A diario en nuestra sociedad se habla sobre lo que está bien y lo que está mal, esto según los conceptos y creencias religiosas de la personas. Por alguna razón, aquí en Colombia se acude a esto para tratar de justificar una acción por parte de una o varias personas. Sin embargo, la ética parece importarle muy poco a la sociedad colombiana, ahora todos se creen con el derecho de hacer cosas, sin importar si se pasa por encima de los demás. Al final, muchos hacen honor al adagio popular que dice “el fin justifica los medios”, algo a lo que nos tenía acostumbrado el presidente de la república entre 2002 y 2008.
Nos hemos habituado tanto a considerar bueno lo que es malo, que no reaccionamos ante cosas que son graves, que pasan a diario en la sociedad colombiana. Por ejemplo, los asesinatos de líderes sociales se han convertido en algo normal, que una persona nos mienta para ganar votos o simple y sencillamente el mercadeo de votos, es común. No obstante, que el país esté así no es solamente culpa de los “políticos”, la sociedad colombiana es la mayor responsable de estas cosas, por ser tan permisiva, conformista y por no tener conciencia de que ese tipo de actos nos está llevando a extinguir la raza humana.
¿Cómo es posible que permitamos que estas cosas pasen y nuestra única respuesta sea la indiferencia?, ¿por qué vendemos nuestra conciencia sin importar lo que vaya a pasar con las demás personas? Despertemos ahora, aún tenemos tiempo antes de que sea demasiado tarde. Dejemos de ser alcahuetas, no sostengamos más a las mismas familias en el poder. Estas, lo único que le han dejado a Colombia en los últimos 50 años es corrupción y pobreza.
Recuperemos un poco de dignidad, preocupémonos por lo social y desde las diferentes profesiones que desempeñemos hagamoslo con valores fundamentales como el amor y el respeto por el otro. Enseñemos a nuestra familias a honrar su palabra, a cumplir sus compromisos y a no pasar por encima de nadie para lograr sus metas.
Sin embargo, esto no se enseña con palabras sino con el ejemplo, porque nuestro testimonio es la mejor manera de enseñar. La invitación que hoy les estoy haciendo es a tomar conciencia del rumbo que estamos llevando, a que dejemos de quejarnos desde el sillón y empecemos actuar. Salgamos a las calles a rechazar todo tipo de acto que vaya en contra de la dignidad humana y vayamos a las urnas, para así cambiar a la clase politiquera que nos ha gobernado durante más de cincuenta años.