En un país con más de 5.5 millones de leyes, con la astucia de los abogados, más los caprichos e intereses de los jueces se puede absolver o castigar una persona por el mismo hecho. Como en la época colonial, reina la casuística. Suiza, país organizado, funciona bien con solo 30 leyes. Si la cúpula estatal está podrida, ¿cómo estará la base? Todo es mercancía negociable, incluyendo la conciencia y las leyes sirven para llenar anaqueles, no para sustentar fallos. Si en las Altas Cortes del poder judicial se forman grupos delincuenciales, suficientemente conocidos por todos los colombianos, ¿cómo podemos pedirle a los jóvenes desocupados, sin estudio, en la miseria, con necesidades básicas insatisfechas, muy ansiosos por adquirir las novedades electrónicas, que se porten bien, sin atracar, robar o asesinar?
Respecto a los legisladores, desde el Congreso hasta los Concejos, quienes más ganan son los corruptos insaciables. Excelentes oradores como Musa, terminan huyéndole a la “justicia”, y no por honestos. Lo mismo aplica para el poder ejecutivo a todos los niveles. ¿Es que puede haber alguien que desconozca las fechorías del expresidente Uribe, protegido por la ley de inmunidad más 300 guardaespaldas?, ¿por qué no lo juzgan ante tantas evidencias criminales?
Por otra parte, ¿acaso no vemos el metro de Bogotá, anunciado hace casi 40 años, más los que faltan para hacerlo realidad? Para robar en grande, primero “planearon” un metro subterráneo, luego le intercalaron el TransMilenio, y parece que terminará siendo aéreo. ¿Y qué tal los policías y militares haciendo parte de bandas criminales?
En el contratismo prima el tamaño de la coima o el cómo voy yo sobre la calidad de las obras, de los alimentos, de la entrega oportuna. Lo peor de todo es que esta práctica se ha extendido por toda la sociedad y si alguien rechaza la oferta corrupta es calificado de gil o pendejo. El conductor de un vehículo negocia con el funcionario que lo detiene el precio de su embriaguez o de la infracción cometida, los magistrados venden sus sentencias al mejor postor. Las licitaciones son ganadas por quienes ofrecen la mayor tajada, sin importar la calidad ni los términos de ejecución. Un inventario de desafueros sería interminable pero cada día los noticieros invierten la mayor parte de su tiempo informando sobre los mismos.
En el capitalismo neoliberal la corrupción es fácilmente explicable: en él no se educa para vivir dignamente entre humanos sino para competir entre ellos mismos, para ganar siempre en exceso, de cualquier forma; la ética aquí se llama utilitarismo y está por encima de cualquier precepto moral; las religiones no se han hecho para formar buenas personas sino para que los pastores y jerarcas se enriquezcan a costillas de los ingenuos e ignorantes; conservar la naturaleza y proteger los recursos naturales es un cuento de los tontos ambientalistas, hasta Trump lo dice, lo que necesitamos es oro, coltan, carbón, petróleo, etc. y hay que obtenerlos a como dé lugar, por encima de quien sea; las elevadas ganancias, como los altos salarios, son para las familias de alta alcurnia y los más astutos e incondicionales al sistema, y como estos son pocos ojalá sean sumas bien distantes del ridículo salario mínimo; en una democracia no puede existir igualdad social pues es necesario estimular a los individuos más competitivos y los demás que realicen los trabajos menos exigentes mentalmente; además, el estado no puede ser paternalista. Ahí está resumida la filosofía del burgués.
El desempleo, el trabajo informal, el raterismo, los homicidios, no se combaten con el ESMAD ni con cárceles ni con casa por cárcel sino con pleno empleo bien remunerado, redistribuyendo las riquezas acumuladas por unas cuantas personas en tierras, bancos, edificaciones. Para ello es preciso cambiar de mentalidad, sustituyendo la actual por una que sea capaz de derribar el capitalismo y edificar una sociedad cualitativa y cuantitativamente opuesta a esta, lo cual solo será posible a largo plazo, pues por ahora existen muchas personas intransigentes, guerreristas, fanáticas, excluyentes, que se oponen a la igualdad y a la justicia social. Basta con registrar cómo protestan porque un movimiento subversivo abandonó sus armas físicas para usar las armas racionales y orales a cambio del compromiso gubernamental de aprobar leyes en favor de las clases más pobres y marginadas.