o canadienses?
Se lo dejo a usted querido lector para que se responda...
Esta juventud de desgraciados por la providencia sucumbe a diario, en el desespero aceptan labores mal pagas bajo jornadas esclavizantes (horario rotatorio con derecho a descanso un domingo casa quince) ¿Les suena? Este nuevo tipo de esclavitud que succiona lentamente nuestros sueños, nuestras metas y nuestra libertad, es la propuesta diaria de la "oportunidad" en Colombia.
La juventud del montón, los y las hijas de nadies que a pesar de demostrar capacidades excepcionales no son suficientes, pues el anhelado puesto o la valiosa oportunidad ya tenía dueño con un apellido particular o con contactos particulares...
¿Un consejo de mamá? Mijo, mija tranquila; que alguna cosa ha de reventar, siga usted buscando.
A mis jóvenes desgraciados, solo les diré: Luchen, luchen y luchen que la fuerza de los colombianos es poderosa, nadie nos ha de quitar el carácter y la perseverancia que hemos construido al pasar por esta Colombia injusticias que no nos merece.