Colombia el “memoricidio” de su historia

Colombia el “memoricidio” de su historia

Por: Santiago Ruiz
abril 10, 2014
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Colombia el “memoricidio” de su historia
Imagen Nota Ciudadana

La edad de la memoria, hace mucho tiempo que empezó a pagar con el olvido su deuda con la verdad, 66 años de un suceso que partió la historia del país y uno de los hechos más referenciados del conflicto social colombiano; sin embargo este hecho no significa nada, si de olvidar se trata.

El asesinato del que fuera diputado, alcalde de Bogotá, ministro de Educación, senador y candidato presidencial Jorge Eliecer Gaitán aquel 9 de abril de 1948, desencadenó una rebelión popular que trasciende el espectro de los años para acomodarse hoy, en las entrañas de un pueblo que camina hacia la paz en medio de la guerra.

Transitamos ya por los senderos de la segunda década del nuevo siglo, orientados por la corriente de los ríos de sangre que se entrañan en esta tierra árida cooptada por la sevicia del “país político”, y se hace indispensable la necesidad de la reconstrucción de la memoria histórica como papel fundamental para avanzar hacia la edificación de una paz con justicia social, durable y verdadera.

El informe institucional del Centro Nacional de Memoria Histórica, “¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad” precisa el año de 1958 como “el punto de partida” del conflicto armado, una aseveración que niega de tajo completo, lo que significó el asesinato de Gaitán y lo que significa esa década comprendida entre 1948 y 1957 en el origen del conflicto armado en Colombia, además, el informe no reconoce que el país padece simultáneamente un conflicto social.

Por su parte, la hija del caudillo, Gloria Gaitán, en su artículo “Otro 9 de abril sin verdad” publicado hoy en El Espectador, manifiesta que “tantas contradicciones sirven sólo para confundir y distraer la atención acerca de la necesidad imperiosa del país de reflexionar acerca de los orígenes políticos del conflicto armado. Como lo he insistido (16 de agosto de 2013), esto requiere revisar con rigor el período de 1946 a 1957, para constatar que el asesinato de Gaitán y el genocidio al Movimiento Gaitanista sigue siendo víctima del ‘memoricidio’ para que prevalezca la más completa impunidad y para que el Gobierno no se vea compelido, por la opinión pública, a solicitar oficialmente a Estados Unidos la desclasificación de los documentos de la CIA y del FBI sobre ese período de nuestra historia”.

Pero más allá de establecer una fecha de partida, el debate tiende a complejizarse, ¿quién dijo que la búsqueda de la verdad era fácil?, según la unidad de víctimas, desde 1985 hasta el 2014 hay un lamentable acumulado nacional de 6´231.617 víctimas; de estas víctimas registradas, el desplazamiento se ha ejercido contra casi cinco millones y medio de personas.

Aun así, los números tampoco son el orden vital de la historia, porque si a ellos perteneciera, podemos decir, que a excepción de Alemania tras su horrorosa herencia del holocausto Nazi, ningún país ha reconocido tal número de víctimas a excepción del nuestro, sin contar las que no se encuentran registradas; por ejemplo, de las 55 mil solicitudes de restitución de tierras presentadas desde el 2011 hasta la fecha, apenas 3.963 casos han terminado el proceso administrativo, de estos apenas se han sentenciado a favor 399 casos; es decir que 989 familias han recibido el fallo que les otorga la restitución de sus tierras.

Actualmente la sociedad colombiana afronta el cuarto intento de un diálogo de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc, en La Habana (Cuba). En medio de las complejidades de un enfrentamiento de más de medio siglo, el condicionamiento de negociar sin un cese bilateral del fuego y ad portas de un proceso electoral de corte presidencial, por mencionar algunos de los contextos que rodean el proceso, avances importantes como el tema agrario o la participación y garantías políticas para la oposición, permiten recrear la ilusión de un nuevo mañana, pero que necesariamente tiene que estar teñido de pueblo.

Dentro de las múltiples propuestas de las partes, la insurgencia ha reiterado la necesidad de conformar “una comisión de la verdad y una política de recuperación de la memoria histórica de las violaciones a los derechos humanos” cuyo “período de estudio histórico abarque desde la expedición de la Ley 200 de 1936, frente a la cual surgió una reacción que desató la violencia terrateniente y partidista”.

Esta como una medida necesaria, para esclarecer las causas objetivas que le dieron origen al conflicto armado y social que hoy desangra a la nación, sin embargo la paz no es solamente el silenciamiento de los fusiles, son las garantías plenas y múltiples, que permitan el desarrollo de una sociedad sostenible que soslaye el yugo oligárquico que la ha mantenido en la miseria absoluta, carente de una identidad, de una memoria, de la vida misma.

De manera que el eje fundamental es una paz con justicia social, la paz tiene colores, es heterogénea, es la inversa de los intereses particulares, es el multicolor de la colectividad, no es una paloma estática vestida de la homogeneidad del blanco.

No solo son 66 años, nuestra historia viene aferrada a nuestras espaldas, sólo que las cadenas se sienten cuando el que las tiene se mueve, así es la historia, un suceso constante que necesita del movimiento para que no parezca un hecho estancado que se reproduce cíclicamente.

Hoy el pueblo tiene que recordar, no un suceso, sino su historia misma, para no estar condenado a repetirla.

“Os decimos finalmente, Excelentísimo señor: Bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio. ¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!”, Jorge Eliecer Gaitán.

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