Aunque no se llevan estadísticas, o si las hay deben esta amañadas como sucede en este país con todas las cosas que dejan en mala posición a nuestros gobiernos o gobernantes, Colombia podría estar entre los países con la mayor población emigrante.
A diferencia de otros países y regiones, como Centroamérica y/o Venezuela, donde las emigraciones se dieron en desbandada con multitudes invadiendo desesperadas en busca de lo que anhela todo ser humano (estabilidad social y laboral), en Colombia la cosa hace años dejó de ser así para convertirse en una cautelosa pero sistemática salida del país en busca de la redención, muchas veces para nunca regresar. No cabe duda de que más del 95% de las familias colombianas tienen, al menos, un miembro que ha emigrado. Podríamos decir que actualmente hay un colombiano en cada país de la órbita terrestre.
Nuestros sistemas gubernamentales son tajantes: este país es una corporación, propiedad privada con una lista de socios, la mayoría viviendo fuera del país también. Eligen a un gerente que nosotros llamamos presidente mediante un sospechoso sistema de elección popular que no es tan real como lo pintan, y este escoge su grupo de servidores o junta directiva para controlar la vaina, quienes también viven o tienen doble nacionalidad y lo último que se les viene a la mente es vivir eternamente acá.
El hambre y la falta de oportunidades laborales son las principales fuentes que motivan a las personas a emigrar. Y en esta tarea Colombia parece ir a la vanguardia. Esto incluye desde altos funcionarios, profesionales en todas las áreas, hasta personal de a pie, el que no pudo estudiar.
Colombia no es un país pobre como lo pintan, al contrario, es inmensamente rico, pero como dijimos, todo es propiedad privada, con unos cuántos dueños, la mayoría viviendo lejos de aquí y nada interesados en impulsar normas de mejoramiento, entonces la pobreza sólo es consecuencia de no tener acceso al capital igual a quienes no sólo lo controlan, sino que evitan que aquellos puedan acceder a él.
El capitalismo en Colombia es anacrónico, los empresarios lograron controlar el sistema con el fin de evitar la generación de empleos por competencia, esto es, sólo unas cuantas empresas pueden lucrarse. El monopolio se ha extendido hasta el transporte urbano. Y ellos saben que son los responsables de la miseria de la población, pero como existe el pretexto, entonces no es difícil convencer que el problema esculpa de salarios, falta de compradores, etc.
Una de las normas del capitalismo colombiano parecer ser nada de inversiones sociales o gastos en mejoramiento de empleos, salarios y educación, razón por el descontento de décadas de parte de la población que todavía cree que el gobierno es una entidad de beneficencia con personal interesado en el mejoramiento de todos. Si lo duda, eche un vistazo a cada uno de los que componen los controladores de los intereses del Estado, desde el presidente, ministros, senadores, alcaldes, gobernadores, incluyendo contratistas y banqueros, y encontrará respuestas nada agradables.
Si el dinero almacenado en cavas personales de la mayoría de ricos, políticos, terratenientes, comerciantes e industriales, contratistas, etc, estuviese en la calle generando empresas o negocios, de seguro la población no sentiría esa pesadumbre de carencia que a diario se respira por todos lados, habría fluidez, como dicen los economistas, pero como el dinero se hizo para almacenarlo en bodegas, entonces el resultado es el que siempre hemos vivido: descontento casi ingenuo de gente que se aferra a lo público pasando por encima de lo privado, que es la prioridad. Actualmente el grueso del dinero emitido por el Banco de la República va a parar a las bodegas de los que llamamos propietarios de la nación. En el trayecto puede que algo caiga a la población hambreada, pero luego también es recogida con el nombre de impuestos.
Si usted pregunta a cualquier ciudadano de cualquier estrato social si quiere marcharse del país no dudará en responderle que sí. Los que no pueden mayormente que los que pueden, esto porque estos últimos prácticamente ya están lejos mentalmente así físicamente estén aquí, con esperanzas en un cambio dramático que mejore nuestra economía. La excusa del gobierno, o gobernantes, por la casi masiva salida de personas con algún poder adquisitivo mayor, es que se van huyendo porque el fantasma del socialismo les aterra. Si invertir en el mejoramiento del entorno, la educación, la salud y los salarios es de socialismo, entonces la mayoría de los países europeos y el mismo EE.UU., a donde va a parar esa mayoría emigrante estrato alto, son socialistas. Esto con el fin de evitar que los cuatro o cinco socios propietarios del país no desocupen sus bodegas en procura del mejoramiento que ansían todos. El socialismo es el enemigo de ellos y lo convirtieron en enemigo de todos.
Esto no es nuevo, lleva décadas. Se dice que a Venezuela llegaron más de cinco millones de los nuestros desde los años 70 cuando se inició el éxodo casi masivo, y aún hoy, anhelan que las cosas allá mejoren para marcharse nuevamente. En este trayecto hemos perdido identidad nacional. Hoy día el colombiano afincando en Venezuela o que vivió allá, se siente más ciudadano de ese país que del nuestro. Si están en Europa o EE.UU. defienden las causas de aquellos países como nunca lo hicieron con el suyo. A veces parece que hasta les da vergüenza decir que son colombianos. Lo curioso de todo este enredo social es que la mayoría hoy defienden a los gobiernos que los hizo marcharse años atrás, y aportan sus esfuerzos para evitar que se den esos cambios que una vez añoraron. La coherencia quedó fuera de combate.