Este artículo pretende responder a una pregunta sencilla: si el conflicto es únicamente rural o también es urbano. Conjugo el verbo ser en el presente porque, a pesar de lo que dicen unos, el conflicto no ha terminado. Ahora bien, aunque la pregunta parece ser un sinsentido, la respuesta es obvia: es claro que el conflicto fue y sigue siendo rural y urbano, pero el jefe de la Comisión de la Verdad, Francisco de Roux, ha sostenido todo lo contrario y ha negado la ocurrencia no solo de asesinatos y masacres sino de falsos positivos en las ciudades. Y más recientemente el Defensor del Pueblo, Carlos Negret, también salió con declaraciones parecidas.
Si De Roux no fuera el actual jefe de la Comisión de la Verdad y como tal el encargado de redactar una "verdad" oficial o semioficial no sería tan problemática, pero estamos ad portas a la falsificación de la historia. Además sus comentarios sobre el tema son repetidos por supuestos izquierdosos y publicados una y otra vez en redes sociales y páginas de grupos que dicen ser de la izquierda, aunque dice más de ellos que de De Roux.
No son simples errores, detrás de las mentiras hay un intento de reducir el conflicto no solo a lo rural, sino a combates o actos de actores armados que disputan territorio, y excluye cualquier referencia al papel no solo del Estado, como tal, algo distinto a los crímenes de servidores públicos como individuos, sino el papel de las empresas, partidos políticos, entidades estatales como la Fiscalía, entre otros. Se reduce el conflicto a una cuestión de orden público en lugares apartados, lejanos, incomprensibles y así se puede tergiversar el papel del Estado en el conflicto cuando no negarlo totalmente. Y por supuesto De Roux y Negret ofrecen sus servicios de acercarnos a esos lugares distantes y hacernos entender lo que no podemos o no hemos querido entender a través del filtro de su propia ideología e intereses de clase.
Antes de abordar el tema, se debe aclarar que ni De Roux ni Negret definen lo que entienden por rural. Así, no sabemos si un pueblo lejano y mal comunicado como Segovia donde en 1988 paramilitares bajo órdenes del jefe del Partido Liberal masacraron a 43 personas por haber votado por el partido equivocado (la Unión Patriótica) figura en su definición de rural, pues 75% de la población de este municipio vive en la cabecera municipal donde se desarrolló la masacre, igual que la masacre de los billares en 1996. Pero sí, podemos confiar en que ciudades grandes como Bogotá, Medellín y Barrancabermeja no son rurales, ni siquiera en los delirios de ambos personajes. Así vamos a repasar el conflicto en esos lugares. Aunque por cuestiones de espacio solo se puede revisar unos cuantos hechos dicientes.
Según De Roux, "El país urbano no sabe lo que es la guerra, lo sabe un poco por la televisión y cómo lo ve como si fuera una película no comprende la enorme responsabilidad humana, ética, que tenemos ante tanto sufrimiento"[1]. El insulto a las víctimas en las ciudades es mayor, sus seres queridos a diferencia de los actores de las películas no se levantaron del suelo una vez abatidos por las fuerzas estatales oficiales y no oficiales.
Además, De Roux señala: "El país urbano conoce la violencia en la escuela, en la familia, contra la mujer y conoce la inseguridad en las calles, en los buses, entre otras cosas porque hay mucha corrupción administrativa y narcotráfico"[2]. De hecho, las zonas rurales también conocen esa clase de violencia, pero no se reduce a un problema de corrupción y narcotráfico, aunque son factores importantes, sino a cuestiones de cultura machista, en el caos de la violencia familiar y contra la mujer, y también la pobreza, algo que por razones extrañas excluye él como un factor en la violencia cotidiana. Los que suben a robar en los buses, con cuchillos y a veces armas de fuego, lo hacen por pobreza.
De Roux procede a citar cifras sobre el conflicto.
"...las 1982 masacres de las cuales los paramilitares hicieron 1166 y la guerrilla 343, los 27 mil secuestros hechos en un 90 % por la guerrilla, los 23 mil asesinatos selectivos, los 5 mil casos de desaparecidos, los 5 mil casos de daños contra bienes civiles, los centenares de falsos positivos, y las miles de víctimas de minas antipersonales; eso no lo conoce el país urbano"[3].
Todas sus cifras son muy discutibles, particularmente las de los falsos positivos, pues ni siquiera la Fiscalía habla solo de centenares de falsos positivos, y nadie habla de apenas 5 mil desaparecidos, sino de decenas de miles de desaparecidos, se habla de cifras que superan las dictaduras del Cono Sur. Pero el problema principal no son sus cifras, sino su afirmación que el país urbano no conoce a los falsos positivos cuando el caso emblemático es de las Madres de Soacha cuyos hijos fueron secuestrados en la ciudad de Soacha por el Ejército y llevados a un zona rural del Catatumbo para luego ser asesinados y presentados ante los medios como guerrilleros muertos en combate. Soacha es un municipio con una población oficial de unos 553.000 personas aunque se estiman que en realidad tiene casi un millón. Es una zona principalmente urbana y forma parte de la conurbación de Bogotá, tanto que en la práctica es una localidad de Bogotá. Los jóvenes asesinados por el Ejército eran de esa zona urbana. De Roux no puede desconocer el caso, es el caso más famoso de los falsos positivos y además existen condenas contra militares involucrados en el caso[4]. En la brega de las Madres de Soacha, ellas fueron vilipendiadas, insultadas, acusadas y sufrieron toda clase de ataque y ahora De Roux niega su existencia.
Cuando habla de asesinatos selectivos también niega que ocurre en las zonas urbanas, aunque históricamente varias de las imágenes usadas por organizaciones de derechos humanos en sus campañas nacional e internacionalmente y publicaciones son de personas urbanas. De Roux vivió en la ciudad de Barrancabermeja cuando los barrios populares estaban bajo el dominio del ELN y también vivió la toma paramilitar de la ciudad. Conoce bien la historia de la ciudad y la realidad de la violencia que padeció. La Red 07 de Inteligencia de la Armada Nacional operó en la ciudad y según la Fiscalía asesinó a 68 personas, aunque las organizaciones sociales manejan una cifra de 430 asesinatos, 130 de ellos dirigentes[5]. El 16 de mayo de 1998, los paramilitares incursionaron en la ciudad y mataron a siete personas y desaparecieron 25 personas. Fue noticia nacional e internacional y De Roux se encontraba en la ciudad. La situación era tal que Amnistía Internacional publicó un informe titulado Barrancabermeja: A City Under Siege (Barrancabermeja: Una Ciudad Sitiada)[6]. Sin embargo, para De Roux, el país urbano no conoce el conflicto, ni siquiera lo que él vivió en una ciudad.
Medellín es otro caso emblemático. Durante muchos años los barrios populares estaban bajo el control de distintos grupos armados (principalmente el ELN y CAP) y casi nadie lo niega. Hay tres hechos bien conocidos por todos, salvo, al parecer, De Roux y Negret. El primero es la Operación Orión. Si bien es cierto que las insurgencias operaban en la ciudad, también es cierto que fueron expulsados de la mayor parte de la ciudad y su presencia actual no es comparable con su otrora dominio territorial.
El 16 de octubre de 2002, se emprendió una operación masiva que duró varios días para expulsar a la guerrilla del ELN de la Comuna 13 de la ciudad de Medellín. En este año se realizaron, entre otros, grandes despliegues militares del Estado con el fin de restablecer la presencia de la Fuerza Pública en los barrios de la Comuna 13; despliegues militares que recibieron el nombre de “operación Mariscal”, el realizado en marzo del 2002, y “operación Orión” el realizado en octubre del mismo año, en los cuales se contó con la presencia de distintas fuerzas como el ejército, la fuerza aérea, el DAS [Departamento Administrativo de Seguridad], el CTI [Cuerpo Técnico de Investigaciones Judiciales], el CEAT [Cuerpo Elite Antiterrorista], la Policía Metropolitana y Departamental, con la participación en los operativos de más de mil miembros de estas fuerzas y en donde se utilizaron helicópteros artillados tanto para el cargue y descargue de tropa como para realizar ametrallamientos[7].
Algunas fuentes hablan de tres mil efectivos del Estado y no de mil, pero nadie niega que fue una de las operaciones militares más grandes. La toma de la Comuna 13 provocó también desplazamientos forzosos de la población durante y después de la operación militar, igual que en Barrancabermeja. Dicho desplazamiento era de un barrio a otro y también de una ciudad a otra, algo que para De Roux solo ocurre en el campo. El desplazamiento en el caso de la Comuna 13 fue de tal magnitud que el Centro Nacional de Memoria Histórica, la misma fuente de donde De Roux supuestamente sacó sus cifras dudosas sobre la magnitud del conflicto, publicó un informe cuyo título no nos deja ninguna duda respecto a la problemática: La Huella Invisible de la Guerra: Desplazamiento Forzado en la Comuna 13. Más claro no podía ser. El informe aborda el desplazamiento en la comuna desde 1985, cuando la zona estaba bajo el control del ELN hasta el 2010, pasando por las épocas de control paramilitar y/o estatal. La Comuna 13 también es el lugar donde se encuentra el botadero público de basura La Escombrera que es a la vez una fosa común donde los militares y sus aliados paramilitares botaban los cadáveres de los desaparecidos, algunos de ellos desaparecidos en la Operación Orión y se dice que es probablemente la fosa común más grande de América Latina[8]. Pero el país urbano, dice De Roux, no conoce el conflicto.
Por último, la primera desmovilización de un bloque paramilitar fue la del Bloque Cacique Nutibara, el cual se desmovilizó en medio de mucha publicidad mediática en la ciudad donde operaba: Medellín. Dicho bloque entró a ocupar la Comuna 13 una vez expulsados los insurgentes en la Operación Orión. Pero el país urbano no conoce el conflicto.
La ciudad capital de Bogotá no es ningún paraje rural, no solo es la capital, es la zona más urbanizada de todo el país. Si el conflicto es solo rural, pues Bogotá sería el último lugar donde uno esperaría encontrar significativos indicios del conflicto. Sin embargo, varios de los casos más emblemáticos del conflicto ocurrieron en Bogotá, como la toma de la Embajada de Santo Domingo, los desaparecidos del Palacio de Justicia, y los asesinatos selectivos de abogados como Umaña Mendoza, o investigadores del CINEP (Centro de Investigación y Educación Popular) como Mario Calderón y Elsa Alvarado asesinados por paramilitares en su apartamento en el norte de Bogotá, o el cómico Jaime Garzón. De Roux con casi total seguridad conocía personalmente a Calderón y Alvarado, pues él ocupó varios cargos en el CINEP y fue el director entre 1987 y 1993. Cuán fácil es olvidar la sangre derramada y moldear el discurso a las conveniencias del Estado. En tiempos más recientes Bogotá fue el escenario del avance de las Farc, quienes llegaron a tener una presencia fuerte en el sur de la ciudad, montando una estructura urbana conocida como la Red Urbana Antonio Nariño. Luego los paramilitares llegaron para desplazar a ese grupo y ocupar ese espacio en el sur de la ciudad.
Casi no he mencionado a Negret en este artículo, aunque ocupa el cargo de Defensor del Pueblo es de mucho menor importancia que de Roux. Antes de ser Defensor del Pueblo ocupó el cargo de Secretario General del Partido de la U, partido ultraderechista, corrupto y que ha dado su apoyo en reiteradas ocasiones a Uribe y el partido ha sido vinculado al paramilitarismo una y otra vez. Ocho congresistas de ese partido terminaron en la cárcel de La Picota y hay una lista larga de otros corruptos[9]. Además, Carlos Negret es hermano del exgobernador de Cauca, César Negret. En una entrevista en junio de este año con la revista Semana, el Defensor del Pueblo afirmó que "En la ciudad no conocen el miedo con el que duermen en el campo"[10]. Primero que todo, debemos dejar claro que la familia Negret no tiene derecho de hablar del campo, siendo gobernador de Cauca, su hermano César Negret ordenó un intento de desalojo violento de los campesinos que tomaron la vía Panamericana en 1999, y tanto César como Carlos han ocupado cargos importantes en el país desde donde no hicieron nada por los campesinos, todo lo contrario estaban vinculados a los partidos políticos que tanto daño hicieron al campesinado, ambos con el Partido Liberal durante toda la guerra sucia y la apertura económica de los noventa y Carlos luego con el Partido de la U.
Sin embargo, tiene razón, los de la ciudad no saben como es dormir en el campo, como el campesino no sabe el miedo que siente el sindicalista organizando una huelga, o las medidas de seguridad que deben tomar los abogados defensores de derechos humanos. Tampoco sabe que es ser profesor en un barrio popular y oponerse al abuso sexual de sus estudiantes por parte de miembros de la mal llamada Fuerza Pública. Cada uno vive el conflicto de una forma distinta, pero lo viven. Lo que estos hijos predilectos de familias influyentes quieren es aislar a cada uno, atomizarlos para que se trate el problema de cada cual de forma aislada y hasta individual. Así miramos al conflicto como una serie de maldades cometidas por malvados individuales contra otros individuos. Entonces, no hablaremos del sistema, del Estado, y mucho menos del capitalismo. Si se excluye el país urbano del análisis es más fácil no hablar del Estado.
En otro artículo describí a la Comisión de la Verdad como una comisión de verdades a medias, pero, pensándolo bien, si arrancamos una media verdad de los labios de personajes como De Roux y Negret será un logro de mucho mérito pues el camino que están trazando es el de la vil mentira y falsificación de la historia. Es el legado político, ideológico e histórico del proceso de paz: todo fue un malentendido, no fue el Estado.
[1] El País (30/11/2014) "El país urbano no sabe lo que es la guerra": Francisco de Roux
[2] Ibíd.
[3] Ibíd.
[4] Semana (03/04/2017) Falsos positivos de Soacha: condenan a 21 a militares a penas entre 37 y 52 años de prisión
[5] Véase Ó Loingsigh, G. (2003) La Estrategia Integral del Paramilitarismo en el Magdalena Medio, España, p. 8
[6] Amnesty International (1999) Barrancabermeja: A City Under Siege, AI Index: AMR23/36/99
[7] IPC (2005) Informe Sobre el Estado Actual de los Derechos Humanos en la Comuna 13 de la Ciudad de Medellín, IPC, Medellín pp 9-10
[8] El Confidencial (23/05/2018) La Escombrera: una fosa común en Medellín clave para el futuro de Colombia
[9] Razón Publica (12/03/2017) El Partido de la U y sus políticos impresentables
[10] Semana (30/06/2019) "En la ciudad no conocen el miedo con el que duermen en el campo": defensor del Pueblo